A tal humor, tal honor: Juan Padrón, humorista gráfico y audiovisual cubano

Pepe Pelayo
Creador y estudioso de la teoría y la aplicación del humor.
Juan Padrón

Introducción

Sigo publicando mi sección “A tal humor, tal honor” aquí en humorsapiens.com, con el objetivo final de armar un libro sobre las grades figuras del humor cubano, ya fallecidas, de cualquier época y de cualquier manifestación artística.

La idea es escribir sobre ellos basándome en los conocimientos y evaluaciones de sus familiares bien cercanos, para conocer mejor la parte humana de esas estrellas.

En esta ocasión le brindo mi sincero homenaje a un creador de humor que admiro profundamente: el señor Juan Manuel Padrón Blanco.

¿Qué me puede ligar a este gigante del humor, además de mi admiración y respeto, como para sentir tanto honor y placer al hacerle este humilde homenaje? Bueno, ante todo algo obvio: pertenecemos al mismo gremio. Pero hay más, ambos somos cubanos y más aún somos matanceros y los dos descendemos de familias canarias y asturianas. Y por si fuera poco, en nuestras infancias, el sentido del humor de cada uno se formó con las historietas cómicas y los dibujos animados norteamericanos.

Entonces con esos “pergaminos” le solicité una entrevista a su hijo Ian, reconocido guionista y director audiovisual (“Fuera de Liga”, 2003;“Habanastation”, 2011). Y, por suerte, aceptó con mucha amabilidad y calidez.

Y con esta ya larga introducción, pasemos a la vida y obra de este gigante del humor cubano.

 

Juan Padrón

 

Origen

“Padroncito”, como le decían sus amigos, nació el 29 de enero de 1947, en Carlos Rojas, Matanzas. Junto a su hermano menor Ernesto, su infancia la vivió en el batey del Central Carolina, luego se mudaron a la ciudad de Cárdenas.

Sus padres se llamaban Juan y Silvia. Su familia, por varias generaciones, trabajó en el sector azucarero.

Me confesó su hijo Ian que él desconoce si algún familiar tenía un gen artístico, así que podemos decir que su talento y sensibilidad no fue heredado, más bien fue espontáneo, producto de alguna misteriosa combinación de factores.

PP: Ian, para ir conociendo al hombre detrás del creador, por favor, háblame de tu papá en lo personal, de sus gustos en lo cotidiano, por ejemplo.

IAN: Te puedo contar sobre dos aspectos: uno, comía mucha pastas a la carbonara y mucha comida española. Mi madre es gallega y de ahí esa cercanía por las tortillas de papa y las paellas. Y dos, realmente nunca le importó la ropa –vestía siempre con colores planos-, y sus zapatos preferidos eran las sandalias Crocs. Iba a homenajes y citas importantes, en Crocs. Siempre decía en broma: “Nosotros somos artistas y nos vestimos como nos da la gana”.

PP: ¿Y cómo era su forma de ser?

IAN: Mi padre era muy sencillo. Nunca tuvo poses de nada. Pienso que si hubiese sido un creído de su fama y popularidad, no habría sido el mismo padre. Mira, siempre fue muy normal, jugaba pelota en la esquina conmigo, iba a las reuniones de padres. Se lo agradezco mucho, porque pienso que las personas, mientras más grandes, más sencillas.

PP: ¿Era extrovertido?

IAN: Mi padre era un hombre tímido, pero con un sentido del humor muy agudo y sagaz. Tenía una gran chispa y siempre le encontró la parte graciosa a casi todo. Incluso en momentos muy tensos. Ejemplo, cuando le informaron en el hospital que tenían que subirlo a terapia intensiva para sedarlo, dijo: “¿Y no me da tiempo a tomarme un último cafecito caliente?... Así fue siempre, incluso ante el peligro de muerte.

Aprovecho para complementar lo anterior con un comentario hecho por el español Mauricio Vicent, corresponsal en Cuba para el diario “El País” durante veinte años (desde 1991 hasta 2011):

Juan Padrón es la caricatura, el humor, la historieta, los dibujitos animados de Cuba. El brillo de sus ojos y su eterna sonrisa socarrona, sus comentarios divertidos, su acento y su manera de hablar. Pasear con Padrón por La Habana es como caminar en un Chevrolet Impala 59 con la chapa repintada cien veces y el motor retocado con cien piezas rusas adaptadas a la mecánica americana.

Juan Padrón

Pero voy con otro aporte. El Maestro Eugenio Pedraza Ginori, gloria de la Cultura Cubana, ha escrito esto sobre Juan Padrón en su blog:

Eres un tipo sencillo que no está en ná, porque en el fondo sigues siendo un guajirito matancero que un día se puso a pintar garabatos, supongo que todavía no entiendas demasiado bien por qué eres famoso y a qué coño se debe que todo el mundo hable bien de ti. Te va a parecer una exageración mía pero creo firmemente que la historia de nuestra cultura no sería la misma sin ti y que ahí estás, por derecho propio, sentado en el mismo palco que Guillén, Carpentier, Matamoros, Titón y Lecuona, cantando vidaaaaaa con el Benny, conversando de tú a tú con Lam, Pérez Prado, Félix Pita, Leopoldo Trespatines, Roig, Celia y Alicia, saboreando el bajo de Cachao y la flauta de Richard. Ahí, ahí mismitico, junto a Marta Valdés, Miravalles, la Burke, Álvarez Guedes, Formell… En fin, integrando el Team Cuba.

Después de esas palabras de Ginori, no tuve que investigar más para saber quién era Juan Padrón para el mundo.

PP: Pero en el plano familiar, ¿cómo fue convivir con tu papá?

IAN: Mi madre decía que una de las causas del éxito de su matrimonio, era que todos los días mi padre encontraba la manera de hacerla reír. Fue buen hijo y buen hermano de mi tío Ernesto Padrón, que aunque tenían personalidades muy diferentes, siempre se apoyaron mutuamente. Mi hermana y yo amamos a nuestro padre con idolatría y su ausencia nos golpea todos los días.

Te cuento detalles: por ejemplo en cada cumpleaños, día de los niños, de las madres, etcétera, nos hacía postales dibujadas por él, donde trataba de reflejar los aspectos que creía se debían mejorar, o cosas simpáticas de la familia (mi mamá las guarda aún, creo que habrán más de cien).

 

Juan Padrón

 

PP: ¿Alguna anécdota de él contigo que refleje cómo era?

IAN: Sí, claro. Cuando me gradué en el año 2000 hice un corto con motos Harley Davidson y mi papá hizo de barman en un bar de motoristas. Le pintamos tatuajes, se dejó crecer la barba, se puso pañuelo, aretes, gafas oscuras, con su panza, se metió en el personaje, se creía Robert de Niro. Después lo vestimos de samurái para un videoclip de Vocal Sampling, porque él siempre ha sido fanático a las películas de samuráis. Me apoyaba en todo. Y más en los momentos difíciles como fue, por ejemplo, cuando la censura que sufrí por mi documental “Fuera de Liga”.

PP: Me imagino, ambos tuvieron ese tipo de problemas. Eres un privilegiado, Ian. Cualquiera desearía tener un padre como el tuyo. Pero bueno, ¿cómo fue él en el terreno de la amistad?

IAN: Tuvo muchos amigos y siempre los trató con humanidad y bondad. Pocas personas tienen anécdotas de “sombras” con Juan Padrón; siendo las excepciones que hacen la regla.

Uno de sus amigos escribió estas líneas, que recogió Alberta Durán, viuda de Juan:

Para saber de Padrón había que conocerlo a lo cortico, como decimos los cubanos. En su zona de confort veíamos cómo se divertía, y verlo divertirse daba mucha alegría. Esa chispita de picardía en sus ojos era mejor que el billete ganador de la lotería. El Padrón íntimo era mejor que toda su obra.

 

Humor gráfico

PP: ¿Cómo llegó al arte tu papá?

IAN: Desde pequeño, él y su hermano eran fanáticos a los cómics norteamericanos y llenaban sus libretas escolares dibujando sus propias historietas. Uno de sus abuelos, les regaló una pequeña cámara de 8mm y comenzó la pasión por filmar sus primeros cortometrajes junto a su primo, el también cineasta Jorge Pucheux. A los 16 años envía al semanario “Mella” sus primeras caricaturas, recibidas allí por el entonces historietista Silvio Rodríguez. La publicación de las mismas, son el comienzo de su obra artística.

Me enorgullece que en el año 2015 yo haya entrevistado al gran Juan Padrón. Recuerdo que la primera pregunta que le hice fue:

PP: ¿Te gusta que te hagan entrevistas?

JUAN PADRÓN: Si son con chispa, sí. Muchas veces me piden contestar planteamientos de alto vuelo intelectual, o boberías como eso de preguntarle a un visitante qué le parece Cuba.

Y menciono esto porque una de mis preguntas se relacionaba con el tema de cómo llegó al arte que le preguntaba ahora a su hijo.

PP: ¿Cuándo decidiste hacerte humorista?

JUAN PADRÓN: De niño dibujaba historietas, pero como no se me daba bien la figura humana, me pasé a las caricaturas. Leía muchas revistas de humor. Según mi familia, era un bofe (sin gracia, para los lectores no cubanos), siempre haciendo chistes pesados, tratando de mostrar qué era simpático. Repetía dicharachos. Mi abuelo Horacio me dijo: “Oye, la primera vez es chiste, la segunda, no”. Eso lo vine a entender muchos años después.

PP: Padrón, pero para ti, ¿el humorista nace o se hace?

JUAN PADRÓN: Creo que nace. Cuando juegas de niño, y te pones a inclinar los carritos de juguete para que patinen de lado en las curvas, o los pones más lentos al saltar por los aires, o haces tus efectos de sonido, es que te fijas en esas cosas de las películas o los animados, las quieres imitar. Los niños que serán contables o burócratas, no mueven con onda los carritos, les da igual. No se ponen para eso. Lo mismo pasa con los humoristas, empiezan a imitar a otros humoristas, le van tomando el pulso a la cosa. Pero naces para eso, seguro.

 

Juan Padrón

 

Creo que quedó bastante claro el punto que abordábamos. Por eso mejor retomemos su vida artística en los años 60, cuando publicaba en el semanario “Mella”. Allí experimentó su primer trabajo profesional de importancia, específicamente en una página titulada “El Hueco”.

Después, también como humorista gráfico, colaboró en la publicación “El sable”, en las revistas “Pionero” y “ZunZun”, y en el prestigioso suplemento humorístico Dedeté. Sin dudas, era un referente en ese último equipo.

También en la entrevista que le hice le pregunté:

PP: ¿Con cuáles de tus colegas te identificas?

JUAN PADRÓN: Me gustan los chistes de Manuel y Ares.

Para lograr lo anterior tuvo que mudarse para la capital al cumplir su mayoría de edad. Ahí se graduó de Licenciado en Historia del Arte en la Universidad La Habana, se casó con Alberta Durán, fue padre de Ian y Silvia, realizó la mayor parte de su obra y vivió hasta el resto de sus días.

Como historietista, publicó en los años 60 y 70, muchas tiras de humor negro, como “Verdugos”, “Piojos”, “Zoo-ilógico” y “Vampiros”.

Pero hay que detenerse en el año 70. Ese año fue muy importante para él y para los cubanos.

 

Su gran personaje

Según cuenta en su autobiografía, estando en Leningrado, en la madrugada entre el 24 y 25 de marzo de 1970, comenzó a dibujar una historieta de un personaje, el samurai Kashibashi.

En la aventura aparecía un cubano. Lo dibujé a la primera, y lo nombré Elpidio Valdés, para que sonara a Cecilia Valdés. Se volvió el protagonista de inmediato, contaba el propio Juan.

Desde que dejaron de consumir las historietas y los dibujos animados norteamericanos, los niños cubanos sufrieron la invasión de sus homólogos rusos y de otros países del campo socialista. Era real el chiste de que los padres amenazaban a sus hijos con obligarlos a ver esos aburridos “muñequitos” si no se comían toda la comida.

Pero Juan Padrón, con la creación de un superhéroe cubano, gracioso y con estupenda animación, vino a salvarlos.

 

Juan Padrón

 

Y algo importante, era un mambí; es decir, ubicado en el siglo XIX, luchando contra los españoles, lo que le deba tremenda libertad de acción al no estar en la época actual y así abordar cualquier tema o hacer cualquier chiste, sin preocuparse tanto de la censura.

PP: Ian, ¿qué significa para ti Elpidio Valdés?

IAN: Es un símbolo nacionalista, pero no tiene que ver con la política; podría haberse hecho en el año 50, en el 40, y todo el mundo lo habría entendido igual. Habla de los mambises sin querer hablar necesariamente de la Revolución Cubana, ni de Machado, ni de Batista, ni de la actualidad. Con la obra de mi papá sabes que vas a aprender y te vas a reír.

PP: ¿Cómo fue para ti, siendo un niño, darte cuenta de que tu padre era el creador de Elpidio Valdés?

IAN: Yo descubrí eso a los 5 o 6 años. Nosotros vivíamos en una casa muy pequeña. Mi papá para trabajar tenía que abrir una mesa plegable en la pared, pero no podía hacerlo hasta que nos durmiéramos mi hermana y yo, porque al abrir la mesa de dibujo bloqueaba la puerta del refrigerador. Recuerdo que yo dormía en un sofá-cama y un día me despierto de madrugada y ahí estaba mi padre dibujando a la luz de su lamparita. Me acerco; y sorprendido lo veo dibujando a Elpidio Valdés. Desde ese día, según contaba mi papá, a cada rato entraba yo con varios niños a la casa y les decía orgulloso: - “¿Ven? Ese es el que hace a Elpidio Valdés, y es mi papá”. Imagínate que me volví tan fantástico que le decía a todo el mundo que yo me llamaba Ian Elpidio Valdés Padrón.

 

Juan Padrón

 

PP: ¿Tu padre estaba consciente de la trascendencia del Elpidio Valdés en Cuba?

IAN: Vivía muy orgulloso de haber creado Elpidio Valdés; así como de todos sus personajes y filmes animados. Se dedicó día a día a su obra y era un lector y estudioso incansable de la historia, el cine de animación y la historieta. Nunca fue de creerse importante o “ponerse en pose”, pero el cariño y respeto del pueblo cubano hacia él, siempre fue una gran alegría y su fuente de realización personal en el aspecto artístico.

PP: ¿Trabajaste alguna vez con tu papá?

IAN: Un día del año 1986, descubro a mi padre molesto, preocupado porque tenía que entregar dos páginas al día siguiente de Elpidio Valdés, para la revista Zunzún, y no se le ocurría nada. Entonces le arranqué una hoja a mi libreta de la escuela y le escribí a mano, tres narraciones sobre Elpidio Valdés y le dije “Papá, tranquilo, ya te resolví. Aquí tienes tres historias”, y me fui a jugar béisbol. El me dio las gracias amablemente e hizo una historieta, contando una de mis historias. Al mes siguiente, cuando salió la revista, que todos los niños nos peleábamos por leer, yo me encuentro una de mis historias ahí, y mi padre había puesto “Guion: Ian”. Cuando yo vi mi nombre pegado a Elpidio Valdés, recuerdo que fue para mí un shock. Después de ver eso nunca más dudé de lo que quería ser, comencé a leer libros sobre guiones, y años después me gradué de director de cine.

PP: Y después de graduarte, ¿te hubiera gustado participar con él en alguna de las obras de Elpidio Valdés?

IAN: ¡Por supuesto! Pero te cuento algo: queríamos hacer juntos una película de Elpidio Valdés con actores, es decir, una película de mambises que fuera simpática, porque muchas de las que se han hecho son muy acartonadas, con Maceo lleno de maquillaje, súper solemne. Mandamos mil cartas y ni siquiera nos respondieron. Eso fue doloroso, porque no responderle a Juan Padrón, sobre un proyecto de Elpidio Valdés, es impensable, ¿no?

También teníamos el proyecto de continuar haciendo la serie animada de Elpidio. Lamentablemente, no pudimos concretar ninguna de las dos ideas.

PP: ¿Alguna anécdota relacionada con Elpidio Valdés?

 

Juan Padrón

 

IAN: Cierta vez lo acompañé a la presentación de un libro de Elpidio Valdés en la Feria del Libro de La Habana. En una mañana se vendieron miles de ejemplares.

Entonces, un fanático le pidió a mi padre que le firmara su ejemplar y de pronto se armó una fila enorme. Más de dos horas después la fila no terminaba. El brazo lo tenía acalambrado, y su salud comenzaba a preocuparme. Yo le insistía que detuviera los autógrafos y nos fuéramos, pero él me decía: “Mientras haya una persona interesada por mi trabajo, yo no me puedo ir. Sobre todo si hay niños”.

 

Vampiros en la Habana

A partir de sus tiras cómicas, Juan Padrón creó la serie “Filminutos”, que fue un éxito nacional e internacional del cine de animación cubano.

En una proyección de esos primeros “Filminutos”, estaba casualmente Manfred Durniok (1934 – 2003) un prestigioso productor cinematográfico alemán que le preguntó a Juan Padrón:

MANFRED: ¿Padrón, usted no ha pensado en hacer un largometraje con el tema de “Los Vampiros”?

JUAN PADRÓN: Claro que sí, Sr. Durniok, ya tengo listo el guion que se titulará “Vampiros en La Habana”.

MANFRED: A mí me gustaría producirlo, envíemelo cuanto antes.

JUAN PADRÓN: Claro, Sr. Durniok, sólo deme un mes para revisarlo y enviarle una versión más pulida.

MANFRED: Perfecto, le doy un mes para recibir el guion.

Este diálogo fue real, pero que estuviera escrito un guion de la película, eso sí no era real. Sólo tenía la idea de que en algún momento podría hacerla.

Así que se encerró día y noche a crear.

Mi esposa Berta me peleaba, que eso era un disparate, que me iba a morir […] Me daban fiebres por las noches. Durante días me quedó un tic muscular en el dedo pulgar de la mano derecha, pero entregué poco antes de fecha, eso confesaba después Juan Padrón al recordar aquella aventura.

Alberta Durán, se enamoró de él cuando vivía en... un cuarto en la azotea de una vieja casona donde no llegaba el agua corriente y tenía un falso techo lleno de comején (carcoma, termita) que cubría el piso y permitía simular que caminabas sobre arena, describía Padrón ese lugar.

Pues hizo “Vampiros en La Habana” en condiciones similares. En 1981, la pareja, con su hijo Ian y con Silvia en camino, consiguió permutar ese cuarto minúsculo y sin agua por otro subterráneo más o menos parecido, pero que al menos tenía baño propio y una diminuta cocinita. Allí, en 18 días logró escribir el guion del filme de animación más importante del cine cubano y de enorme repercusión a nivel internacional. Por ejemplo, integra la selecta colección del MoMa de Nueva York, Estados Unidos.

 

Juan Padrón

 

En esa entrevista que le hice en el 2015, quise que me contara una anécdota sobre su profesión y me contó la siguiente:

JUAN PADRÓN: Una madrugada, en “La Pelota” (conocida cafetería habanera), esperando la confronta (bus del transporte urbano que pasa espaciadamente de madrugada), se me apareció un flaco muy flaco, patilludo, con gorra, y me dijo: “Rey del Mundo, regálame un ssigarrito ahí, Rey del Mundo”… Años después, lo dibujé en “Vampiros en La Habana”.

PP: ¿Todo fue bien para él con “Vampiros en La Habana", Ian?

IAN: No. Cuando se iba a estrenar en La Habana, al principio la prensa cinematográfica cubana fue “tibia” con el filme. El ICAIC no le hizo ni una premiere, como es usual con los largometrajes. Sólo cuando el público repletó los cines y se convirtió en un éxito de taquilla y popularidad, la vieron de otra manera.

 

Su humor

PP: ¿Tu padre prefería más el humor gráfico o el humor audiovisual?

IAN: Ambos eran lo mismo para él. Tenía mucha más autonomía en las historietas o en su etapa menos conocida de pintor en lienzo. Se divertía mucho con los gags visuales que logró en el cine y grabando voces con Frank González, Manuel Marín. Irela Bravo o Tony González. Su última obra, en la que trabajó hasta el último día antes de ingresar en el hospital, fue “Mi vida en Cuba”, su autobiografía ilustrada como una aventura de un comic. Posiblemente es una de sus mejores historietas y sin duda, la más personal y reveladora.

PP: ¿Cuáles eran sus mejores amigos dentro del humor y la historieta?

IAN: Jorge Oliver, Luis Lorenzo, Orestes Suarez, Tulio Raggi y el pintor Reinerio Tamayo.

PP: ¿Cuáles eran sus ídolos en el humor?

IAN: Monty Python, Les Luthiers y Quino.

A propósito de Quino, es obligatorio detenerse en él por la repercusión que tiene en esta historia.

El argentino Joaquín Salvador Lavados, conocido como Quino, es el humorista gráfico más reconocido de habla hispana. Un día fue a Cuba como jurado de la sección de Carteles, en el Festival de La Habana.

El Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica le pidió entonces a Juan Padrón que lo atendiera y que lo guiara en su estancia en el país. Como él era un gran admirador de Quino, aceptó al instante. Desde que se conocieron fue humor a primera vista, como dice Ian. Y se hicieron grandes amigos.

Alicia la esposa de Quino les sugirió que trabajaran algo juntos y de ahí surgió la serie “Quinoscopios”, una serie de animación de menos de un minuto por episodio. Tan buena les pareció la experiencia que, ya en los años noventa, rodaron 108 capítulos de Mafalda y sus amigos. Lo de nosotros no es una amistad, es un romance, decía Quino.

El trabajo de estos dos grandes es uno de los puntos más altos de la animación cubana de todos los tiempos, así lo evalúa Ian.

Juan Padrón

En una ocasión, para el diario “El País”, en España, declaró Tomás Gutiérrez Alea (Titón), para muchos el mejor director de cine cubano de todos los tiempos: Juan lo hace todo, el guion, los personajes, el tiro de cámara, las voces…, es un genio, no hay nadie como él.

PP: Ian, ¿por qué crees que tu padre es un grande del humor cubano?

IAN: Creo que haber creado un personaje tan simpático y de tanto arraigo nacional como Elpidio Valdés, es algo que muy pocos creadores han podido lograr en Hispanoamérica. También, “Vampiros en La Habana”, la serie “Filminutos” y todo su humor gráfico; han calado en la vida cotidiana de millones de cubanos por años. Frases y chistes creados por Juan Padrón, llegaron para quedarse en el habla del pueblo cubano y perduran hasta nuestros días: “Yo vine embarcado, guardia”, “Mambises bestias, no tiréis con ventana” y “Que país”; son sólo tres ejemplos.

 

Tribulaciones

Decía Juan Padrón: Si escribía chistes de piojos venía el censor y me decía que no estaba bien porque Cuba aspiraba a ser potencia médica mundial; si escribía chistes de vampiros, tampoco era el momento porque Fidel acababa de decir en un discurso que por Vietnam Cuba estaba dispuesta a dar hasta la última gota de sangre, y entonces parecería una burla al comandante.

A pesar de ser una de las mayores personalidades de la Cultura Cubana, a Juan Padrón nunca le dieron una casa, ni un auto. Sin embargo, él nunca pidió nada.

PP: ¿Por qué crees que pasó eso?

IAN: Mira, no era un tipo cercano al poder, de esos que lo hacen para ver qué resuelven.

Te cuento, también tenía problemas con los derechos de autor, porque con eso de que las cosas son de todos, al final no son de nadie. Hubo funcionarios en el ICAIC que se sintieron dueños de “Vampiros en La Habana”, y no permitían a mi papá utilizarlos en una obra musical, por ejemplo. Terrible lo encuentro.

En la entrevista que le hice en el 2015 le pregunté:

PP: ¿Cuál ha sido el mejor y el peor momento de su carrera hasta el día de hoy?

JUAN PADRÓN: Muchos momentos frustrantes, porque hay mucho “iluminado” que quiere censurar el humor. Debe ser porque no lo tienen. Y buenos momentos, muchos con el público.

Otro momento malo fue cuando me dijeron que “Vampiros en La Habana” estaba fustete, que no era lo que esperaban de mí, que no tendría conferencia de prensa ni estreno.

Uno bueno: cuando la misma película rompió record de taquilla en el primer mes de exhibición y se vendió en todo el mundo.

 

Juan Padrón

 

PP: ¿Nunca tu padre pensó irse de Cuba?

IAN: Él siempre quiso quedarse en Cuba, trabajar en Cuba y tener una obra en Cuba, para él eso era lo más importante. Pero es innegable que fue un poco dura su vida en Cuba, a pesar de ser el gran Juan Padrón.

Siempre estuvieron en su contra varios burócratas y funcionarios que lo censuraron y cuestionaron al principio de su carrera. Mi padre les llamaba irónicamente “Los iluminados”, porque siempre creían tener “la luz” e “interpretaban como nadie el sentir del pueblo cubano”.

PP: ¿Cuál era su inclinación política?

IAN: Yo percibo que mi padre fue siempre un amante de los mambises y las luchas por la independencia de Cuba. En su niñez y juventud, sus referentes culturales eran los norteamericanos y luego, dichos paradigmas los amplió con los europeos y latinoamericanos. Creo que siempre fue anti-imperialista y pensaba que la política norteamericana hacia Cuba, era errada. Que yo conozca, nunca perteneció a ninguna organización política y sus ideas eran de izquierda, como la mayoría de los cubanos que vivieron dentro la Revolución Cubana. Su ideología era la Independencia y soberanía de Cuba, con las múltiples lecturas y posiciones que eso ha conllevado entre todos los cubanos.

 

Final

Juan Manuel Padrón Blanco muere en La Habana, el 24 de marzo de 2020, a causa de complicaciones por una neumonía.

Como nos contó Ian más arriba, Padrón fallece mientras terminaba su libro “Mi vida en Cuba”, novela gráfica donde relata sus primeros veintitrés años, finalizando en 1970 cuando regresa a La Habana desde Leningrado.

Por suerte, la Editorial Reservoir Books lo publicó.

 

Juan Padrón

 

Este proyecto tenía una segunda parte dedicada a la creación de “Vampiros en La Habana” y a su trabajo con Quino.

Ya me tengo que despedir de Ian, confesándole que soy un fanático de su espacio “Derecho a Réplica” y agradeciéndole infinitamente que me haya dedicado su realmente escaso tiempo, su esfuerzo y su atención para contestar mi extenso cuestionario.

Ojalá sienta como yo, que se cumplió el objetivo de hacerle un sencillo y humilde homenaje a su padre (lo expreso así, aunque suenen cliché esas palabras “sencillo y humilde”. Es que en este caso es cierto).

Y al querido y admirado Juan Padrón le digo, donde quiera que esté —si me puede escuchar más allá o más acá—: señor mío, es usted un grande entre los grandes y si pudiera hacerlo, siga haciendo reír con su ingenio, su pincel y su cámara.

Para mí, a tal humor, tal honor.

Copyright © Pepe Pelayo. Publicado en Humor Sapiens con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.