Mafalda, el inmortal personaje de cómic creado por Joaquín Lavado, el inolvidable Quino, cumplió el pasado 29 de septiembre sesenta años, tres veces nada, si hacemos caso a Volver, el tango de Carlos Gardel (“Que veinte años no es nada”), pero seis décadas, al fin y al cabo. El mérito, por supuesto, no es que haya entrado en eso que muchos llaman la tercera edad, sino que la lleve tan bien. Por decirlo con la letra de otra famosa canción argentina, Honrar la vida, de Eladia Blázquez: “Eso de durar y transcurrir / no nos da derecho a presumir / porque no es lo mismo que vivir / honrar la vida”. Pero Mafalda claro que honra la vida. Lleva sesenta años honrándola. Su mérito, efectivamente, no es estar ya a las puertas de la séptima década de su existencia, sino mantener en toda plenitud su vigencia y actualidad después de tanto tiempo, como hará también dentro de otros sesenta años e incluso de seiscientos. Porque Mafalda es intemporal; más aún, eterna.
El personaje de Quino representa un símbolo de la identidad cultural y de la crítica social, no solo argentinas, sino occidentales en general. Su lucha contra el autoritarismo, el abuso, la corrupción, la vulgaridad y la violencia quedará para la historia. No es de extrañar que se convirtiera ya hace mucho en objeto de estudio de sociólogos y filósofos. Es el producto de humor gráfico argentino más internacional y el más traducido (a más de 30 idiomas, incluidos el inglés, el finlandés y el chino). De esta trascendencia da fe su estatua en Buenos Aires, en el barrio de San Telmo, un privilegio reservado a muy pocos personajes de ficción, como Don Quijote.
Descubrí a Mafalda en mi adolescencia, a los catorce años, aproximadamente, cuando entró en mi casa uno de esos libros con sus tiras que publicaba en España la editorial Lumen. No recuerdo muy bien de dónde procedía. Creo que se lo había dejado a mi hermana Pilar su amiga Blanca, gran admiradora de la criatura de Quino, porque poco después también le dejó a mi hermana el libro Todo Mafalda, que volví a leer con fruición y que más tarde me compraría en una nueva edición. Como es sabido, Mafalda
es una niña, pero no para ser leída por niños, sino por adultos. Es una niña que reflexiona sobre la realidad como reflexionaría una adulto cabal y juicioso, si lo hubiera. A mis catorce años, yo ya tenía la suficiente madurez intelectual como para entender y
disfrutar las tiras.
Por la misma época también también cayó en mis manos un libro con algunas de las tiras de Peanuts, Snoopy, Charly Brown, Carlitos o como queramos llamarlo. Probablemente también fueron un préstamo de Blanca a mi hermana. Lo cierto es que me entusiasmaron igualmente y, curiosamente, estos días, más de cuarenta años después, ando leyendo algunas de las viejas historias de los personajes de Charles M. Schulz en una colección integral que está comercializando Salvat en España. Si Quino dejó de dibujar a Mafalda en 1973 (nueve años después de su aparición en la prensa argentina), Schulz no cesó nunca de crear nuevas historias de Carlitos y Snoopy hasta su muerte en el año 2000, medio siglo después de crearlos. Falleció con las botas puestas a los setenta y siete años. No es tanto. El español Antonio Mingote dibujó su última viñeta de humor para el diario ABC de Madrid con noventa y tres años. El Carlitos de Schulz era otro niño para adultos. Tenía eso en común con Mafalda, y Quino lo tuvo en mente cuando creó a su personaje, como ha contado Miguel Brascó, padrino de Mafalda, pues él mismo le sugirió que imaginase una historieta que combinase a Peanuts con Blondie, la tira estadounidense ideada por Chic Young en 1930, cuando la agencia de publicidad Agens le pidió un dibujante capaz de urdir una tira para promocionar encubiertamente los electrodomésticos Mansfield.
Porque esta es otra historia bien curiosa relacionada con Mafalda: las circunstancias de su nacimiento. Nació como un instrumento publicitario; encubierto, por cierto. Curiosa y lamentablemente, cuando hace unos años escribí un artículo sobre las tiras promocionales que el humorista español Kiko da Silva dibujó para el Colegio de Dentistas de Pontevedra y Ourense, en Galicia, olvidé mencionar a Mafalda como antecedente ilustre. El caso es que las tiras publicitarias de Mafalda no llegaron a publicarse –iban a salir en Clarín– porque el diario detectó la publicidad encubierta y el acuerdo con la agencia se rompió. El nombre le viene de ahí, porque la marca Mansfield impuso que los nombres de todos los personajes de la tira comenzasen por la letra eme. Mafalda vería la luz después en el semanario Primera Plana, desde el 29 de septiembre de 1964 hasta el 9 de marzo de 1965; en el diario El Mundo, del 15 de marzo de 1965 al 22 de diciembre de 1967, cuando el periódico cerró; y en el semanario Siete días ilustrados, desde el 2 de junio de 1968 hasta la desaparición definitiva del personaje el 25 de junio de 1973. Quino dejó de dibujarlo oficialmente porque se había cansado de él, pero, como después dijo en alguna ocasión, si hubiera seguido haciéndolo seguramente habría terminado en la cárcel o exiliado, teniendo en cuenta los acontecimientos políticos que habrían de sucederse en Argentina. Aun así, el dibujante se exilió en Italia entre 1977 y 1983, después del golpe de Estado de Videla.
Mafalda solo resucitaría en ocasiones muy especiales, como la conmemoración del cincuenta aniversario de la Declaración de Derechos del Niño. Después de la desaparición de su hija de ficción, Quino continuó haciendo humor gráfico, pero sin un personaje fijo. Así nacieron sus libros: Gente en su sitio; Mundo Quino; Potentes, prepotentes e impotentes; Qué mala es la gente; Yo no fui; y Humano se nace, entre otros. Yo los descubrí en la Universidad, a mediados de los años ochenta del siglo pasado. Recuerdo que un compañero de colegio mayor Sergio– tenía alguno de ellos y me lo dejó. Fue todo un hallazgo. Hasta entonces pensaba que Quino solo había dibujado a Mafalda.
Recuerdo que me satisfizo saber que el dibujante era hijo de españoles, en concreto de dos andaluces de Málaga. Parecerá una tontería, pero lo sentí más mío aún, y eso que, primero, Mafalda es de todos porque su pensamiento no tiene fronteras y, segundo, siempre me sentí muy cerca del pueblo y de la cultura argentinos. No sabría decir exactamente por qué, pero así fue desde muy temprano, desde esos mis catorce años en los que descubrí a Mafalda. Luego he tenido ocasión de viajar dos veces al país austral y aquí en España siempre he tenido buenos amigos argentinos, con los que he experimentado una comunicación especial.
También me alegró mucho la concesión a Quino del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2014. Fue el primer humorista gráfico (y por ahora el único) en recibirlo, lo que supuso todo un espaldarazo para este género que tanto ha tenido que luchar por labrarse el respeto en el mundo del periodismo y de la cultura en general. El primer humorista gráfico, digo, pero no el único humorista, porque tres años después lo recibirían sus compatriotas Les Luthiers, poniendo otra pica en Flandes para el reconocimiento del humor.
Quino murió el 30 de septiembre de 2020, a los ochenta y ocho años, pero Mafalda, aunque dejó de ser dibujada en 1973, sigue viva y tiene ya sesenta años, sus primeros sesenta, porque pronto vendrán sesenta más y hasta seiscientos, y el mundo seguirá celebrando su cumpleaños. No habrá tantas velas para poner en una tarta, pero lo que no faltarán serán personas dispuestas a brindar por el personaje y su creador.Larga vida a Mafalda. Larga vida a Quino. Larga vida al dibujo de humor inteligente y crítico y tierno a un tiempo.
Oh, humor, oh humor | Mafalda's 60s
By Felix Caballero
Mafalda, the immortal comic character created by Joaquín Lavado, the unforgettable Quino, turned sixty on September 29. Sixty years may feel like “three times nothing,” if we recall the words of the tango Volver by Carlos Gardel (“twenty years is nothing”), but it’s six decades, after all. The merit, of course, is not that she’s entered what many call the “third age,” but that she wears it so well. To put it in the words of another famous Argentine song, Honrar la vida by Eladia Blázquez: “Simply lasting, just getting by, / gives us no right to boast or lie, / because it’s not the same as living / a life that honors life.” And Mafalda certainly honors life. She’s spent sixty years honoring it. Her achievement is not merely reaching the threshold of a seventh decade but retaining her relevance and timeliness after so much time, and she will continue to do so sixty years, even six hundred years, from now. Because Mafalda is timeless; even more so, she is eternal.
Quino’s character represents a symbol of cultural identity and social critique not only in Argentina but in the Western world in general. Her struggle against authoritarianism, abuse, corruption, vulgarity, and violence will stand for all time. It’s no surprise that she has long been the subject of sociological and philosophical study. She is the most internationally recognized and translated piece of Argentine graphic humor (in over 30 languages, including English, Finnish, and Chinese). This importance is also reflected in her statue in Buenos Aires, in the San Telmo neighborhood, a privilege afforded to very few fictional characters, such as Don Quixote.
I discovered Mafalda during my adolescence, around age fourteen, when a book with her comic strips published by Lumen in Spain entered our home. I don’t quite remember where it came from; I think my sister Pilar’s friend Blanca, a great admirer of Quino’s creation, had lent it to her, as she later lent her the Todo Mafalda book, which I reread eagerly and later bought in a new edition. As is well known, Mafalda is a child, but she is not for children to read; she is for adults. She is a child who reflects on reality as a mature, sensible adult might, if such adults existed. At fourteen, I already had enough intellectual maturity to understand and enjoy the strips.
Around that same time, I also came across a book with some Peanuts strips — Snoopy, Charlie Brown, or Carlitos, as we may call it. It was probably also lent to my sister by Blanca. I enjoyed it equally, and interestingly, these days, more than forty years later, I am rereading some of the old stories of Charles M. Schulz’s characters in a comprehensive collection now available from Salvat in Spain. While Quino stopped drawing Mafalda in 1973 (nine years after her first appearance in the Argentine press), Schulz never ceased creating new stories of Charlie Brown and Snoopy until his death in 2000, half a century after their creation. He passed away still working, at seventy-seven. That’s not so old — the Spanish cartoonist Antonio Mingote drew his last cartoon for Madrid’s ABC newspaper at ninety-three. Schulz’s Charlie Brown was also a child for adults. He had that in common with Mafalda, and Quino had that in mind when creating his character, as Miguel Brascó, Mafalda’s godfather, recounted, for it was he who suggested that Quino imagine a strip that combined Peanuts with Blondie, the American strip created by Chic Young in 1930, after the Agens advertising agency asked for an artist who could create a comic to covertly promote Mansfield appliances.
This is another curious aspect of Mafalda’s origin: the circumstances of her birth. She was born as a marketing instrument, though covert. Interestingly — and regrettably — when I wrote an article some years ago on promotional strips that Spanish cartoonist Kiko da Silva drew for the Dentists’ Association of Pontevedra and Ourense, in Galicia, I forgot to mention Mafalda as a notable predecessor. In the end, Mafalda’s promotional strips never went to print; they were to be published in Clarín, but the newspaper detected the hidden advertising, and the agency’s agreement was terminated. Her name came from there, as Mansfield stipulated that the names of all the strip’s characters should begin with the letter M. Mafalda later saw the light of day in the weekly Primera Plana from September 29, 1964, to March 9, 1965; in the newspaper El Mundo from March 15, 1965, to December 22, 1967, when the paper closed; and in Siete Días Ilustrados from June 2, 1968, until the character’s definitive end on June 25, 1973. Quino officially stopped drawing her because he was tired of the character. But, as he once said, if he had continued, he would likely have ended up in jail or exile, given the political developments that would soon take place in Argentina. The artist went into exile in Italy from 1977 to 1983 after the Videla coup.
Mafalda only resurfaced on very special occasions, like the fiftieth anniversary of the Declaration of the Rights of the Child. After his fictional daughter’s retirement, Quino continued to create graphic humor, but without a fixed character. This led to his books: Gente en su sitio, Mundo Quino, Potentes, prepotentes e impotentes, Qué mala es la gente, Yo no fui, and Humano se nace, among others. I discovered them at university, in the mid-1980s. I remember a college roommate, Sergio, had a few and lent them to me. They were a real discovery, as until then, I had thought Quino only drew Mafalda.
I remember feeling gratified to learn that Quino was the son of Spaniards, specifically two Andalusians from Málaga. It may sound silly, but it made him feel closer to me. And anyway, first, Mafalda belongs to everyone because her thinking knows no borders, and second, I have always felt very connected to Argentine people and culture. I can’t quite say why, but it has been so since those early days at fourteen when I discovered Mafalda. Later, I had the chance to visit Argentina twice, and I’ve always had close Argentine friends here in Spain, with whom I share a special bond.
I was also delighted when Quino was awarded the Prince of Asturias Award for Communication and Humanities in 2014. He was the first (and so far, only) cartoonist to receive it, a significant boost for this genre, which has long had to struggle for respect in journalism and culture in general. The first cartoonist, I say, but not the only humorist, as three years later, his fellow countrymen Les Luthiers would receive it, marking another step toward humor’s recognition.
Quino died on September 30, 2020, at eighty-eight. But Mafalda, though no longer drawn since 1973, is still alive and now sixty years old — her first sixty, because another sixty and even six hundred more will come, and the world will continue to celebrate her birthday. There may not be enough candles for a cake, but there will be no shortage of people ready to toast to the character and her creator. Long live Mafalda. Long live Quino. Long live intelligent, critical, and tender humor.
(This text has been translated into English by Chat GPT)