Clásicos con humor. Caperucita Roja de Pepe Pelayo

Angélica Lizama Valenzuela
profesora e investigadora de literatura infantil.
Caperucita Roja de Pepe Pelayo

Pontificia Universidad Católica de Chile. Seminario, 16 / 12 / 2011

Análisis comparativo entre los cuentos clásicos y sus nuevas versiones:

¿re-escrituras o (re) creaciones?

(Fragmento)

 

2. En torno a Caperucita Roja

2.1 Un poco de historia: Perrault, los hermanos Grimm y Caperucita Roja

Antes de comenzar el análisis del cuento seleccionado creo que es importante introducir, someramente, sobre el trabajo de Perrault y los hermanos Grimm, gracias al cual podemos gozar hoy en día de una colección de literatura infantil maravillosa.

Perrault en 1697 escribió la primera versión de una de las historias más famosas dentro de los cuentos para niños, Caperucita Roja. Dicha producción literaria nació dentro del reinado de Luis XIV; tiempo durante el cual Perrault fue nombrado académico del reino. Su entendimiento, no obstante, sobrepasó los límites de la literatura, ya que por muchos años también se desenvolvió en “una intensa labor de propaganda y de apología de los logros políticos, económicos, sociales y culturales de Luis XIV” (en La Web de las bilbiografías). Por estos grandes logros, es de esperar que dentro de la misma corte se produjeran rencillas y calumnias sobre el académico, por lo que Perrault debió ganarse el favor de los cortesanos escribió un poema llamado El siglo de Luis el Grande (en La Web de las bilbiografías).

Aunque la versión de Charles Perrault se haya considerado como a punto de pasar al olvido “si la versión de los Hermanos Grimm no se hubiese convertido en uno de los cuentos de hadas más populares”, es importante, como explica Bettelheim (176), considerar al precursor. De todas formas, es preciso señalar que la versión que conocemos del francés no es un producto totalmente inédito, sino que sus precedentes se remontan a la tradición oral, específicamente, al folclore. Sobre esto último, Colomer menciona, a grandes rasgos, los elementos que Caperucita Roja comparte con otras obras antiguas (Eterna Caperucita, 8-9). Por ejemplo, el episodio en que Caperucita y el lobo sostienen su diálogo sobre las partes del cuerpo es semejante al diálogo que mantienen los personajes del Edda sobre las partes del cuerpo de Thor; también es interesante agregar la coincidencia con el antiguo motivo heroico en el cual los personajes aparecen o renacen desde el vientre, como en el mito de Cronos o en la historia bíblica de Jonás. Si bien la versión de Perrault mantiene estos motivos de la tradición oral, no obstante, señala Colomer, es claro que dichos motivos no estaban pensados con el mismo fin, ya que el público al que se dirigía la obra no era el mismo (Eterna Caperucita 9). La versión de Perrault está cargada de una intención educativa y formativa hacia los niños, a través de la exposición de temas como la violación o la obediencia a los padres. De esta manera, la obra “resultante se aparta del folclore para presentar las características de un cuento moral”, por lo que “la pasividad de la heroína y, por contra, su responsabilidad en la transgresión, son elementos bien reveladores de la adscripción literaria culta de la versión escrita” (Eterna Caperucita, 9). Todo esto, y desde los términos acuñados por Lotman y explicados por Olga Pampa (54), la versión de Perrault en este tiempo no solo permitió la transmisión de la memoria (proceso comprobado por la continuidad de los antiguos motivos folclóricos), sino que, a su vez, logró introducirse en la cultura y crear nuevos mensajes y sentidos: desde un cuento popular a un cuento moral.

Según el número de obras publicadas por Perrault es claro que éste emprendió el paso a la recuperación relatos orales y a la creación de cuentos para niños. En efecto, su versión logró que los libros de bolsillo se leyeran en voz alta, consagrándose este tiempo como un retorno a la tradición oral (Eterna Caperucita, 9). No es acertado, por lo tanto, hacer caso omiso a la contribución de Perrault en el posterior trabajo de los hermanos Grimm porque, a pesar de que el francés haya introducido moralejas en sus versiones con un afán formativo o educativo, abrió la puerta para comenzar a experimentar estéticamente una literatura de primera fuente.

¡Los hermanos Grimm vivieron en la Alemania romántica del siglo XIX. Sus primeras publicaciones de cuentos populares se remontan a los años 1812 y 1814, con el nombre de Cuentos de la infancia y del hogar (Kinder- und Hausmarchen). Durante los primeros años del siglo XIX, intensos hechos sucedieron, por ejemplo, la invasión napoleónica. Por esta razón, explica Peña, los alemanes acuñaron un fuerte sentido nacionalista para “levantar el país” (126). Este afán patriótico los llevó a mirar el pasado para “sacar de él fe en el porvenir y entender mejor su presente”, por lo que dedicaron su vida a recolectar cuentos que estaban esparcidos por los campos alemanes y en la mente de sus habitantes (Peña, 126). En estas excursiones literarias se encontraron con que muchos de los cuentos no eran propios de Alemania, sino que “pertenecían muchos de ellos al patrimonio folklórico del alma universal de los pueblos” (Peña, 128). De esta manera, se dieron cuenta que el cuento de Caperucita que Perrault había publicado hace dos siglos atrás, era muy diferente de la versión que ellos poseían; la versión del francés contenía una moraleja explícita, mientras que al final feliz de los alemanes se agregó, comenta Peña, un héroe: el cazador. Finalmente, la versión de los hermanos Grimm es la que toma forma en la mayoría de las ediciones posteriores, por lo que el trabajo de los hermanos por conservar aquellos materiales literarios considerados vulgares o deleznables fue efectivo, ya que son parte del canon literario.

Ahora bien, ¿por qué esta historia es tan conocida? Y la pregunta toma mayor importancia si consideramos que muchos adultos jamás han leído la historia y la conocen solo porque la oían por boca de sus padres, así como los campesinos de Alemania la conocían por boca de sus antepasados. Por eso, ¿Qué existe en este relato para que en diversas partes del mundo se conserve la historia sin mayores modificaciones? Con todo esto intento afirmar que, aunque se ha analizado innumerables veces el relato de Caperucita Roja, siempre existe algo en la obra que sale a la luz; esa nueva significación nacida desde la tradición es, precisamente, mi defensa en pos de un nuevo análisis a partir del antiguo relato. Para ello basta con ver la cantidad de versiones actuales de Caperucita y que en esta tesina se intentará analizar algunas de ellas. Y si esto no es suficiente para defender nuevas interpretaciones, creo que las palabras de Máximo Gorki tomadas por Linda Volosky son claves para explicar la maravillosa naturaleza de los clásicos rescatada por los nuevos cuentos; hecho que demuestra la continua re-creación en nuestra sociedad:

El poder de la creación colectiva es confirmado definitivamente por el hecho de que en el transcurso de los siglos, no se ha producido una sola figura simbólica cuyas raíces no provengan de la creación popular o un solo tipo universal, que no existiera previamente en los cuentos o en las leyendas populares (38).

 

2.2 Clásicos con humor: Caperucita Roja de Pepe Pelayo, con ilustraciones de Alex Pelayo

Pepe Pelayo y Alex Pelayo, cubanos nacionalizados chilenos, son padre e hijo respectivamente; el primero es reconocido por sus obras infantiles cargadas de humor, y el segundo por su trayectoria en la ilustración. Pepe Pelayo ha publicado obras como Cuentos de Ada, El secreto de la cueva negra, Pepito el señor de los chistes, Draguito y el dragón, Trino de Colores, entre otros. Estas últimas dos últimas obras las realizó junto a su hijo Alex Pelayo. Precisamente, por la particular forma de plasmar la literatura infantil de estos creadores es que subtitulé este espacio como Clásicos con humor, ya que a continuación pretendo analizar el antiguo relato de Caperucita Roja de Perrault en paralelo a Caperucita Roja del el libro Pepito y sus libruras.

Este libro posee una particularidad que no puedo pasar por alto: Pepito, un niño creado por Pepe Pelayo, presenta en la introducción los cuentos clásicos que se relatarán y en los que se encuentra Caperucita Roja. Lo especial de este personaje ficticio es que crea un diálogo con los otros libros que lleva su nombre, por ejemplo, con Pepito, el señor de los chistes. De esta manera, el personaje Pepito traspasa los límites de la ficción para interactuar con la vida de sus creadores y con la de los lectores. No sería raro que los niños que leen dichas obras creyeran que Pepito es, en realidad, un niño de carne y hueso. Creo que este personaje es un trampolín importantísimo en el pacto ficcional creado ente lector (adulto o niño) y la obra, proceso facilitado, además, por el lenguaje ameno y cercano al habla común de un niño. Es más, Pepito en su introducción afirma que leeremos tres versiones suyas de los cuentos clásicos infantiles, y a continuación, se presenta como el niño más bromista del planeta. Es de esperar, entonces, que los relatos clásicos no estén desprovistos del humor que sirve de eje para las publicaciones de Pelayo.

¡Caperucita Roja de Pepe Pelayo comienza con el reconocimiento de la tradición de los cuentos infantiles, específicamente de Caperucita. Dicha mención de los clásicos se acentúa con el típico matutín inicial: Erase una vez, cuya “E” en erase está escrita en una especie de letra gótica sobre una placa amarilla; ilustración que refleja la antigüedad de la fórmula en los relatos clásicos, recalcada por un pequeño murciélago que cuelga en una de las esquinas de la letra. Citaré el comienzo del relato para una mejor explicación: “Erase una vez una niña llamada Caperucita, a la cual se le han hecho cientos de versiones de su cuento. Sin embargo, ella no conocía ninguna, porque odiaba leer”.

¡En lo anterior, entonces se introduce la típica frase inicial de los relatos de antaño y la posterior presentación de Caperucita que coincide, además, con el cuento de Perrault: una niña que se destaca por su capa roja. No obstante, la niña de esta versión posee una característica nueva en comparación a la de antaño: odiaba leer. Esta característica marca un límite temporal entre el clásico y la obra (re) creada, no solo porque sea una de las tantas versiones de Caperucita, sino porque es una Caperucita que ni siquiera tiene conocimiento de las lecturas anteriores. Pero el odio de Caperucita hacia la lectura pareciera venir por una falta de motivación más que por un simple capricho infantil. De esta manera, el desapego por los clásicos demostrado por la niña (aunque no total), abre la puerta para que el lector se enfrente a la lectura de una forma diferente. Si señalo que el desapego no es total, es porque es imposible extirpar del lector un relato tan conocido en el mundo. Así como adelanté en la introducción, los cuentos tradicionales como Caperucita crean una especie de fuente inamovible en nuestra mente, pues al acumular y acrecentar nuestro bagaje literario con las nuevas versiones, éstas se convierten en herramientas útiles para la experiencia estética. Esto último se conoce como competencia literaria.

Si bien Pelayo delimita una línea que lo separa del canon “viejo” por medio de estas innovaciones, aun así tiene claro que sin el conocimiento previo del antiguo relato, el niño o el adulto no comprenderá el sentido de las bromas y de la nueva historia a cabalidad. Por eso Martínez, citando a García Berrío, señala que “el sentido atribuido por cada acto de lectura a una obra está directamente influido por la multiplicidad de ejemplos de recepción simultáneos y anteriores” (El intertexto lector, 5), y este caso, Caperucita Roja de Perrault o de los hermanos Grimm influyen en el sentido nuevo de la Caperucita Roja de Pelayo, porque sin esto la comprensión del texto literario se haría, solamente, en un primer nivel de interpretación.

¡Prosiguiendo con la historia, Pelayo introduce características físicas de Caperucita que son anacrónicas para el antiguo relato, pero que acercan la obra al mundo contemporáneo del lector: “Caperucita era más linda que Miss Europa 1795. Pero tenía un carácter muy fuerte, una habilidad fuera de lo común para los deportes, era una experta en artes físico-culturistas y en artes marciales” (13). En la obra de Perrault se señala, simplemente, que Caperucita era “la más linda del mundo” (3). Dicha característica cataloga al personaje como un ser que sale de lo común y corriente, como si en la vida no existiera nada más importante que la belleza sobrehumana. Al comparar las dotes físicas de esta Caperucita con las inusuales habilidades de la Caperucita de Pelayo, es decir, la belleza casi sobre humana con las aptitudes para las artes marciales o las físico-culturistas, el resultado de tal superposición de personalidades termina provocando la risa; es una de las tantas reacciones ante la entrada de un nuevo sentido en la obra. Es más, y si el lector toma una actitud crítica y minuciosa con respecto al personaje (como yo en esta tesina), se atreverá a buscar en la web los registros sobre miss Europa 1795. Lo sorprendente es que en esta fecha no se celebró ningún festival de miss Europa, ya que recién en 1928 se fundó el concurso, por lo que: o se pone en duda la belleza de la nueva Caperucita (aunque en las ilustraciones no lo parece) o la ausencia de una miss fuera del plano ficcional permite la introducción de una niña más linda que una miss “pero” con un carácter fuerte y poseedora de habilidades fuera de lo común, rompiendo así, con la niña ingenua del cuento de Perrault o de los hermanos Grimm que desobedece las indicaciones de la madre. Desde una interpretación cultural, Caperucita rompe con el estereotipo de mujer-bella-estúpida. Sobre esto último, basta ver los videos de misses que son avergonzadas debido a su estupidez; la gran belleza que las enfila en estos monumentales concursos se opaca por la falta de cultura general y desplante discursivo. Por el contrario, Caperucita Roja de Pelayo es más linda que miss Europa 1795, y si bien esta miss no existió, ya que en esa fecha aún no se fundaba tal concurso, Caperucita ocuparía el lugar de aquella que no existió para posicionarse como la más linda de todas las misses posteriores. Además, Caperucita Roja siempre está consciente de las artimañas de este lobo y ningún disfraz o palabras cautivadoras la desvían de su camino, convirtiéndola así, en la niña más linda, pero inteligente.

¡Ahora bien, cuando la niña se encuentra con el lobo en el relato de Pelayo, es de esperar, nuevamente, que la descripción sea tan particular como la de la niña. El animal “venía vestido de traje azul marino y corbata roja. Llevaba un portafolio negro en la mano y cara de yo no fui”. De esta manera, la configuración del lobo en este relato se ayuda de distintos elementos para caracterizar al animal de “inocente” o más bien de “inofensivo”. Pelayo acude a la estigmatización que la sociedad tiene de los “ejecutivos” que llenan las calles de la gran ciudad para construir la personalidad del lobo; éstos se “visten” de hombres importantes, pero que esconden sus ambiciones de robar detrás del traje y el discurso, o como señala Perrault en su moraleja sobre los lobos: “Los hay de modales dulces, que no hacen ruido ni parecen feroces o malvados y que, mansos, complacientes y suaves” (7). Así, el lobo insiste en camuflar sus verdaderas intenciones, disfrazándose de ciruelo, señal de tránsito o de inodoro, formas que, claramente, causan la risa de los lectores. De esta manera, para que el niño o el adulto pueda hacer una interpretación o lectura exitosa (suponiendo la existencia de un receptor ideal), su intertexto lector, es decir, el mecanismo por el cual se hacen asociaciones literarias o no literarias, debe activar “nuestros conocimientos y nuestras experiencias lecto-literarias, que son estimulados por alusiones o citas en cualquier contexto comunicativo” (Mendoza, El intertexto lector 33). En la obra, el lector debería reconocer los nuevos elementos antes mencionados, para luego relacionar los saberes previos sobre el cuento y conectarlos con los nuevos en pos de una interpretación innovadora. Veamos lo que sucede más adelante:

-¿No me vas a preguntar qué ojos más grandes tengo? -le dijo el animal.

-Me imagino que los tienes así porque te asustaste mucho al verme con este cuchillo en mi cesta.

-¿Y no te interesa saber por qué tengo una boca tan grande?

-¡Por favor, Lobo! ¡Esas cosas son para niños chicos! ¿A quién vas a engañar? -le respondió Caperucita con un gesto de desdén (Pelayo 23).

El diálogo anterior es realizado entre Caperucita y el Lobo y es, por lo demás, una evocación clara del diálogo del relato original entre los mismos personajes. No obstante, el autor juega con las expectativas del lector, pues cuando Caperucita se acerca con “viveza” a la cama de la abuela (el lobo vestido de abuela) ésta ya sabe lo que el animal se estaba tramando. Por eso, el diálogo entre los personajes no puede dirigirse hacia el mismo final de la obra original. En este caso, es el lobo quien debe forzar la dirección de las preguntas hacia el texto previo con el fin de devorar a la niña. Caperucita con los brazos cruzados y una mirada carente de toda ingenuidad, responde a los reproches del lobo porque Caperucita no formula las preguntas del texto original. En este sentido, cuando Caperucita de Pelayo dice, ¡Esas cosas son para niños chicos! ¿A quién vas a engañar?, inmediatamente se produce un nueva significación de la obra: si bien la obra original entra como un símbolo invariante, en términos de Lotman, pues en el proceso de lectura reconocemos el texto previo a través de los diálogos o citas, dicho texto o símbolo, no obstante, entra al texto nuevo no solo para recordarnos la antigua historia del lobo y Caperucita, sino también para ser transformado por él. Así, las mismas palabras del texto antiguo no están destinadas a representar la ingenuidad de la niña de aldea que debe tener cuidado con los peligros de la vida al iniciar la adolescencia, y esto se refuerza con la ilustración que nos muestra a Caperucita colocando un palo en la boca del animal para evitar que la devore. Además, y como si fuera poco, el lector se dará cuenta de que es la misma niña que “con el cuchillo, le abrió el estómago [al lobo] y rescató a su abuelita” (Pelayo 25). Así, las niñas como la Caperucita de esta versión (y la única versión para ella), no necesitan un hombre del bosque que sustituya la falta de paternidad en el hogar como ocurre en la versión de los hermanos Grimm, sino que en un mundo tecnológico como el siglo XXI los niños tienen cierta independencia.

Así, Caperucita y su abuela, sus padres, hermanos y hasta un primo lejano[...], fueron muy felices. Bueno en realidad, no fue tan feliz como los demás, porque a partir de lo sucedido, entrenó y desarrolló tanto su cuerpo, que se le agarrotaron todos los músculos. Entonces, obligada por el reposo, se preocupó por desarrollar más su mente. Leyó miles de libros, entre ellos las versiones que se le han hecho a su cuento -incluyendo ésta, por supuesto. Cuando creció, Caperucita Roja se casó con un príncipe azul y tuvieron hijos violetas (Pelayo 27).

Finalmente, la familia es reunida tras el triunfo de Caperucita, y tras esto el lector podría esperar el típico y satisfactorio felices por siempre. Dicha fórmula final de matutina se configura como una especie de deus ex machina en los cuentos clásicos, pues en el relato de los hermanos Grimm, “acertó a pasar el cazador por delante de la casa” y ayudó a Caperucita abriendo el estómago del animal (4). No obstante, en el relato de Pelayo la típica fórmula final de felices por siempre no acaba ahí, sino que prosigue con un inesperado no fue tan feliz como los demás. De esta manera, elementos como el color violeta de los hijos de Caperucita Roja y el legendario príncipe azul de los cuentos de hadas (azul + rojo = violeta), provocan la risa de los lectores como manifestación valoradora de “lo innovador”. Y así como Caperucita se vio en la necesidad de leer las versiones de su cuento para ampliar su conocimiento y desarrollar su mente, el lector hace uso de su competencia literaria, es decir, de todo su bagaje literario previo, para los reconocimientos intertextuales que son “la base del progresivo desarrollo del personal intertexto lector” (Mendoza, El intertexto lector 47). A medida que el receptor/lector reconoce dichas intertextualidades, el saber literario del lector crecerá en pos de la buena recepción de “nuevos valores” en las obras nuevas (El intertexto lector 47). Además, no es coincidencia que la misma Caperucita Roja haya leído las versiones de su cuento, ya que dicho cambio bien podría significar un intento aparente de entrar en lo que Even-Zohar llama repertorio canonizado (El sistema literario 12). Con respecto a esto, creo que, y como bien explica Even-Zohar, el texto de Perrault o de los Grimm “ya no desempeña su papel en calidad de producto terminado, sino en tanto que potencial conjunto de instrucciones, esto es, en tanto que modelo” (12), y a esto agregaría en términos de Lotman, en tanto que símbolo potencial de nuevos vínculos de sentido (4).

¡Para terminar este apartado en torno a Caperucita Roja desde Pepe Pelayo y Alex Pelayo, quisiera citar a Linda Voloski que tiene mejores palabras para caracterizar el trabajo que estos artistas hacen con el humor: El humor provoca la alegría, la risa y esto abre el espíritu, lo hace más receptivo. Es por ello que los niños disfrutan con los cuentos humorísticos. El humor reduce las cosas de la vida a las justas proporciones. Además, lo cómico es lo más parecido a lo concreto que puede recibir un niño (107).

Copyright © Angélica Valenzuela. Publicado en Humor Sapiens con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.