Voy a compartir algunos ejemplos de lo que hago yo en mis Conciertos lectores y demás encuentros con niños y niñas, con el objetivo de motivar a leer a través del humor.
Citaré un libro en cada caso y señalaré de qué se trata, para que quede claro por qué escojo esa actividad de animación lectora.
La experiencia me dice que siempre hay que realizar una actividad que le produzca risa, o sea, placer en general, antes, durante o después de la lectura. Por supuesto, me refiero a niños y niñas sin hábito lector, porque si ya leen nada de esto tiene razón de ser.
Por último, aclaro bien que yo sólo trabajo con libros míos (por razones obvias) y ese es el motivo de que aparezcan aquí como ejemplos.
Libro Pepito, el señor de los chistes, de la Editorial Alfaguara en la Colección La risa de Pepito, o Serie Pepito lee, ríe y juega de la Editorial Humor Sapiens, o la Serie Pepito, chistes para niños de la Editorial Liberalia en co-edición con Humor Sapiens… (Para lectores de 7 u 8 años o más):
Sugerencia de animación lectora:
He visto cómo se entusiasman los niños cuando les hago un juego para contar los chistes. Por ejemplo, les enseño a cantar: “Palo, palo, palo, palo palito, palo eh / Eh, eh, eh, palo palito, palo eh”. Y con el puño cerrado acompaño la canción así: levanto solo el dedo índice cuando digo “palo”; levanto sólo el dedo meñique cuando digo “palito” y levanto solo el dedo pulgar cuando digo “eh”. Hago una versión propia al sustituir palito por Pepito. Entonces al ir tomando velocidad con la canción y los movimiento de los dedos, verá cómo provoca enredo, descoordinación, y con eso aumentan las risas. La mezcla de la lectura de los chistes con este juego que me enseñó mi amigo y colega Luis Pescetti es una bomba y la motivación por seguir leyendo a Pepito, ya verá que es increíble.
Libro El chupacabra de Pirque, de la Editorial Alfaguara, el cual escribí con el amigo y colega Betán… (Para lectores de 10 años o más):
Sugerencia de animación lectora:
Al conversar con los niños en mis visitas a sus centros educacionales, a mi me gusta antes de entrar en el tema “broma” del libro, hacerles una ellos. Por ejemplo, les digo que alguien me contó una anécdota cómica que le había sucedido a fulanito (el nombre de un niño(a) de ese curso, recomendado por el profesor(a), por su buen sentido del humor). Invito entonces a ese fulanito a que salga de la sala de clase para contarle mi versión de la anécdota al resto del grupo, explicándole también que después él mismo les contara su versión y así compararlas (como si fuera parte de mi explicación sobre lo que hice en el libro). Cuando se va el niño, les cuento al resto que todo es una farsa, porque no me habían contado ninguna anécdota. Pero entre todos le íbamos a gastar una broma a fulanito y él mismo nos contará, sin darse cuenta, una anécdota graciosa. Así les enseño que cuando fulanito regrese a la sala y les haga una pregunta, todos debemos decir que “sí” al unísono, pero sólo si la última letra de la última palabra de su pregunta es una vocal. Y que debemos contestar que “no” al mismo tiempo, sólo si la última letra de la última palabra de la pregunta es una consonante. Entonces cuando entra fulanito, le digo que ya conté su anécdota y que él ahora, para saber a cuál de sus tantas historias nos referimos, la debe averiguar con preguntas a sus compañeritos. Pero la regla es que las pregunta que haga son las que tienen como respuestas un “sí” o un “no”. Y ahí comienza la diversión. A veces tengo que intervenir para que aquello no tome un camino aburrido o “peligroso”, aunque en la inmensa mayoría de los casos se consigue que fulanito confiese una historia simpática que le ocurrió. Al final revelo la verdad y siempre, hasta ahora, el niño-víctima se ha reído con nosotros, porque ve que no hay mal intención. Con esta broma los motivo mucho a leer el libro, ya que digo que me la enseñó Ricky, el protagonista (como si fuera alguien real), ya que a él le encanta hacer bromas y verán varias como la que hice en el libro.
Libro El secreto de la Cueva Negra, de la Editorial Alfaguara, el cual escribí con Betán… (Para lectores de 10 años o más):
Sugerencia de animación lectora:
Casi siempre, al enfrentarme a los niños con el objetivo de promover este libro, como es habitual, trato de relacionar lo más que puedo la lecturacon el humor y el juego, así cumplo el objetivo de potenciar el placer en los posibles lectores. Cuando les hablo de mis personajes cómicos, los pongo a realizar el siguiente juego de roles: Formo uno o varios círculos con los niños en sus respectivos asientos. A uno le entrego un objeto cualquiera (una botella vacía, un borrador, un cuaderno) y lo nombro “salidor”. Explico que el “salidor” le muestra el objeto a su vecino de la derecha y le dice: “Esto es un perro”. El vecino le pregunta entonces: “¿Un qué? Y el “salidor” le responde: “Un perro” y se lo entrega. El vecino hace lo mismo con el otro que está a su derecha, entonces el otro le pregunta: “¿Un qué?” y el vecino no le contesta, sino que le hace la misma pregunta al “salidor”: ¿Un qué?”. Ahí el “salidor” dice: “Un perro” y el vecino le responde al otro “Un perro” también y ahí es cuando ese otro toma el objeto y se lo muestra al de su derecha, diciéndole: “Esto es un perro”. El cuarto participante pregunta “¿Un qué?”, el tercero al segundo pregunta también “Un qué” y el segundo al “salidor”. Este responde “Un perro” y el segundo al tercero responde “Un perro”, el tercero al cuarto responde “Un perro” y éste continúa el juego con el quinto. ¿Cómo entra aquí el asunto del personaje cómico? Muy fácil. El “salidor” cuando dice “Un perro” al responder, lo tiene que decir con una voz, una expresión y un gesto o movimiento inventado por él, como si creara un personaje humorístico. Los que tienen que pasar esa frase de “Un perro” hasta el que preguntó, tienen que imitar exactamente lo creado por el “salidor”. Pero hay más. El que inicia la secuencia de regreso con la pregunta de “¿Un qué?” cuando le dicen “Esto es un perro”, también tiene que inventar una voz, una expresión y un gesto o movimiento cómico, que los otros tienen que repetir de idéntica forma hasta llegar al “salidor”. El juego se puede complicar más si al frente del “salidor” se escoge otro niño como “salidor 2.0”, se le entrega otro objeto distinto, y se le dice que lo pase en la dirección que desee, pero diciendo ahora: “Esto es un gato”. Con el enredo y descoordinación que produce el juego en sí, más la gracia de los personajes que inventan y sus imitaciones, todos se matan de la risa y el concepto de “personaje” y la asociación de ese espectacular momento lúdico con el libro, no se olvida jamás. Claro, al leer el fragmento del libro, cuando habla un personaje cómico les digo que escojan uno de los personajes que inventaron en el juego y así interpreto la lectura cuando habla dicho personaje. Sin duda alguna, eso los motivan a leer el libro y hasta otros. Ya está más que comprobado.
Libro Ada y su Varita y libro Los diálocos de Pepito, ambos publicados por la Editorial Alfaguara en la Colección La risa de Pepito… (Para lectores de 7 u 8 años o más):
Sugerencia de animación lectora:
En mis encuentros con niños, al tocar el tema de los diálogos en estos dos libros, siempre finalizo con el siguiente juego: Formo uno o varios círculos con los niños en sus asientos, menos al que designo como juez, el cual se coloca al centro. Entonces comienzo a repartir los acusados y sus abogados defensores, tratando de que estén sentados lo más distante posible. Acto seguido explico las reglas: cuando comience el juego, solo puede hablar el juez y nadie más. El que lo haga, se le anota un punto perdido. A los cinco punto perdidos (o tres, o mil, como se acuerde) el perdedor tiene que cumplir con una penitencia cómica. La única vez que uno puede hablar es cuando tiene que defender a su acusado. Por ejemplo, el juez le pregunta a un acusado si sabe la hora. Entonces el acusado no puede contestarle, sino el que lo hace es el abogado defensor de él. Si el acusado habla, o si el abogado defensor no habla, pierden puntos ambos. Y hay trampitas, porque el juez puede señalar con su dedo a un acusado y decir: “¡Qué feo está tu moño, María Paz!”, y el que debe hablar rápido es el abogado de María Paz, no el del acusado que señaló, porque decir el nombre es más importante. Sólo con eso se forman muchos enredos y descoordinaciones que provocan grandes risotadas. A veces, yo me pongo de juez, porque como tengo algunos chistes y juegos de palabras preparados para introducirlos en esos diálogos, se hace más rico el juego y siempre, como es lógico, lo relaciono todo con los “diálocos” de mi personaje. Repito, me escriben a mi página web, o me cuentan en las Ferias de Libros, que les encanta el libro y nunca se olvidaron del juego ni de esa forma de hacer humor. Un dato, al final del libro Los diálocos de Pepito le agregué un apéndice donde “Pepito” explica cómo hacer un “diáloco”.
Libro Cuentos de Ada, de la Editorial Alfaguara… (Para lectores de 8 años o más):
Sugerencia de animación lectora:
Al final de mi lectura de uno de los cuentos del libro, durante mis visitas a centros educacionales, enseguida pongo en práctica un ejercicio creativo y lúdico, para provocar más placer relacionado con el libro que tengo en mis manos. En este caso de los Cuentos de Ada, hago lo siguiente: divido el grupo en equipos de 4 ó 5 niños y les doy dos minutos para que se pongan de acuerdo y me digan el lugar donde quieren que sea la próxima aventura de Ada y Yoyito, los protagonistas del libro; es decir, si es en el zoológico, en un barco, en otro planeta, etcétera. El equipo que no propone nada se le obliga a cumplir una penitencia chistosa. De las iniciativas que me sugieren, entre todos y por votación que yo guío, seleccionamos el lugar más simpático. Ahí hago la pregunta de cuál sería el conflicto, el “malo” de la historia, y les doy dos minutos más. Cada equipo sugiere algo y gana el que más voto haya obtenido. Si aparecen otros personajes, otros lugares, acciones secundarias, sigo acotando la situación con mis preguntas y sus propuestas, hasta que llego a preguntar por el final, que de nuevo escojo por votación. Como he ido anotando, al final leo todo de una vez y ya tenemos la pauta de un argumento humorístico creado por ellos. Los niños se divierten y ejercitan la creatividad. Soy testigo de cómo preguntan por otras situaciones de Ada y Yoyito que he publicado, si tengo alguna otra en mente, y por qué no desarrollo esa que inventaron y otras que demuestran motivación por el tema.
Aclaro que nunca me he apropiado de uno de esos argumentos, porque se alejan mucho de lo que me gusta hacer, pero confieso que a veces doy una idea inicial y de ahí sigo con las votaciones y me sirve para probarla, “al ver en terreno para dónde van los tiros”.
Yo siempre le sugiero al docente del grupo que sean los mismos niños los que desarrollen esa idea escogida y que estimulen haciendo un libro artesanal con esas historias.
Se me ocurre ahora que usted, distinguido profesor, puede hacer algo parecido en su clase y armar una historia creada entre sus alumnos y les propongo que me la envíen por correo electrónico y les puedo enviar de vuelta un diploma firmado por mí, por Ada y por Yoyito (los personajes principales del libro). Espero que se motiven más a leer y crear mucho con esta iniciativa, que a mí me da buenos resultados.
Libro Pepito y sus libruras, de la Editorial Alfaguara en la Colección La risa de Pepito… (Para lectores de 7 u 8 años o más):
Sugerencia de animación lectora:
Para lograr más placer, además del que produce la lectura humorística, siempre finalizo con un juego o ejercicio creativo. En este caso, lo llamo “El imitador”, a propósito de este libro de parodias de cuentos clásicos infantiles. Formo uno o varios círculos con los niños en sus asientos, pero hay uno que escojo como “el descubridor” de su círculo. Y explico las reglas: “el descubridor” sale del salón y luego se selecciona “al modelo”, que todos van a imitar. “Este modelo” va a inventar un gesto, un movimiento, una mueca –lo más graciosamente posible-, y todos tienen que mirarlo con el rabillo del ojo e imitarlo al instante. “El descubridor” entrará al salón cuando ya “el modelo” haya creado el primer gesto, movimiento o mueca y se parará en el centro de círculo tratando de descubrir quién es “el modelo original”, con los cambios que haga éste y que todos imitan con rapidez, tratando de no delatarlo ni con la mirada. Se le dan tres oportunidades de error “al descubridor” y si no “adivina” quién es, “el modelo” paga una penitencia bien cómica y otro será escogido para ese rol, comenzando todo de nuevo. Pero si pilla “al modelo”, éste pasaría ahora a ser “el descubridor” y saldrá del lugar para seleccionar otro “modelo a imitar”. ¿En qué se relaciona estas imitaciones con el libro de parodias "Pepito y sus libruras"? En que las muecas, los gestos y los movimientos extravagantes o desproporcionados, “los modelos” tienen que crearlos a partir de los personajes del libro. En este caso, Caperucita, el lobo, la abuelita, Blancanieves, la bruja, los enanitos, el flautista de Hamelin, etc… Los niños disfrutan mucho las parodias y aún más cuando viene “convoyado” con la diversión del juego.
Libro Sipo y Nopo, escrito con mi hijo Alex, de la Editorial Alfaguara… (Para pre lectores), Libros de la serie Lee, ríe y juega con Pepito, de Humor Sapiens Ediciones, Libro Pepito. Chistes para niños de Humor Sapiens Ediciones con Liberalia Ediciones y Libro El enigma del huevo verde de la Editorial SM… (Todos ellos para lectores de 7 u 8 años o más):
Sugerencia de animación lectora:
Estos son libros de versificaciones humorísticas. A mí me gusta mucho el juego de las rimas, y lo explico de inmediato para que se use después o antes de las lecturas de libros de humor con versos rimados. Lo primero: separo el grupo en dos bandos (o si es en casa, dos hermanos; o hijo y padre, o cualquier combinación familiar) y a uno de un grupo le digo una palabra del libro (puedo leer de nuevo el fragmento donde ella esté) y el niño tiene que decir otra que rime. Después, como sorprendiendo, señalo a otro de su grupo sin importar el orden de sus posiciones y me tiene que decir otra palabra que siga la rima, pero tiene que repetir la palabra mía, más la del primero que jugó, el tercero tiene que mencionar la mía y la de los dos que participaron antes, decir su palabra con la misma rima y así sucesivamente, hasta que uno se equivoque, o se le olvide decir una palabra, o no se le ocurrió otra palabra que rimara.
Otra actividad que realizo es enseñarles una canción breve rimada, con la que también se pueda realizar con ella un juego de coordinación, todo relacionado con el libro que leyó, para reforzar la asociación de la lectura y el humor con el placer lúdico.
(Continúa en la "segunda parte")