Ay, humor, ay, humor | El Roto, acidez y lucidez

Félix Caballero Wangüemert
Escritor, humorista, periodista.
Ay, humor, ay, humor |  El Roto, acidez y lucidez

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El humorista gráfico español Andrés Rábago García (Madrid, 1947), conocido con el pseudónimo de El Roto, ha sido noticia últimamente porque la madrileña Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ha rechazado en votación su ingreso en ella como académico de número. La decisión ha provocado cierta polémica en los medios. Más allá de las filias y fobias de los académicos, y de que quizás algunos de ellos no acepten la crítica social que hace a diario el humorista, este rechazo pone de manifiesto, una vez más, que el dibujo de humor sigue siendo considerado un género menor por el mundo de las bellas artes, cuando no directamente ignorado. Precisamente por eso, entre otras razones, nacieron los museos de humor. Aquí en Galicia, desde donde escribo, tenemos el primero y más importante de la península ibérica: el de Fene, en la provincia de A Coruña, que fundó en 1984 Xaquín Marín Formoso, que desde hace casi cuarenta años publica una viñeta diaria en La Voz de Galicia, el tercer diario más difundido de España en la actualidad. En cualquier caso, porque hay que decirlo todo, Andrés Rábago recibió en 2017 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, que concede el Gobierno español.

Al margen de lo que piense la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Rábago como artista, lo cierto es que El Roto es un humorista gráfico extraordinario que tiene un don que yo no conozco prácticamente en ningún otro: sus viñetas son siempre sobresalientes, pero en sentido literal. No me merecen nunca una calificación menor de 9. Como digo, es algo excepcional. Hay humoristas que están siempre a un nivel alto, a veces incluso muy alto, pero El Roto está  siempre al máximo nivel. Y estamos hablando de un dibujante que publica una viñeta todos los días (en el diario madrileño El País).

Heterónimos

El Roto es más que un pseudónimo de Andrés Rábago; es un heterónimo. Otro fenómeno –este de los heterónimos de Rábago– que lo convierte en un humorista gráfico único. No conozco en el dibujo de humor ningún caso similar. Hay que ir al mundo de la literatura para encontrar algún autor con esta particularidad. Estoy pensando especialmente en el portugués Fernando Pessoa y sus heterónimos Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis. A lo largo de su carrera como humorista, Rábago ha tenido varios heterónimos, pues, antes que como El Roto, ha ejercido el dibujo de humor como OPS y Jonás. Además, su trabajo como pintor lo firma con su nombre real. Hace dos años se pudo ver en el Círculo de Bellas Artes de Madrid la exposición OPS, El Roto, Rábago. Una microhistoria del mundo, organizada por el Centro José Guerrero de la Diputación de Granada y comisariada por Óscar Curieses, que repasaba algunas de sus personalidades artísticas múltiples. Por cierto que el catálogo está aún a la venta y merece mucho la pena comprarlo.

Como OPS, Rábago colaboró en los años 70 del siglo pasado en publicaciones como la revista madrileña Hermano Lobo –fundada por Chumy Chúmez, otro gigante del humor gráfico español–, donde desarrolló un estilo dadaísta y dado al humor negro. Luego, en los años 80, ejerció de Jonás en diarios como El Día de Aragón, Diario de Navarra o El Correo de Andalucía. Sus viñetas las protagonizaron entonces “monigotes” con grandes narices y ojos saltones, dibujados de una manera simple e minimalista. En la actualidad, desde hace ya varias décadas, elabora como El Roto en el diario madrileño El País la mejor sátira que se puede encontrar en la prensa española, con una estética expresionista eudora de George Grosz y otros dibujantes centroeuropeos de entreguerras. Creo que podríamos describir el trabajo de este su último heterónimo con una paranomasia: acidez y lucidez. En efecto, las viñetas de El Roto son lúcidas y ácidas. Siempre inteligentes y siempre acertadas. Y siempre independientes. Siempre, en definitiva, como decía al principio de este artículo, sobresalientes.

¿Humor o sátira?

Con El Roto –o con Rábago, como prefieran– paso algo parecido a lo que acontecía con Álvaro Cunqueiro, el excelente fabulador gallego, y también poeta. Los dos se resisten –Cunqueiro se resistía, porque murió hace ya unos años– a ser calificados de humoristas porque identifican fundamentalmente el humor con la comicidad y ellos, claro, no hacen comedia. En el caso de El Roto, insiste en que hace sátira. Hay una cita de él en la introducción de uno de sus libros de viñetas que es bien significativa al respecto. Dice así:

“Lo que produce risa se modifica a lo largo del tiempo. El componente del humor está demasiado sujeto a los vaivenes del tiempo o de la moda, o incluso de las formas de pensamiento. Lo que normalmente perdura en el caso del humor gráfico es la estructura del dibujo que subyace. Lo que va a permanecer más tiempo en un dibujante de humor será su categoría formal y no su sentido del humor. Mientras que la sátira, al tratar temas sociales o políticos, que se repiten aunque sea de otra manera, nos es más próxima y más vigente. El humor es solo uno de los componentes de la sátira, no el único. El humor es más unívoco: busca directamente el lado cómico”.

Entendiendo lo que quiere decir El Roto, yo creo que tanto él como Cunqueiro son dos excelentes humoristas, concibiendo el humor como lo concebía otro gallego, el filósofo Celestino Fernández de la Vega: un esfuerzo por responder con sentido a una situación conflictiva que se mueve dentro de un horizonte de tragedia y comicidad, de risa y llanto. Una actitud que va acompañada de una expresiva sonrisa de comprensión y que nos enseña a no reír ni llorar indebidamente, sino a comprender y sonreír. Este humor es a veces “benévolo”, si aspira a superar la adversidad con la sonrisa comprensiva, y otras “sarcástico o negro”, cuando pretende evitar la desesperación con la sonrisa ácida y la burla de las propias flaquezas y de las circunstancias adversas.

Esto no quita que El Roto sea un gran satírico y, como tal, un moralista, en el mejor sentido de la palabra. Él mismo lo dice en el citado libro: “El dibujante satírico es un agente moralizador de una sociedad, que ejerce un papel muy determinado, yo creo que socialmente saludable, zahiriendo ciertos comportamientos que considera que van en contra de lo que se entiende por bien común. Creo que ese aspecto es necesario dentro de las sociedades, y por eso considero que la sátira tiene una cierta relevante función social”.

A este maestro del dibujo de humor y de la sátira, a este humorista gráfico siempre sobresaliente, es a quien la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando le acaba de cerrar sus puertas. Sus razones tendrá, y lo digo muy en serio. Yo no he estado presente en la votación en la que fue rechazado, ni mucho menos en las cabezas de los que votaron, así que no puedo ni debo opinar. Lo importante para nosotros, los lectores de periódicos y los amantes del humor gráfico, es poder seguir disfrutando a diario del privilegio de las viñetas de El Roto, de su lucidez y de su acidez.

 

 

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El Roto, Acidity and Lucidity
by Félix Caballero

 

Spanish cartoonist Andrés Rábago García (Madrid, 1947), known under the pseudonym El Roto, has recently made headlines because the Real Academia de Bellas Artes de San Fernando in Madrid voted against admitting him as a full academic member. The decision has sparked some controversy in the media. Beyond the personal likes and dislikes of the academy members—and the fact that some of them might not appreciate the social criticism the cartoonist delivers daily—this rejection highlights once again that humorous drawing continues to be seen as a minor genre in the fine arts world, if not outright ignored. Precisely for that reason, among others, humor museums came into being. Here in Galicia, where I write from, we have the first and most important one on the Iberian Peninsula: the one in Fene, in the province of A Coruña. It was founded in 1984 by Xaquín Marín Formoso, who has been publishing a daily cartoon for nearly forty years in La Voz de Galicia, currently the third most circulated newspaper in Spain. In any case—and this must also be said—Andrés Rábago was awarded the Gold Medal for Merit in the Fine Arts in 2017 by the Spanish government.

Regardless of what the Real Academia de Bellas Artes de San Fernando may think of Rábago as an artist, the truth is that El Roto is an extraordinary cartoonist who possesses a gift I’ve hardly seen in anyone else: his cartoons are always outstanding—and I mean that literally. I’ve never rated one below a 9. As I said, it’s something exceptional. There are cartoonists who consistently work at a high level, sometimes even very high, but El Roto is always at the highest level. And we’re talking about an artist who publishes a cartoon every day (in the Madrid-based newspaper El País).

Heteronyms

El Roto is more than a pseudonym for Andrés Rábago; it’s a heteronym. This phenomenon of Rábago’s heteronyms makes him a unique cartoonist. I know of no similar case in the world of humorous drawing. You have to look to literature to find an author with this particularity. I’m thinking especially of the Portuguese writer Fernando Pessoa and his heteronyms Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, and Ricardo Reis. Over the course of his career as a cartoonist, Rábago has used several heteronyms: before becoming El Roto, he worked under the names OPS and Jonás. He also signs his work as a painter under his real name. Two years ago, the Círculo de Bellas Artes in Madrid hosted the exhibition OPS, El Roto, Rábago: A Microhistory of the World, organized by the José Guerrero Center of the Diputación de Granada and curated by Óscar Curieses, which reviewed some of his multiple artistic personalities. Incidentally, the catalogue is still on sale and well worth buying.

As OPS, Rábago contributed in the 1970s to publications like Hermano Lobo, a Madrid magazine founded by Chumy Chúmez, another giant of Spanish cartooning, where he developed a Dadaist style with a tendency toward black humor. Then, in the 1980s, he worked as Jonás in newspapers such as El Día de Aragón, Diario de Navarra, and El Correo de Andalucía. His cartoons at the time featured “doodles” with big noses and bulging eyes, drawn in a simple, minimalist style. Currently, and for several decades now, he has created the best satire to be found in the Spanish press under the name El Roto, published in the Madrid daily El País, with an expressionist aesthetic reminiscent of George Grosz and other Central European illustrators from the interwar period. I think we could describe the work of this latest heteronym with a play on words: acidity and lucidity. Indeed, El Roto’s cartoons are lucid and acidic. Always intelligent, always spot-on. And always independent. Always, as I said at the beginning of this article, outstanding.

Humor or Satire?

With El Roto—or Rábago, if you prefer—I experience something similar to what happened with Álvaro Cunqueiro, the excellent Galician storyteller and also a poet. Both resist—Cunqueiro resisted, since he passed away some years ago—being labeled as humorists because they primarily associate humor with comedy, and they, clearly, do not do comedy. In the case of El Roto, he insists that what he does is satire. There is a quote from him in the introduction to one of his cartoon books that is quite telling in this regard. It reads:

“What provokes laughter changes over time. The humor component is too subject to the whims of time, fashion, or even modes of thinking. What usually endures in the case of graphic humor is the underlying structure of the drawing. What will last longest in a humorist’s work is their formal quality, not their sense of humor. Meanwhile, satire, by dealing with social or political issues—which, though changing in form, are recurring—remains closer to us and more relevant. Humor is just one component of satire, not the only one. Humor is more univocal: it directly seeks the comic side.”

Understanding what El Roto means, I still believe that both he and Cunqueiro are excellent humorists, conceiving of humor as another Galician, the philosopher Celestino Fernández de la Vega, did: as an effort to respond meaningfully to a conflictual situation that moves within a horizon of tragedy and comedy, of laughter and tears. An attitude accompanied by an expressive smile of understanding, which teaches us neither to laugh nor cry inappropriately, but to understand and smile. This kind of humor is sometimes “benevolent,” when it aims to overcome adversity with a knowing smile, and other times “sarcastic or dark,” when it seeks to stave off despair with an acidic grin and the mockery of one's own weaknesses and adverse circumstances.

None of this detracts from the fact that El Roto is a great satirist and, as such, a moralist—in the best sense of the word. He himself says so in the aforementioned book:

“The satirical cartoonist is a moralizing agent in society, playing a very specific role which I believe is socially beneficial, wounding certain behaviors considered contrary to what is understood as the common good. I believe this role is necessary in society, and that is why I believe satire has a certain important social function.”

This master of humorous and satirical drawing, this always-outstanding cartoonist, is the very person whom the Real Academia de Bellas Artes de San Fernando has just turned away. They must have their reasons—and I say that quite seriously. I was not present at the vote in which he was rejected, nor in the minds of those who voted, so I can neither know nor judge. What matters to us, the readers of newspapers and lovers of graphic humor, is that we can continue to enjoy the daily privilege of El Roto’s cartoons—of his lucidity and his acidity.

 

(This text has been translated into English by Chat GPT)

Copyright © Félix Caballero Wangüemert. Publicado en Humor Sapiens con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.