Cualquiera se puede asustar con ese título. Es que el humor didáctico casi siempre es horroroso y poco elaborado dentro de la literatura y los libros para niños en general. Nos referimos a las aborrecidas “moralejas”, “los mensajes”, “los valores”, “las enseñanzas”, que lamentablemente muchos adultos quieren que aparezcan explícitos en los libros infantiles.
Pero quisimos dejar así este subtítulo, sólo para destacar la intención velada que tienen detrás ciertos libros, hechos para utilizar el humor como gancho introductorio de “un didactismo”. En el punto “Teatro”, en estas apreciaciones del humor, ya se vio en el libro Sube el telón de Pepito cómo se aborda este “didactismo”. En otras palabras el objetivo es, además de entretener con humor, que en ese caso los niños conocieran el teatro y se acercaran a él. Esa es la idea de “humor didáctico” del título, para que todos respiremos hondo.
Otros ejemplos de lo mismo están en Lo inaudito de Pepito, El mosquito Pepito, El numerito de Pepito y El Agapito de Pepito. ¿A qué contenido se desea acercar a los niños a través de la literatura y el humor con estos cuatro libros? Pues nada más y nada menos que a las tristemente célebres y famosas… ¡matemáticas!
No es un secreto que la mayoría de los niños rechazan las matemáticas. Una hipótesis plantea que mucha de esa animadversión es fruto de cómo se enseña esa materia. Y duele. A los que disfrutamos las matemáticas nos duele. Y se sabe que estudiarlas es fundamental para el desarrollo mental del niño. Así que, por lo anterior, se quiso materializar este proyecto de crear una serie de cuatro libros dirigidos a la enseñanza básica, donde se une, en una linda cita, a la literatura con las matemáticas y el humor. Pero desde una óptica eficaz para enseñar las matemáticas y que tiene el plus de servirle a los niños, cuando la desarrollen para la vida en general: la lógica.
El objetivo de uno de los libros son los números y las operaciones básicas de suma y resta, siendo su forma la historieta. En otro, el objetivo son las operaciones más complejas de sumas y restas con variables y la forma escogida fue el teatro. En un tercero, el objetivo fueron las figuras geométricas y la forma fue el pictograma. Por último, se creó un libro sobre problemas de lógica, típicos de pruebas y exámenes, y se hizo bajo la forma de relatos.
Ejemplo extraído del libro El numerito de Pepito de la serie Pepito matemático, de la Colección La risa de Pepito, de la Editorial Alfaguara.
“… Y así comenzamos a aplicarle nuestro estudio intensivo-divertido de matemáticas:
Dime, ¿cuál es la mitad de uno? –le preguntó primero yo.
-No sé –dijo Rubén.
-El ombligo, amigo mío –reí al responder.
-Ah, como dijiste 1 –dijo sin entender.
-Claro, 1 –continuó Venus-. 1 es 1, pero también la palabra “uno” se refiere a uno como persona y la mitad de una persona queda más o menos por el ombligo.
-Si tú divides en dos partes iguales un brazo, cada parte es la mitad y como son iguales se supone, entonces la mitad queda por el codo, ¿entiendes? –dijo Gretel.
-Por ejemplo, un par de seres humanos está compuesto por dos personas –insistió en explicar Venus-. Cada persona es la mitad de la pareja. Como mis padres… y hablando de ellos, mira, mis padres son esos que están allí, ¿los ves? ¡Qué buenos son! ¡Mis padres son un 7!
-Sí, y mis padres, esos que están allá, ¿los ves? –añadió Juanito-. ¡Mis padres son un 10! (El delgado y ella gorda redondeta)
-Seguimos. Dime: ¿cuál es la mitad de 8? –le preguntó Gretel muy seria.
-No sé –contestó Rubén.
-Bueno, ya te explicamos lo que era la mitad. Entonces, si la mitad de 8 es horizontal, es un o –le explicó la niña-. Porque al dibujar el número se ve que parece que está hecho de dos ceros uno encima del otro.
-Pero si es la mitad vertical –dije yo-, entonces es un 3. Porque si divides en dos partes iguales al 8 de arriba abajo, quedan dos mitades idénticas a un 3. Una mitad mirando a la izquierda y la otra mitad mirando a la derecha.
-Aaah –sólo emitió Rubén tratando de entender.
-Pero en realidad, ¿qué es un 8? –continuó Gretel.
-Un número que va después del 7, ¿no? –contestó Rubén.
-¡Claro, Rubén, el 8 va después del 7! ¡Pero también el número 8 es un 0 con cinturón bien apretado! –dijo la niña sin poder aguantar la risa-. ¿No te das cuenta? Imagínate al 0 apretado por un cinturón por la misma mitad. Como el ombligo de “uno”, ¿recuerdas? Verás entonces que así se parece al número 8, ¿no?
-¿Qué le dijo el 2 al 3? –le pregunté entonces yo, sin darle tregua.
-No sé –respondió Rubén algo aturdido.
-“No te juntes con el 1, porque siempre quiere ser el primero en todo” –solté yo, para luego añadir-: ¿Y qué le dijo el 2 al 1 y al 3?
-No sé –decía él otra vez.
-“Mi mamá me dijo que no jugara con ustedes, porque ustedes cuando se juntan, traen mala suerte” –respondí, poniendo la voz muy aguda, como de un niñito de dos años…”
El segundo ejemplo es sacado del libro El mosquito Pepito, también de la serie Pepito matemático y de la Colección la Risa de Pepito, de la Editorial Alfaguara Infantil.
“-Es cierto lo que dice el niño –dijo Ojotuerto-. Calmémonos… Miren, les voy a explicar… si pagamos 30 monedas y nos devuelven una moneda a cada uno, eso quiere decir que dimos 9. Y 9 x 3 da 27 monedas, ¿no es cierto?
-Así es –afirmaron sus dos compañeros ya calmados.
-Entonces –continuó Ojotuerto-, 27 más las 2 monedas de la propina de Pepito, son 29. ¿Dónde está la otra moneda? ¿Eh?... Por tanto, ¡alguien nos quiere robar una moneda!
-¡Tienes razón! ¡Por dil medonios…! Este… ¡Por mil demonios! –saltó Manoegarfio, sacando una daga de su cinturón.
-¡Recórcholis! ¡Que nadie salga de aquí hasta que no aparezca la moneda! –vociferó Pataepalo, poniendo su enorme pistolón sobre la mesa.
Por supuesto, mi tío, los otros mozos, el cocinero y todos los que trabajamos en El Loro tartamudo, incluyendo los comensales, los borrachos y los jugadores que aún permanecían allí –todos piratas de pura cepa por lo demás-, nos quedamos de una pieza.
-¡Por Belcebú y su champú! ¡O alguien tiene una respuesta lógica! –insistió Ojotuerto-. ¡O alguien va a confesar muy pronto!
-¡Terrecanes y huramotos…! Este… ¡Huracanes y terremotos! ¡Hablen o los estrangulo con mis propios garfios! –lo siguió Manoegarfio.