El mexicano Münchhausen | Amor sincero

Ricardo Guzmán Wolffer
Abogado, narrador, poeta, dramaturgo y humorista literario.
El mexicano Münchhausen | Amor sincero

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Enrique Jardiel Poncela, probablemente el humorista más famoso de su generación en habla hispana escribe “Amor se escribe sin h”. Prácticamente un tratado del amor literario, Poncela precisa la diferencia entre el amor y el erotismo, cuestiones importantes en la vida humana de todos los tiempos, pero el mayor mérito de su libro es establecer que nada es más amoroso que el humor. El humor entre familiares, entre las parejas, entre los vecinos y hasta entre los políticos es el punto central de cualquier relación humana, se entienda como humor lo que divierte o hace sonreír o se entienda como humor las emanaciones del cuerpo que sirvieron en la antigüedad para clasificar a las personas. En la posmodernidad, donde lo más relevante es la percepción personal, sea o no causada por el algoritmo de la inteligencia artificial, incluso para los sadomasoquistas o los codependientes, si las personas no se pueden reír de lo mismo es seguro que no podrán cimentar su relación. El asunto se hace complejo cuando el objeto del humor es la propia pareja en voz de su amado.

La obra novelística de Jardiel es poco valorada entre los académicos e historiadores literarios, pero quienes anteponemos la alegría al conocimiento (¿de qué sirve ser un docto triste o aburrido?) sabemos de los alcances de Poncela. En el panorama de la literatura contemporánea, el serio Gonzalo Torrente Ballester atribuye el éxito del autor a que “el efecto cómico se consigue por medio de la descoyuntación más extremada”, precaria descripción que hace más cómica la pluma de Jardiel. En esta peculiar novela de amores divertidos, al menos para el lector, se puede advertir el guiño hacia las llamadas novelas románticas donde necesariamente debe haber algún contacto carnal, se mencione o no, para enrarecer la trama y mostrar que la concupiscencia puede ser terrible, con resultados malsanos para quienes piensan que el amor se puede dar libremente: entre “Las relaciones peligrosas” y “Lola” clasificar las novelas románticas es complejo; ni hablemos de que la Biblia tiene muchas historias donde el amor se hace erótico y lo erótico se hace heroico, pero reto a los libreros a poner la biblia al lado de “Drácula” (los nuevos espectadores le dan más peso a la calentura del Conde por la mujer ajena que a todos los elementos góticos folklóricos de Stoker)  o las nuevas salvajadas denominadas “erotismo criptozoológico”. La compleja novela de Enrique nos muestra que el único amor es el que hace feliz a las personas. Si el humor tiene como finalidad la alegría del espectador, puede afirmarse que todo amor debe ser humorístico, pues incluso la burla más grotesca o abusiva inserta en el llamado humor negro sirve para divertimento de los afines a esa veta creativa. La lectura de Poncela nos recuerda que el humor siempre está referenciado a una época y un lugar, lo cual hace comprensibles las críticas de los académicos de su época, que poco crédito le dan. Hoy que se mira la risa como una posibilidad mística, por los efectos que logra en el cuerpo y la psique de quien se ríe, o como una posibilidad terapéutica individual y social, incluso como una herramienta de integración que evite la violencia, los méritos de Jardiel son distintos de quienes desean equipararlo con los autores reconocidos de su época; algunos ya olvidados, por cierto (¿Cuáles? No me acuerdo, les dije que son autores olvidados). Además, el humor tiene el peculiar mérito de parecer indefinible tanto para quienes lo crean como para quienes lo consumen. Una mirada de los enamorados, un chiste de doble sentido, un juego de palabras y hasta cierta caligrafía son herramientas que Enrique usa para divertirnos a costa de sus personajes o del precario conocimiento del autor sobre otras lenguas. Es una más de sus peripecias lingüísticas. Aquí, la trama se desarrolla en el zoológico y al ver a un buey que parece todo menos agresivo remata el chiste con el letrero que aparece junto a la jaula escribiendo (en una edición bien traducido y en otra edición mal traducido) “el toro salvaje de España”. Peor aún, en otra parte el propio Jardiel acepta haber hecho una mala traducción del francés que lleva a la descalificación viril del enamorado cuando la mujer le dice “mi todo pequeño”, cuando intentaba hacerle un apelativo amoroso cursiliento por usar el diminutivo.

Si hoy se clasifican algunas novelas como experimentales, ésta bien podría serlo, pues tiene insertos de fórmulas matemáticas, letreros tanto del ayuntamiento de Madrid como del cine y más, dibujos, cambios tipográficos, desarrollo interior de los personajes como si fuera Proust, cambios de escenarios y de flujo temporal, más otros experimentos literarios que en otros autores son ensalzados mientras que en Enrique se establece que restan mérito a esta peculiar gran obra, según sus críticos contemporáneos. En uno de los encuentros de los enamorados Silvia y Zambombo, el autor describe el pensamiento de cada uno de ellos y luego remata para establecer que esto ha sucedido “porque el hombre es el ser más ingenuo de la creación y donde la mujer pone cálculo, él no pone más que simpleza”.

Entre otros divertimentos para los lectores necios en seguirse entreteniendo cabe decir que la narración de esta novela incluye: 1. dedicatoria, 2. ruego al lector, 3. 8986 palabras a manera de prólogo, 4. apéndice breve, 5. nota importante, 6. cuerpo de la novela dividido en 3 libros y 13 capítulos, 7. otra nota de media página y 8. apéndice. Como puede suponerse, la novela en realidad solo está constituida por el punto número 6, pero el humor del autor se desborda de la narración; por ejemplo, en el “apéndice breve” se establece algo que solemos pensar quienes leemos a los humoristas, pero que Jardiel prefiere hacer explícito “todo puede ser verdad, pero todo puede no serlo”. Ya sea como una broma literaria más, al establecer que estas novelas románticas han sido tan estudiadas que el índice relativo puede ser inagotable, como sucede a quien clasifica el Quijote como una novela de amor entre el propio Quijote y su enamorada Dulcinea del Toboso, quien nunca se da por enterada que es el motor de una buena parte de esta novela establecida como mayúscula (quizás porque sólo existe en la mente idealizadora del antihéroe), o cualquier otra novela de caballería donde la sangre corre a raudales mientras la doncella es rescatada de dragones con mal aliento: con Poncela todo puede suceder, incluso que este exceso sea un manifiesto literario para introducir su postura de que toda obra romántica debe contener una serie de matices que llevan al divertimento, como muestra la nota al pie de página donde explica que la cita de Heine que ha colocado, en realidad no la ha escrito Heine sino el propio Jardiel y que ha puesto debajo el nombre de Heine “como podía haber puesto el de Landrú”.

Para quienes buscan intenciones metalingüísticas, Jardiel es un visionario en el tema de la libertad de derechos de autor al referir al inicio de la novela “es propiedad. Derechos reservados para todos los países, incluidos Mónaco y Andorra. Yes. Have non bananas by Enrique Jardiel Poncela. 1933”. Para mayor inri, en el “ruego al lector” Jardiel le pide a sus lectores que, una vez leída la novela, presten el libro ya que, cierto de que quien recibe un libro no lo devuelve, el primer lector estará obligado a comprar otro nuevamente. Claro, también pide que ese lector (y todos los demás, lógico) deben prestar ese segundo ejemplar y adquirir uno más, para después prestar este y así hasta que los pocos amigos que le queden al autor no dejen la costumbre de prestar libros, con lo cual Poncela hará un negocio y quedará muy agradecido.

Más aún, el autor se consterna del hecho relativo a que la iglesia hubiera existido durante siglos sin reconocer la existencia del alma femenina, pero considera que la iglesia se ha precipitado al hacerlo. Habrá quien tome esta ocurrencia como un chiste antifeminista, pero es evidente que sólo se trata de un remate de chiste. La nueva visión derivada de la doble moral norteamericana, donde se supone que todo debe ser bonito, educado y sin molestar a nadie, haría impublicable el texto de Poncela cuando evidentemente siempre hay alguien capaz de hacerse el ofendido con tal de salir a medios y obtener un minuto de fama viral. En ese tenor resulta de doble tino el diálogo donde 2 hombres hablan sobre la desgracia matrimonial de uno de ellos aduciendo el espectador del cornudo que las mujeres solo entienden la música ejecutada con las trompas de Falopio, a lo que el marido abandonado dice que su odio hacia la esposa no está motivado porque se hubiera fugado con su amante sino porque en su carta de despedida ella le ha deseado una buena reuma y el día que la ha leído ha sentido los primeros dolores; mejor aún, al advertir que las piernas rígidas era una condición vitalicia se dedicó a cultivar el ejercicio del remo por ser el único para el cual no necesitaba mover los pies. Su desgracia se ha dado cuando en una de sus muchas prácticas cayó al agua y, al ser un hombre sereno que sabía nadar, sacó su pipa y pretendió llenarla de tabaco, pensando que alcanzaría la orilla nadando únicamente con las piernas. Para su desgracia había olvidado que el reuma le tenía las piernas inmovilizadas lo cual motivó que el marido abandonado cayera al fondo del lago y fuera sacado once días después, envuelto en líquenes y mucho más muerto de lo que le conviene a un hombre que tiene cierto interés en seguir viviendo. Como puede verse, lo que parece ser un chiste ofensivo para las mujeres es sólo el medio para establecer la estulticia de los hombres, con lo cual se puede decir que el humor de Enrique es más complejo de lo que los defensores de la corrección política quisieran.

La tentadora oportunidad de divertirse con el análisis de “Amor se escribe sin hache” siempre choca con la paciencia de los lectores. A menos que así lo soliciten para posteriores entregas. Baste cerrar con el señalamiento de la avalancha inagotable de diálogos amorosos o sobre el amor, donde Enrique establece que el amor de las mujeres es un tema inagotable para el cretinismo agudo de muchos escritores. De ahí puede rescatarse la derivación relativa a que en el amor sincero no se considera la forma de las posaderas femeninas, incluso si éstas no existen: ese es el amor sincero. 

 

Humor Sapiens recomienda más reflexiones en el podcast “Literartura y derecho (y más) del abogado, narrador, poeta, dramaturgo y humorista literario, Ricardo Guzmán Wolffer…

https://open.spotify.com/episode/0h2BdqsGSakPqWDSmwfL9u?si=eRuYC_aST1O6…

 

 

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Enrique Jardiel Poncela

 

 

Sincere love

By Ricardo Guzmán Wolffer

 

Enrique Jardiel Poncela, arguably the most famous Spanish-speaking humorist of his generation, wrote "Love is spelled without an h". Virtually a treatise on literary love, Poncela clarifies the difference between love and eroticism—both key aspects of human life across time—but the greatest merit of his book is asserting that nothing is more loving than humor. Humor among family members, couples, neighbors, and even politicians is the cornerstone of any human relationship, whether humor is understood as something that entertains or makes us smile, or as the bodily fluids once used in ancient times to classify people.

In postmodernity, where personal perception reigns—whether or not shaped by artificial intelligence algorithms—even for sadomasochists or codependents, if people cannot laugh at the same things, they will surely be unable to build a relationship. Things get complicated when the subject of humor is one’s own partner, voiced by their beloved.

Jardiel’s novels are undervalued by academics and literary historians, but those of us who value joy over knowledge (what’s the point of being a sad or boring scholar?) recognize Poncela’s reach. In the landscape of contemporary literature, the serious Gonzalo Torrente Ballester attributes the author's success to “comic effect achieved through extreme dislocation”—a flimsy description that only makes Jardiel’s wit more humorous.

In this peculiar novel of amusing love stories—at least amusing for the reader—one can detect a wink toward so-called romantic novels, which necessarily involve some carnal contact (whether mentioned or not) to complicate the plot and show that lust can be terrible, with unhealthy outcomes for those who believe love can flow freely. Between Dangerous Liaisons and Lola, classifying romantic novels is a complex task; and we won’t even mention the Bible, which contains many stories where love turns erotic and the erotic becomes heroic—but I challenge booksellers to shelve the Bible next to Dracula (modern readers focus more on the Count’s lust for another man’s woman than on Stoker’s gothic folklore) or next to the new grotesqueries known as “cryptozoological erotica.”

Jardiel’s complex novel shows us that the only true love is the one that makes people happy. If humor’s goal is the viewer’s joy, then all love must be humorous—even the most grotesque or abusive mockery in so-called dark humor serves to amuse those attuned to that creative vein.

Reading Poncela reminds us that humor is always rooted in a specific time and place, which makes the critiques by his contemporaries understandable—those who gave him little credit. Today, when laughter is seen as a mystical possibility (due to the effects it has on the body and psyche of the one laughing), or as a therapeutic individual and social tool, even as a means of preventing violence, Jardiel’s merits are different from those who seek to equate him with the renowned authors of his time—some of whom, by the way, are already forgotten (Which ones? I don’t remember; I told you they’re forgotten).

Moreover, humor has the peculiar trait of being seemingly undefinable both for creators and audiences. A glance between lovers, a double entendre, a wordplay, or even a specific handwriting style are tools Enrique uses to amuse us at the expense of his characters or the author's own limited knowledge of foreign languages. This is yet another of his linguistic acrobatics.

Here, the story unfolds in a zoo, and upon seeing an ox that appears anything but aggressive, he delivers the punchline with a sign beside the cage that reads (in one edition well translated, in another poorly translated): “the wild bull of Spain.” Worse yet, elsewhere Jardiel himself admits to having mistranslated from French, leading to the emasculation of the enamored man when the woman says “my all little,” while attempting a sappy, diminutive love term.

If today some novels are classified as experimental, this one surely qualifies. It includes mathematical formulas, signs from the Madrid city hall and movie theaters, illustrations, typographical changes, inner character development à la Proust, shifting settings and temporal flow, along with other literary experiments that would be praised in other authors but, according to his contemporary critics, supposedly diminish the value of this peculiar masterpiece.

In one encounter between lovers Silvia and Zambombo, the author describes each one’s thoughts and then concludes: “because man is the most naive being in creation, and where the woman applies calculation, he offers only simplicity.”

Among other amusements for stubborn readers who insist on enjoying themselves, the novel includes:

  1. a dedication,
  2. a plea to the reader,
  3. 8,986 words as a kind of prologue,
  4. a brief appendix,
  5. an important note,
  6. the body of the novel divided into 3 books and 13 chapters,
  7. another half-page note, and
  8. an appendix.

As one might guess, the actual novel only consists of item 6, but the author's humor overflows beyond the narrative. For instance, in the “brief appendix,” he states something that many of us who read humorists often think, but Jardiel prefers to say outright: “Everything may be true, but everything may also not be.”

Whether as yet another literary joke—claiming that these romantic novels have been so studied that their relative index could be endless—or as when someone classifies Don Quixote as a love story between the knight and his beloved Dulcinea del Toboso (who never even acknowledges she’s the engine behind much of this monumental novel, perhaps because she only exists in the idealizing mind of the antihero)—or any other chivalric novel where blood spills while the damsel is rescued from bad-breathed dragons: with Poncela, anything can happen. Even the excess can become a literary manifesto introducing his stance that every romantic work must include a range of nuances that lead to delight—such as the footnote explaining that the Heine quote inserted isn’t actually by Heine but by Jardiel himself, and that he wrote Heine’s name “just as he could have written Landrú’s.”

For those seeking metalinguistic intentions, Jardiel is a visionary on the topic of copyright freedom. At the beginning of the novel, he states: “This is property. All rights reserved for all countries, including Monaco and Andorra. Yes. Have non bananas by Enrique Jardiel Poncela. 1933.” To make matters worse, in his “request to the reader,” Jardiel asks that, once the novel is read, the reader lend the book, since—convinced that whoever borrows a book never returns it—the first reader will be forced to buy another one. Of course, he also asks that this reader (and all subsequent ones, logically) also lend that second copy and acquire yet another, and so on, until the few friends the author has left stop lending books, which will allow Poncela to make a profit and be deeply grateful.

Moreover, the author laments the fact that the Church existed for centuries without acknowledging the existence of the female soul, but he believes the Church rushed into doing so. Some may take this quip as an anti-feminist joke, but it's clear that it’s simply a punchline. The new vision born of American double standards, where everything is expected to be pleasant, polite, and inoffensive, would make Poncela’s text unpublishable today, as there's always someone ready to take offense just to appear in the media and go viral for a minute. In this light, the following dialogue shows double wit: two men discuss the misfortune of one of them, whose wife left him. The observer says that women only understand music played with the Fallopian tubes, to which the abandoned husband responds that his hatred toward his wife is not because she ran off with her lover, but because in her farewell letter she wished him a good case of rheumatism—and on the very day he read it, he began to feel the first pains. Even worse, when he realized that stiff legs would be a lifelong condition, he took up rowing, the only sport for which he didn’t need to move his legs. His misfortune came during one of his many outings: he fell into the water, and being a calm man who knew how to swim, he took out his pipe and tried to fill it with tobacco, thinking he could reach the shore swimming with just his legs. Unfortunately, he had forgotten that rheumatism had left his legs immobile, which caused the abandoned husband to sink to the bottom of the lake. He was pulled out eleven days later, covered in moss and much deader than is convenient for a man with some interest in staying alive.

As can be seen, what appears to be an offensive joke toward women is actually just a device to highlight the foolishness of men, showing that Enrique’s humor is more complex than defenders of political correctness would like.

The tempting opportunity to have fun analyzing Love Is Spelled Without an H always clashes with the patience of readers—unless, of course, they request more installments. Let us conclude by noting the endless avalanche of love-related dialogues, where Enrique asserts that women’s love is an inexhaustible topic for the acute cretinism of many writers. From there, we can draw the idea that in true love, the shape of a woman’s buttocks is not even considered—indeed, even if they don’t exist: that is true love.

Humor Sapiens recommends more reflections like this one in the podcast “Literature and Law (and more)” by lawyer, storyteller, poet, playwright, and literary humorist Ricardo Guzmán Wolffer:
https://open.spotify.com/episode/0h2BdqsGSakPqWDSmwfL9u?si=eRuYC_aST1O65C7l2kPFMg&nd=1&dlsi=6e173812404e4308

 

(This text has been translated into English by ChatGPT)

Copyright © Ricardo Guzmán Wolffer. Publicado en Humor Sapiens con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.