¿Se ha preguntado usted por qué en todas las culturas y países los fotógrafos dicen “sonrían” antes de captar el instante en su cámara? Obvio que el ser humano desea trascender con una sonrisa en la boca. Todos actuamos diciendo: “si vamos a guardar un recuerdo que sea alegre y feliz, ¿no?”
¿Y no se ha dado cuenta que cualquier ser humano, de cualquier raza o cultura se reirá y sonreirá para demostrar alegría? ¿Se ha puesto a pensar que la acción de reír o sonreír se encuentra más allá de la percepción sensorial? ¿Sabe usted que un niño ciego de nacimiento sonríe como respuesta algo que le gusta? En fin, estamos todos de acuerdo en la importancia de la risa y la sonrisa y sus implicaciones fisiológicas, psicológicas y culturales.
Sin meterme en la importancia desde el punto de vista de la salud psicosomática, porque esa información es muy vieja y está al alcance de la mano de todos, sí me interesa dejar claro que cuando reímos o sonreímos somos mucho más tolerantes, cariñosos, comprensivos, amables y menos violentos y belicosos. La risa y la sonrisa está detrás de muchas soluciones que hoy buscamos social y personalmente.
Pero ahora basémonos solo en “el valor de la sonrisa”.
¿Es lo mismo reír que sonreír? ¿La risa y la sonrisa producen lo mismo en nosotros? ¿Una es más importante que la otra? ¿Cuál “nació” primero?
Muchos afirman que la risa es una evolución de la sonrisa. Otros que son independientes. Pero todos coinciden en que ambas juegan un papel similar.
Pero, ¿cómo se origina la sonrisa? Según los conductistas, surge como un movimiento facial fortuito. Según la Gestalt, sería la contrapartida natural al llanto, evocaría confort y cuidado. Según el psicoanálisis, es una respuesta de placer a las caricias. Otras teorías afirman que es un reflejo físico, o que la sonrisa evoluciona a partir de momentos musculares de los labios y de la boca durante el amamantamiento. Pero todos están de acuerdo que al principio es un comportamiento físico y evoluciona a conducta emocional y mental.
La sonrisa ha sido clasificada por los anatomistas y fisiólogos en 18 tipos, que abarcan desde la sonrisa “falsa” o “diplomática”, puramente social, que sólo involucra los músculos que rodean la boca (esta se ensancha mientras las comisuras de los labios son estiradas hacia atrás y ligeramente hacia arriba), hasta la “verdadera”, provocada por el humor, que involucra también los músculos que rodean los ojos, las mejillas, la nariz y casi todo el rostro. Todas, por supuesto, se producen sin manifestaciones sonoras.
Pero existe otro tipo de sonrisa, que a mí, personalmente, me interesa mucho, desde mi posición de humorista. Nosotros creamos con el objetivo de provocar un placer humorístico en el receptor, cuya exteriorización son la carcajada, la risa o la sonrisa. Pero resulta que ese placer humorístico puede también no exteriorizarse. Es lo que se llama “sonrisa interior” o efecto invisible de ese placer.
En general, la sonrisa ha sido poco valorada en relación con el humor, por el prejuicio de que lo que produce sólo sonrisas es inferior a lo que produce risas, como si se tratara de una cuestión puramente cuantitativa. El problema está en no saber distinguir una diferencia de fuerza o eficacia de una diferencia de índole. El hecho de que un chiste, por ejemplo, sólo haga sonreír, puede deberse a una pobre eficacia, pero también puede deberse a que, sencillamente, es un chiste para sonreír, no para reír. Es una cuestión cualitativa, y no representa la menor inferioridad.
Lo mismo hay que decir, y con más razón, en el caso de la “sonrisa interior”. Lejos de ser una expresión de humor débil, implica un alto nivel de realización en la fuente, y un alto nivel de desarrollo en el receptor. No hay que confundirla con la simple falta de respuesta que ocasiona lo que no nos hace reír. No puede haber sonrisa interior ante un chiste sin gracia, sin ingenio, por ejemplo, o que no entendemos.
Muchos humoristas -escénicos sobre todo-, sufren y hasta se frustran al ver que su público sólo sonríe y no explota en carcajadas. Y bueno, es para preocuparse si armó su repertorio con un humor creado con la intención de provocar carcajadas y sólo produce sonrisas. Pero si diseñó su actuación sólo para provocar sonrisas nada más y lo logra, quizás estamos ante un creador genial, “fuera de serie”, porque eso tampoco es fácil. En verdad, lo normal es que se mezclen las carcajadas, las risas y las sonrisas en un espectáculo humorístico.
¿Pero por qué digo que sería genial un programa que sólo produce sonrisas? Porque sin dudas, la sonrisa y la sonrisa interior es producto de un proceso más “inteligente”, más refinado, algo que enriquece más el espíritu.
Claro, no sé si estar hora y media o dos horas sonriendo interiormente y “pensando” en un teatro es sostenible. Quizás por eso lo que abunda, hasta en los “genios” del humor, es el balance de los diferentes tipos de risas.
En los humoristas gráficos sí se da más la importancia de la sonrisa que vengo señalando. Ante una obra gráfica elaborada artísticamente, de alta calidad humorística, la sonrisa y la sonrisa interior es el producto final de la intención del creador.
Pero terminemos la reflexión con una cita anónima (aunque se la han adjudicado a varios autores):
“Una sonrisa no cuesta nada, pero da mucho. Enriquece a quien la recibe, sin hacer más pobre a quien la da. Solo necesita un instante, pero algunas veces su recuerdo perdura para siempre. Crea felicidad en casa, genera buena voluntad, y es la contraseña de la amistad. Es un descanso para el preocupado, anima al desesperado, alegra al triste y es el mejor antídoto para todo tipo de problemas. No puede ser comprada, perdida ni robada, pues hasta el preciso momento en que se da, carece de valor”.