Para saber hay que leer. No hay posibilidades de saber, sin saber leer. Hay gobiernos, entidades y personas que se lanzan a pelear contra el analfabetismo, sin entender que la ausencia de hábito lector es otro enemigo tan peligroso como aquel. Cada niño(a) que no aprende a disfrutar con la lectura tarde o temprano se acercará al analfabetismo funcional.
Pero para lograr que los niños(as) lean, nos encontramos con una enorme dificultad: leer es aburrido.
Si a un niño(a) sin hábito lector, le dan un libro que no le gusta, leer es aburrido. Más si lo obligan, y más aún si tiene que dejar de jugar, de ver televisión, de chatear, etc., porque esas actividades le dan placer y ese libro no.
Es como si el adulto le dijera: “¡No sientas más placer con esas cosas y siéntate ahí a leer este libro que no te gusta!”.
Leer es aburrido, y ver películas es aburrido, y escuchar música es aburrido. Ya que si no te gusta la película, sufres viéndola, y si no te agrada la canción, escucharla se te hace insoportable también.
Por lo tanto, para que un niño se interese en la lectura, tenemos que darle un libro que le guste, que le de placer.
Y sólo con placer se puede competir con esas actividades mencionadas que le dan disfrute también. No podemos ir contra esas actividades, debemos competir en buena lid con ellas. Si el niño(a) comienza a encontrarle placer a la lectura, él solito irá desplazando a la competencia.
Entonces es obvio que los adultos deben conocer a esos niños(as) y ofrecerles libros que les gusten y no pensar que hay que conquistarlos con clásicos o con lecturas “importantes”, porque esas lecturas pueden ser densas y aburridas para ellos en estos momentos. Esos libros “trascendentales” son para cuando ya posean el hábito lector y los guiemos hacia ellos, según la edad y el nivel de maduración intelectual de cada uno.
En mi experiencia, existe algo que les da mucho placer y me ha dado mucho resultado: el humor.
Además del gozo que provoca, utilizar el humor es imprescindible para trabajar el lenguaje, la compresión lectora y la imaginación. Usar el humor es saber mirar algo desde más de un punto de vista, por tanto, nos ayuda a mejorar la comprensión lectora, a ser críticos y lúcidos, sin dejar de pasarlo bien. Desarrollar el sentido del humor en los niños, es desarrollarles la creatividad, la inteligencia, la sensibilidad, el sentido crítico, el sentido común. Es hacerlos crecer espiritualmente. Es hacerlos mejores. Y asegurándonos que lo hagan en un medio alegre, sano, festivo y placentero. El sentido del humor, como el sentido estético e incluso el sentido común, se educa a través de juegos de palabras, adivinanzas, disparates, canciones, onomatopeyas, utilizando la fantasía y manejando siempre el lenguaje.
¡Ojo! Percibir el humor que nos rodea, expresarse y afrontar contrariedades con humor, aprender ciertas técnicas de creación de humor y divertirse, son objetivos a los que los libros infantiles deben colaborar.
Conclusión: con humor es imposible que leer sea aburrido.