EL MEXICANO MÜNCHHAUSEN | Historia y albur: de humor mexicano

Ricardo Guzmán Wolffer
Abogado, narrador, poeta y dramaturgo.
Historia y albur: de humor mexicano

Article in English

 

El humor de cualquier nación refleja su historia.

En el caso mexicano, es ineludible hablar de la conquista como momento definitorio. En la mente del mexicano promedio sigue existiendo, aunque no lo acepte voluntariamente porque es admitir su propia minusvalía conceptual: la parte más difícil del conquistado es aceptar la eficacia actual de esa conquista.

Eso explica que el actual presidente de México hiciera una petición a España para que se disculpara por la conquista. En la mente de ese mandatario, representante legítimo de millones de sobreconquistados (en su mente inconsciente, por la conquista española; en su ignorancia política, por una persona que se sigue sintiendo agraviado por algo que sucedió hace medio milenio y que, encima, define al país actual), amén de hacerlo en español y tener apellidos hispanos. El chiste se cuenta solo. Si al menos el mandatario, emisario del pasado distante, tuviera nombres prehispánicos y hubiera hecho su reclamo en alguna de las muchas lenguas indígenas (o todas, no se vayan a sentir discriminadas algunas etnias) y solicitado que se le contestara en el español del siglo XVI (y en todas las variantes de lenguas aplicables a las usadas por cuantos soldados hubieran llegado en las tres carabelas malditas, diría ese tlatoani), quizás habría tenido una respuesta favorable, al menos para beneplácito de quienes seguimos leyendo a Bergson y su noción de que la repetición mecánica lleva al humor.

El largo atraco bancario contemporáneo en México donde, por ejemplo, uno de los bancos españoles con presencia en suelo azteca, quebrado en España,  fuera salvado por las sucursales mexicanas, merced a los recargos, intereses y cuotas inadmisibles en justicia, pero aceptados por los legisladores totonacas en la norma bancaria respectiva, al igual que para todos los bancos sin importar su origen peninsular, sería incomprensible salvo en la lógica del conquistado que acepta un timo vitalicio porque da por hecho que el conquistador siempre estará ahí y el obediente semiesclavo asume su imposibilidad para salir de su condición.

En el humor mexicano, tan amplio que excede lo político, sobrado éste en su magnificencia como paladín de la parodia ridícula, sugerir siquiera que podría abarcarse en un texto esa risa única del país del tequila y del pulque sería equipararnos en la fantasía de quienes suponen que los mexicanos seguimos vistiendo ropa de manta blanca y huaraches de piel. En la lógica del conquistado social surge el mayor cómico mexicano: Cantinflas. Remedo directo del peladito capitalino, más lumpen que proletariado (precisamente porque en su forma inicial nunca trabaja, se limita a deambular por las calles en busca de una oportunidad para comer y divertirse sin el engorroso trámite de trabajar con horario y salario fijos), el personaje creado por Mario Moreno “Cantinflas” predice en la lengua popular el fenómeno que ha caminado paralelo desde antes de la independencia: mantener la posibilidad de hablar sin ser entendido. Si el conquistador español desdibujó los nombres prehispánicos para dotarles de nueva identidad con el fonema que habían entendido proferir a los indígenas, a inicios del siglo XX, cuando los propios mexicanos se habían encargado de hacer a un lado a los pueblos originarios para tratar de entrar a la modernidad, especialmente con el llamado “milagro mexicano” de las guerras mundiales, Cantinflas ponía en la pantalla grande, luego de su paso por las carpas capitalinas (especie de circo ambulante, en su armado, pero sólo con números musicales y cómicos entrelazados) a ese hombre de mínimas posibilidades en la movilidad social, pero de tal ingenio que le servía para divertirse a costa de las clases medias y altas de la sociedad, engatusar al sistema judicial y ser un esquirol de las instituciones públicas mediante un lenguaje incomprensible que terminaría por añadirse al diccionario de la RAE con el verbo intransitivo coloquial “cantinflear”. A su lado, mal visto por los medios de comunicación y la academia, camina el albur.

La diferencia central del cantinfleo y del albur, es que Cantinflas nunca hacía referencia a aspectos sexuales, en tanto el albur es machista y no puede concebirse sin la imposición sexual al contrario, por lo cual sólo puede darse entre hombres, cuando no se trata de un ejercicio lúdico, como se da ahora, en la época de la corrección incluyente, al tener como campeona de albures por varios años a una mujer del barrio de Tepito, vieja zona de la capital mexicana, donde se dio la última batalla con los españoles en la multicitada conquista. Las clases educadas repudian el albur por suponerlo de las clases bajas, sin entender que se necesita igual o más agilidad mental para alburear que para invertir en la bolsa de valores.

Así que, para dar un esbozo de aquello que hace reír al mexicano, empezamos con una somera parte del lenguaje mexicano, tan nacional en su aplicación como universal en su concepto: las palabras tienen, por lo menos, tres sentidos. El del escucha, el de la RAE y el del emitente burlón que se divierte a costa del otro, extrapolación del conquistador a quien humilla por varias razones: insultarlo sin que se dé cuenta; apropiarse lingüísticamente de su hombría sexual, patrimonial y familiar; divertirse con los amigotes que presencian la burla o a los que les contará la proeza. En México se le llama albur al lenguaje de doble sentido, donde, vaya ironía, florece el neologismo palabril y se imposibilita la clasificación académica, anulando a la RAE en su cometido de tener un diagnóstico actualizado del estado de la lengua en el mundo hispano.

DERECHO Y ALBURES

Los comediantes Chaf y Queli, más muertos que la independencia económica mexicana, representan una cima de la creatividad azteca, poco publicitados precisamente por los prejuicios de quienes los ven con desdén por dar nota del hablar de la plebe nacional. Famosos desde los años 70 por sus discos, iniciaron una larga carrera de albures que comenzó en los 50 en radio, cine y televisión. No es raro el uso del albur de la víctima al victimario en temas como el laboral, el económico y hasta el político. Los albures son parte innegable del lenguaje mexicano.

Aquí una pequeña introducción lingüística al estilo de Chaf y Queli.

A ver, mis chiquitines, pongan atención, que el albur es cosa fina. Se ve pelón, pero pueden agarrar la idea sin mayor dificultad: desde pequeño has dado motivos para que te caiga el albur trapero, en este deporte, donde el más pelón se hace trenzas y juegas a las respuestas prontas, a veces sin entender que el albur, técnicamente, de acuerdo a la real academia de la lengua, se presta sólo para la riña verbal entre heterosexuales machos. Presumo que así es porque, si te fijas bien, verás al tuerto del entuerto, y con un soplido captarás que el albur conlleva una imposición carnal, por poder. En este México sojuzgado, ya lo dijo Octavio, chingas o te chingan, y en lo verbal se oculta esa coyunta inconsciente. Los analistas del albur hablan de una homosexualidad latente: técnicamente, las mujeres no pueden alburear porque no pueden imponer la cópula al hombre; y los homosexuales, de entrada, no tienen inconveniente en la imposición vía vaso no idóneo, precisamente por ser parte de sus preferencias; amén de que en el imaginario popular se les asume como golosas. Alguna vez la lingüista Magdalena Flores Peñafiel (quizás en defensa del carretonero marido) se decidió a buscar un paralelismo entre la coyunta masculina y las herramientas femeninas para lograr un albur que fuera propiamente mujeril: su mayor avance fue replicar al archiconocido “techo blanco” (¿recibió el mensaje de la penetración mencionada?), un ñango “techo rojo”, que es lo único que la mujer podría echarle a un hombre: lógico, su neologismo alburero fue abucheado, pues en verdad os digo: si un hombre no teme sexar con una dama en sus días de deslave interno, muestra más poderío y concupiscencia que los remilgosos abstenidos de hacer el beso del payaso, quienes además pierden esos días del calendario en los que la nota roja garantiza ausencia de embarazos sorpresivos.

Sírvase de esta pequeña introducción para evidenciar que albur, lo que se dice albur, sólo puede ser aquel que contemple una imposición carnal, ya sea por la puerta trasera o por donde pasa el hilo dental. De ahí que las pelandrujadas relacionadas con una actividad diversa serán todo, menos un albur.

Un muestrario de ello son los baños públicos. Y hasta los privados: hay quienes con una peculiar idea de la decoración, usan su propio baño para ponerle recaditos a los hijos marranos que son incapaces de jalar cada vez que van a dejar el cadáver de sus correrías en la búsqueda de la verdadera vitamina T (Tacos, Tamales, Tortas, Tlayudas y demás viandas con masa, mucha grasa y mínimo aporte nutritivo). En el baño de la casa de mi amigo el Puño (eufemismo de quien gusta de los tacos de granizo, morder almohadas o soplar nucas) está el siguiente poema en la pared: “Si vas al baño a hacer del uno o del dos por favor échale agua y dile adiós”. Esta bonita rima infantil, dio resultado: se acabaron los escopetazos y las moscas moradas en casa de Doña Puñeta (la esposa del Puño, se comprende). Cuando uno ve los miles de versos escritos con sólo Dios sabe qué tipo de crayón, hay que diferenciar si el ánimo autoral del poeta anónimo es glorificar el acto de descomer o pedir atención sobre el nudo de globo.

Donde el albur es frecuente es en la cultura culinaria. Póngame atención o se pierde la diversión. Aquí, como en todo tipo de albur, se advierte que éste puede ser franco, grotesco, o derivado del sentido de la frase donde, al hilvanar fonéticamente, las palabras dan nota de por dónde te pasaron a torcer: “chile en cajones”, por sí mismo no es un albur, a menos que la entonación del albureante imponga el doble sentido sobre el albureado, para establecer que el “chile encajo” y te quedas sentado y sorprendido. Hay muchas variantes: “chile en pomo”, “chile con clavo”. “Leche, té, chocolate”: leche te echo. En muchos lugares de la República se comen las “picaditas de hoyo”, lo que tampoco es albur, pero si te las piden con firmeza, no te queda más que tomar el reto y revirar con un albur igual. A ver si te quitas el arrimón verbal. Por el contrario, el albur puede ser poco elegante, pero efectivo. El albureante apuesta a que el sujeto pasivo no perciba el cambio de palabras, derivado de la afinidad fonética entre la palabra original y la suplantante: hamburgruesa, por hamburguesa; remamadas, por rebanadas; pitomate, por jitomate; lechupas, por lechugas, etc. Con lo cual se puede escuchar en las calles ofertas como: “llévese su hamburgruesa con sus remamadas de pitomate y lechupa”. Y faltan los autoalbures, que divierten por la impericia del usuario.

El albur da para mucho. Como se muestra en esta introducción pequeña, pero jugosa. Y en leyes y sentencias parece que hay un doble sentido que intenta ser ajeno al receptor del mensaje pseudo jurídico, quien supone desde la colonia española que cualquier intención del gobernante (desde el presidente de la república hasta el policía, el diputado o el juez) es imponernos algo que, por decir lo menos, no conviene ni siquiera a los usuarios de la almohada como hilo dental, para desagrado de cultos y culteranos, quienes se niegan a equiparar en el mismo saco lingüístico al albur pedestre con la pluma inmaculada y tan culta de nuestro premio nobel literario, que resulta incomprensible para muchos, como un albur de la mayor eficacia y penetración, como unas leyes que apenas comprendemos cuando nos obligan a pagar y pagar al erario, al comerciante o al ciudadano de mayores recursos.

Nota: Si desea enviarnos un albur de su país, ciudad o zona de nacimiento o residencia, se agregará a este artículo, dando el crédito correspondiente y lo agradeceríamos mucho.

 

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podcast: “literatura y derecho (y más)”

 

 

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THE MEXICAN MÜNCHHAUSEN | History and "albur": mexican humor

By Ricardo Guzmán

 

The humor of any nation reflects its history.

In the Mexican case, it is unavoidable to speak of the conquest as a defining moment. In the mind of the average Mexican it continues to exist, even if he does not accept it voluntarily because it is an admission of his own conceptual handicap: the most difficult part of the conquered is accepting the current effectiveness of that conquest.

This explains why the current president of Mexico made a request to Spain to apologize for the conquest. In the mind of that president, legitimate representative of millions of overconquered people (in his unconscious mind, by the Spanish conquest; in his political ignorance, by a person who continues to feel aggrieved by something that happened half a millennium ago and that, on top of that, defines to the current country), in addition to doing it in Spanish and having Hispanic surnames. The joke tells itself. If at least the president, an emissary from the distant past, had pre-Hispanic names and had made his claim in one of the many indigenous languages ​​(or all, some ethnic groups are not going to feel discriminated against) and requested that he be answered in the Spanish of the century . XVI (and in all the variants of languages ​​applicable to those used by all the soldiers who had arrived in the three cursed caravels, that tlatoani would say), perhaps there would have been a favorable response, at least to the pleasure of those who continue reading Bergson and his notion of that mechanical repetition leads to humor.

The long contemporary bank robbery in Mexico where, for example, one of the Spanish banks with a presence on Aztec soil, bankrupt in Spain, was saved by the Mexican branches, thanks to surcharges, interests and fees that were inadmissible in justice, but accepted by the Totonac legislators in the respective banking regulation, as for all banks regardless of their peninsular origin, would be incomprehensible except in the logic of the conquered who accepts a lifelong scam because it assumes that the conqueror will always be there and the obedient semi-slave assumes his impossibility to get out of his condition.

In Mexican humor, so broad that it exceeds the political, which is more than enough in its magnificence as a champion of ridiculous parody, to even suggest that this unique laughter of the country of tequila and pulque could be covered in a text would be to equate ourselves in the fantasy of those who suppose that we Mexicans continue to wear white blanket clothing and leather huaraches. In the logic of social conquest, the greatest Mexican comedian emerges: Cantinflas. The character created by Mario Moreno “Cantinflas” predicts in popular language the phenomenon that has run parallel since before independence: maintaining the possibility of speaking without being understood. If the Spanish conqueror blurred the pre-Hispanic names to give them a new identity with the phoneme that they had understood to utter to the indigenous people, at the beginning of the 20th century, when the Mexicans themselves had taken it upon themselves to push aside the native peoples to try to enter to modernity, especially with the so-called “Mexican miracle” of the world wars, Cantinflas put on the big screen, after his time in the capital's tents (a kind of traveling circus, in its setup, but only with musical and comic numbers intertwined ) to that man with minimal possibilities in social mobility, but with such ingenuity that he used to have fun at the expense of the middle and upper classes of society, cajole the judicial system and be a scab of public institutions through incomprehensible language that It would end up being added to the RAE dictionary with the colloquial intransitive verb “cantinflear”. At his side, frowned upon by the media and academia, lies the "albur".

The central difference between cantinfleo and "albur" is that Cantinflas never made reference to sexual aspects, while "albur" is sexist and cannot be conceived without sexual imposition on the contrary, which is why it can only occur between men, when it is not about a playful exercise, as it happens now, in the era of inclusive correction, having as champion of mischief for several years a woman from the Tepito neighborhood, an old area of ​​the Mexican capital, where the last battle with the Spanish took place. in the multi-cited conquest. The educated classes repudiate the gamble because they assume it belongs to the lower classes, without understanding that it takes equal or more mental agility to gamble than to invest in the stock market.

So, to give an outline of what makes Mexicans laugh, we start with a brief part of the Mexican language, as national in its application as it is universal in its concept: words have, at least, three meanings. That of the listener, that of the RAE and that of the mocking speaker who has fun at the other's expense, an extrapolation of the conqueror whom he humiliates for various reasons: insulting him without him realizing it; linguistically appropriate his sexual, patrimonial and familial manhood; have fun with friends who witness the joke or to whom you will tell the feat. In Mexico, double meaning language is called a gamble, where, what an irony, the word neologism flourishes and academic classification is impossible, nullifying the RAE in its task of having an updated diagnosis of the state of the language in the Hispanic world.

LAW AND "ALBURES"

The comedians Chaf and Queli, deader than Mexican economic independence, represent a peak of Aztec creativity, little publicized precisely because of the prejudices of those who view them with disdain for taking note of the talk of the national plebs. Famous since the 70s for their albums, they began a long career of adventure that began in the 50s on radio, film and television. It is not uncommon for the victim to use the victim's chance to the perpetrator in issues such as labor, economic and even political issues. Albures are an undeniable part of the Mexican language.

Here is a short linguistic introduction to the style of Chaf and Queli.

Let's see, my little ones, pay attention, the risk is a fine thing. He looks bald, but they can grasp the idea without much difficulty: since he was little you have given reasons to fall for the trap trapper, in this sport, where the baldest ones braid themselves and you play with quick answers, sometimes without understanding that the albur, technically, according to the royal academy of the language, lends itself only to verbal quarrels between heterosexual males. I presume that this is the case because, if you look closely, you will see the one-eyed man in the wrong, and with a breath you will understand that the gamble entails a carnal imposition, by power. In this subjugated Mexico, Octavio already said it, fuck you or fuck you, and in the verbal the unconscious situation is hidden. Analysts of albur speak of a latent homosexuality: technically, women cannot have albur because they cannot impose copulation on the man; and homosexuals, to begin with, have no problem with imposition via an unsuitable vessel, precisely because it is part of their preferences; In addition to the fact that in the popular imagination they are assumed to be sweet tooths. Once upon a time, the linguist Magdalena Flores Peñafiel (perhaps in defense of her carter husband) decided to look for a parallel between the masculine situation and the feminine tools to achieve a venture that was properly feminine: her greatest advance was to replicate the well-known “white roof” ( Did you receive the message of the aforementioned penetration?), a ñango “red roof”, which is the only thing that a woman could throw at a man: logically, her neologism was booed, because truly I tell you: if a man is not afraid Sexing with a lady on her days of internal waste shows more power and concupiscence than the squeamish people who refrain from doing the clown's kiss, who also lose those calendar days in which the red note guarantees the absence of surprise pregnancies.

Use this short introduction to show that albur, what is called albur, can only be that which contemplates a carnal imposition, either through the back door or through where the dental floss passes. Hence, the hassles related to a diverse activity will be anything but a gamble.

An example of this are public bathrooms. And even the private ones: there are those who with a peculiar idea of ​​decoration, use their own bathroom to give messages to the pig children who are incapable of pulling every time they are going to leave the corpse of their adventures in the search for the true vitamin T (Tacos, Tamales, Tortas, Tlayudas and other foods with dough, a lot of fat and minimal nutritional contribution). In the bathroom of my friend El Puño's house (a euphemism for someone who likes hail tacos, biting pillows or blowing on the back of necks) there is the following poem on the wall: “If you go to the bathroom to do one or two, please pour water on it and say goodbye.” This beautiful children's rhyme paid off: no more gunshots and purple flies at Doña Puñeta's house (Fist's wife, of course). When one sees the thousands of verses written with only God knows what type of crayon, one must differentiate whether the anonymous poet's authorial intention is to glorify the act of eating or to ask attention to the balloon knot.

Where the "albur" is frequent is in culinary culture. Pay attention to me or the fun is lost. Here, as in all types of gamble, it is noted that it can be frank, grotesque, or derived from the meaning of the phrase where, when strung together phonetically, the words give a note of where they happened to turn: “chile in drawers”, by itself it is not a gamble, unless the intonation of the albureante imposes the double meaning on the albureado, to establish that the “chili fit” and you are left sitting and surprised. There are many variants: “chile en pomo”, “chile with clove”. “Milk, tea, chocolate”: I pour milk for you. In many places in the Republic they eat "picaditas de hoyo", which is not a mistake either, but if they ask you firmly, all you have to do is take the challenge and try with the same risk. Let's see if you can get rid of the verbal pressure. On the contrary, gamble can be inelegant, but effective. The albureante bets that the passive subject does not perceive the change of words, derived from the phonetic affinity between the original word and the supplanting word: hamburgruesa, for hamburger; rowed, by slices; pitomate, for tomato; lechupas, for lettuces, etc. With which you can hear offers on the streets like: “take your hamburger with your pitomate and lettuce tops.” And the auto-albures are missing, which amuse the user's inexperience.

The gamble goes a long way. As shown in this small, but juicy introduction. And in laws and sentences it seems that there is a double meaning that tries to be alien to the recipient of the pseudo-legal message, who assumes from the Spanish colony that any intention of the ruler (from the president of the republic to the police officer, the deputy or the judge) It is imposing something on us that, to say the least, does not even suit the users of the pillow as dental floss, to the displeasure of cultured and cultured people, who refuse to equate in the same linguistic bag the pedestrian gamble with the immaculate pen and so culture of our literary Nobel Prize, which is incomprehensible to many, as a gamble of the greatest efficiency and penetration, as laws that we barely understand when they force us to pay and pay the treasury, the merchant or the citizen with greater resources.

 

Note: If you would like to send us a piece of your country, city or area of ​​birth or residence, it will be added to this article, giving appropriate credit and we would greatly appreciate it.

 

sepukumex@gmail.com

podcast: “literature and law (and more)”

 

(This text has been translated into English by Google Translate)

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