Una vez más se crea una polémica por gusto, bastante artificial, por cierto. O por lo menos esperamos que no trascienda a mayores.
Un caricaturista australiano visitó Medellín y dibujó con su visión la vestimenta de las mujeres que vio.
Enseguida los grupos feministas extremos armaron revuelta.
Eso está sucediendo con frecuencia en todo el mundo. Y también sobre otros temas "delicados".
En nuestra opinión, el humorista puede hacer la obra que quiera, según sus principios, su cultura, su ética, su moral, su personalidad y su talento. Él pone "sus límites al humor", para usar la frase tan de moda.
Y si su mensaje es de odio, generador de violencia, etc., entonces por los canales abiertos y civilizados de una democracia, se puede reclamar si así alguien lo considera.
Por supuesto, toda obra tendrá adeptos y detractores, es normal. Y si alguien no está de acuerdo con el mensaje del humorista, que no consuma sus obras o que lo demande como ya dijimos.
Pero esas polémicas vociferadas en las redes o la prensa, solo sirve para que gane espacio la intransigencia, el totalitarismo.
"Crear, pensar y vivir con humor".