Ay, humor, ay, humor | El humor en los Evangelios

Félix Caballero Wangüemert
Escritor, humorista, periodista .
Ay, humor, ay, humor | El humor en los Evangelios

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La Navidad nos ofrece un buen pretexto para abordar un tema tan arriesgado como fascinante: el del humor en los Evangelios y, especialmente, en la persona de Jesús. Ah, ¿pero hay humor en los Evangelios? ¿Pero tenía Jesús sentido del humor? Por supuesto, aunque a muchos, desde trincheras bien distintas –el cristianismo más rigorista y el ateísmo más militante–, les cueste creerlo. San Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla y padre de la Iglesia, decía en el siglo IV que Jesús nunca se rio, porque asociaba –San Juan, no el Maestro– la risa con la necedad. Es cierto que los Evangelios no muestran a Jesús riendo ni una sola vez, pero supongo que porque la risa en él sería tan normal que les parecía superfluo destacarla. Yo, desde luego, lo imagino sonriendo siempre y riéndose muchas veces. Resumiré aquí las ideas principales de mi libro Jesús, humorista (2019), aunque recomiendo vivamente otro, Gracia de Cristo (2023), del poeta y profesor Enrique García-Máiquez.

La vida de Jesús comienza para el creyente con una humorada. La Encarnación –el hacerse Dios hombre– es una broma divina por lo que tiene de incongruencia, de reunión de opuestos: lo infinito y lo finito se encuentran, lo eterno y lo temporal se abrazan. Pero, a mi parecer, en la cruz tampoco faltan aspectos humorísticos, como veremos al final de este artículo. Se cierra así todo un círculo, lleno de buen humor humano y –para el creyente– también divino.

Las fuentes del humor evangélico

Las fuentes del humor evangélico son fundamentalmente dos: la cerrazón mental y la flaqueza moral de los discípulos; y las trampas y asechanzas de los fariseos y maestros de la ley.

La cerrazón mental y la flaqueza moral de los discípulos

La cerrazón mental de los discípulos, fruto de su falta de instrucción y de su creencia en un Mesías triunfal e inmediato, que va a liberar a Israel del yugo romano y a devolverle el esplendor político y militar de los tiempos del rey David, les impide entender lo que Jesús les quiere decir, especialmente que él no es ese Mesías glorioso, sino un Mesías sufriente, que tiene que padecer y morir a manos de sus enemigos, y resucitar al tercer día. Esta incapacidad para entender les lleva a malinterpretar sus hechos y palabras, dando lugar a situaciones cómicas marcadas por la incongruencia entre lo que Jesús les dice y lo que ellos interpretan, que llega a exasperar al Maestro: “¿Ni siquiera vosotros entendéis todavía?”; “¿Aún no entendéis ni comprendéis?”; “¿Es que tenéis embotada vuestra mente?”. Incluso ante una parábola tan diáfana como la del sembrador, ellos siguen sin comprender, y Jesús les dice: “¿No entendéis esta parábola? Entones, ¿cómo vais a entender todas las demás?”. El Maestro se exaspera, sí, pero no llegue nunca a desesperarse, precisamente por el esfuerzo comprensivo y compasivo –humorístico– que hace para entender a sus discípulos. Jesús necesitará mucha paciencia y humorismo para ir abriendo y modelando poco a poco sus mentes hasta que lleguen a comprender realmente su mensaje.

Veamos algunos ejemplos, verdaderamente divertidos. Cuando el Maestro les previene de “la levadura” (es decir, de las enseñanzas) de los fariseos y saduceos, ellos creen que les está regañando por haberse olvidado de llevar pan. Cuando le insisten en que coma algo y él les dice que tiene un alimento que ellos no conocen (cumplir el plan redentor del Padre), comentan entre sí: “¿Será que alguien le ha traído de comer?”. Cuando, durante la Última Cena, le dice a Judas que lo que va a hacer lo haga cuanto antes, ellos piensan que, como es el depositario de la bolsa común, le ha encargado que compre lo necesario para la fiesta o que dé algo a los pobres. Cuando, después de resucitar, les recuerda la promesa del Padre de que serán bautizados con el Espíritu Santo, le preguntan: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?”, porque incluso entonces siguen sin entender nada; no será hasta recibir el Espíritu Santo que comprenderán. Cuando, tras decirles que ya conocen al Padre, porque lo conocen a él, Felipe le pide: “Muéstranos al Padre”, y él le responde: “Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a mí ve al Padre. ¿Cómo me pides que os muestre al Padre?”.

La flaqueza moral de los discípulos también provoca situaciones cómicas y humorísticas. Su ambición, egoísmo, orgullo, ira y, sobre todo, su cobardía y falta de fe dan lugar a episodios que en ocasiones nos hacen sonreír abiertamente y en otras nos dejan con una media sonrisa, una sonrisa triste. El mecanismo de estas escenas es, más o menos, similar al de las generadas por la cerrazón mental de los apóstoles. Jesús debió de hacer un esfuerzo particularmente humorístico para comprenderlos y compadecerse de ellos en lugar de desesperarse. Y a nosotros, como lectores, la comicidad de algunos de esos pasajes también se nos vuelve humorismo al empatizar con la flaqueza moral que da lugar a ellos.

Vayamos con algunos ejemplos. La madre de los Zebedeo le pide a Jesús, llena de jactancia, que ordene que sus dos hijos se sienten a su derecha y a su izquierda en su reino. Los propios hermanos, tras ser mal recibidos en Samaría junto al Maestro, le preguntan con tanta ira como soberbia: “Señor, ¿quieres que mandemos que baje fuego del cielo y los consuma?”. El Maestro les dice que no se puede repudiar a la mujer y ellos confiesan sin disimulo que “no tiene cuenta casarse”. Pero es el episodio del lavatorio de los pies, en mi opinión, el más ilustrativo. Después de comer, Jesús se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándolos con una toalla. Este era un trabajo propio de esclavos, por lo que no debe extrañar la sorpresa y el escándalo de Pedro. “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? Jamás lo permitiré”, le dice taxativo. Pero Jesús le replica que si no le lava los pies no podrá contarse entre sus amigos. Y entonces Pedro, siempre tan impulsivo y todo corazón, le suelta una respuesta realmente humorística: “Señor, no solo los pies; lávame también las manos y la cabeza”. No podemos evitar sonreír ante sus palabras, al observar cómo se le va la fuerza por la boca, pasando en cuestión de segundos de no dejarse lavar los pies a pedirle a Jesús que le lave también las manos y la cabeza. El humorismo se acentúa aún más con la réplica del Maestro, que sonrojaría a cualquiera: “El que se ha bañado solo necesita lavarse los pies, porque está completamente limpio”.

Las asechanzas y trampas de los fariseos y saduceos

Si la primera gran del fuente de humor evangélico da lugar a una serie de situaciones fundamentalmente cómicas, la segunda –las continuas trampas que los fariseos y los saduceos le tienden a Jesús para intentar sorprenderlo en algo que les sirva para condenarlo a muerte– origina más bien situaciones humorísticas. El Maestro se revela un adversario avezado en el manejo del humorismo burlón como una forma de lucha indirecta.

Cuando los saduceos le preguntan capciosamente de quién será esposa en la resurrección la mujer que se casó sucesivamente con siete hermanos, a medida que fue enviudando de cada uno de ellos, les cierra la boca explicándoles que cuando resuciten nadie se casará, porque serán como ángeles. Cuando los cobradores del impuesto del Templo le preguntan a Pedro si Jesús paga el tributo, el Maestro le dice al discípulo que lo pague con la moneda de plata que encontrará en la boca del primer pez que pesque en el lago. Cuando le interrogan sobre si hay que pagar el impuesto al César, les pregunta de quién es la efigie de las monedas y remata: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. No es la única vez que contesta con una pregunta, en la tradición de la mejor ironía, como cuando quieren saber “con qué autoridad” actúa y él les responde: “El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres? Si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto”, y como callan, concluye: “Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago yo estas cosas”. Y en otras ocasiones, conociendo sus pensamientos (nada buenos) se adelanta a preguntar, como cuando tras perdonar los pecados del paralítico al que habían introducido en una camilla por el techo de la estancia –porque había tanta gente que no cabían por la puerta– y sabiendo que ellos (los fariseos) pensaban que blasfemaba, les espeta: “¿Qué es más fácil decir: tus pecados quedan perdonados o levántate y anda?”. Y añade, dirigiéndose al paralítico: “Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

Otras escenas cómicas

En los Evangelios encontramos además otras situaciones cómicas. Citaré solo algunas:

–Zaqueo subido a la higuera para poder ver al Maestro, pues era bajito y la multitud le impedía verlo. El hecho de que fuera un odiado cobrador de impuestos tiñe además de sátira la escena.

–La camilla del paralítico descolgada por un agujero en el techo porque había tanta gente en la estancia que era imposible introducirla por la puerta. En realidad es una escena tragicómica, por el riesgo de que el enfermo se caiga y por el estruendo y el pavor que la abertura del techo provoca en los presentes.

–El estupor de los discípulos cuando Jesús, en medio de la multitud, siente que la hemorroisa le ha tocado el manto: “Ves que la gente te está estrujando ¿y preguntas quién te ha tocado?”.

–Los rocambolescos preparativos de la entrada triunfal en Jerusalén y de la Última Cena: “Id a la aldea de enfrente. Al entrar, encontraréis un borrico atado, sobre el que nadie ha montado aún; desatadlo y traedlo”; “Al entrar en la ciudad, encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa donde entre, y decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está la sala para celebrar la pascua con mis discípulos?”.

–El joven cubierto solo por una sábana que sigue a Jesús en el momento de su prendimiento, y al ser detenido por los enviados de los sumos sacerdotes, escribas y ancianos, forcejea y huye desnudo, mientras la sábana queda en poder de quienes pretenden arrestarlo.

–La impulsiva reacción de Pedro cuando, al percatarse de que quien se acerca a ellos en la orilla del mar de Galilea es Jesús resucitado, se ciñe un vestido, pues estaba desnudo, y se tira al agua.

Las formas del humor de Jesús

El humorismo de Jesús se traduce muchas veces en broma cariñosa dirigida a sus amigos. Otras veces adopta forma de paradoja, ironía, parodia o hipérbole.

La broma cariñosa

La broma cariñosa la encontramos ya en los sobrenombres que Jesús les pone a los hijos de Zebedeo (“los hijos del trueno”, por su carácter impulsivo e irascible) y a Pedro (Cefas, “piedra”, por su cabeza dura). También en cantidad de pasajes, muchos de los cuales tienen lugar en el mar de Galilea, como los dos de la pesca milagrosa, antes y después de la resurrección (su “echad las redes” resulta siempre infalible, más que el “abracadabra” de los magos). O el de la tempestad calmada, cuando Jesús se duerme (¿o se hace el dormido?). O en el que anda sobre las aguas: primero se las ingenia para que los discípulos suban a la barca sin él y luego se les aparece pisando las olas, dándoles un susto de muerte, pues creen que es un fantasma, y después, como si le hubiera parecido poca broma, reta a Pedro a acercarse a él caminando también, y tiene que sacarlo del agua cuando Cefas se empieza a hundir al sucumbir al miedo.

Pero de broma también debemos calificar el encuentro con los discípulos de Emaús, con los que primero se hace el encontradizo, luego finge no saber nada de lo que ha pasado con él mismo y finalmente amaga con pasar de largo, dejándolos solos. O las bromas relacionadas con la comida, como el prólogo del milagro de los panes y los peces, cuando, ni corto ni perezoso, le dice a sus discípulos que les den ellos de comer a la multitud de más de cinco mil hombres (a los que hay que sumar las mujeres y los niños) que le seguían. O cuando, después de resucitar, se aparece en medio de los once, que estaban encerrados en casa por miedo a los judíos, y, ante el desconcierto de ellos, que lo creen un fantasma, les dice: “¿Tenéis algo de comer?”. O el episodio en el que Pedro se tira al agua, que termina con el Maestro invitándolos a saborear unos apetitosos peces a la brasa que aparecen en la playa como por arte de birlibirloque.

Las bromas, como se ve, continúan después de la Resurrección, como si Jesús resucitado quisiera anticipar a sus amigos que en el Reino todo será alegría y buen humor. A las ya citadas podemos añadir la que le hace a María Magdalena, que, cuando lo ve, cree que es el jardinero. O cuando se les aparece a los diez (no estaba Tomás; menos Judas, que se había suicidado tras traicionarlo) y, ante su incredulidad, les dice: “Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Broma a la que dará una vuelta de tuerca otro día que sí está Tomás: “Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente”.

La paradoja

La paradoja forma parte del ADN del cristianismo. La persona y la vida de Jesús están llenas de paradojas. Es Dios, pero es hombre. Es el Hijo de Dios, pero se refiere a sí mismo como “el Hijo del hombre”. Es el Mesías, pero no quiere que la gente lo sepa. Es todopoderoso, pero nace como el más desvalido de los niños y muere como el más desamparado de los hombres. Es la suma bondad, pero lo ajustician en la cruz como al peor de los malhechores.

No extraña, por lo tanto, que sea un maestro en el uso de la paradoja, que en sus labios se reviste muchas veces de humorismo, contribuyendo a manifestar aspectos de la realidad que permanecían ocultos. La utiliza en las parábolas, en las bienaventuranzas –bienaventurados los pobres, los que lloran, los que tienen hambre, los perseguidos– y, sobre todo, en sus sentencias, confundiendo siempre a unos aturdidos discípulos que no acaban de entender lo que quiere decir: “Dentro de poco dejaréis de verme, pero dentro de otro poco volveréis a verme”; “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”; “El que intente salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda, la recobrará”; “Al que tiene, se le dará, y al que no tiene, se le quitará incluso lo que tiene”. Las cabezas de sus limitados discípulos debían de echar humo. No es extraño que se preguntaran repetidamente unos a otros “¿qué ha querido decir?” y que a veces ni se atrevieran, por miedo, a preguntárselo a su Maestro.

En ocasiones, la paradoja se mezcla con la hipérbole, como en las famosas sentencias “Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el renio de los cielos”; “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?”;  o “Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!”.

Otras veces forma parte del sustrato de una perogrullada, una verdad tan evidente que resulta superflua enunciarla, pero que Jesús utiliza para captar la atención de su auditorio: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?”; “De los espinos no se recogen higos, ni de las zarzas se vendimian racimos”; “Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará?”. Son verdades de Perogrullo fundamentadas, precisamente, en la negación de una paradoja. Algunas participan también del pleonasmo, al incluir elementos redundantes con la misma finalidad persuasiva, pero el pleonasmo más famoso de los Evangelios es “¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!”.

La ironía

Después de la paradoja, la ironía es probablemente el recurso humorístico más usado por Jesús. En el Maestro acostumbra a revestirse de una burla sutil. La vemos en su defensa de las trampas y asechanzas que le tienden los fariseos y saduceos, muy especialmente cuando le preguntan si hay que pagar tributo al César o cuando contraataca con una pregunta. Ironía burlona también hay cuando llama “sanos” y “justos” a los fariseos (“No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”). O en el episodio de la mujer adúltera pillada in fraganti, cuando les dice que “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. O en la parábola del fariseo y el publicano que suben al templo a orar: “El fariseo, erguido, hacía interiormente esta oración: Dios mío, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres: ladrones, injustos, adúlteros”. O incluso cuando le pregunta a Nicodemo: “¿Tú eres maestro de Israel e ignoras estas cosas?”.

Esta ironía burlona se tiñe de humorismo en dos famosos diálogos con sendas mujeres. En el que entabla con la samaritana a la que le pide que le dé agua de un pozo, el humorismo surge de los equívocos y malentendidos de la mujer y del comentario de Jesús sobre su marido: “Cierto, no tienes marido. Has tenido cinco y ese con el que vives ahora no es tu marido”. En el otro episodio, el humorismo lo pone la mujer cananea que le pide que se apiade de su hija, maltratada por un demonio, con el requiebro que le hace en respuesta a la aparente severidad de Jesús: “No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos”, le dice el Maestro, y ella replica: “Cierto, Señor, pero también los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”.

La parodia

La ironía sutil de Jesús en sus respuestas a las asechanzas y trampas de los fariseos y maestros de la ley aumenta incluso un grado cuando parodia su hipocresía (“Cuando deis limosna, no hagáis tocar trompeta delante de vosotros”; “Cuando oréis, no os perdáis en palabras”; “Cuando ayunéis, no andéis cariacontecidos”). El Maestro se burla a veces de sus adversarios, aunque siempre con sutileza. Pero cuando tiene que criticarlos duramente no se anda con ambages: a Herodes Antipas le llama “zorro”; y a los fariseos y maestros de la ley, “sepulcros blanqueados” y “raza de víboras”.

En la Pasión también hay humorismo

La misma Pasión es también fuente de humorismo dolorido y sarcástico. Humorismo dolorido hay en el huerto de Getsemaní, cuando Jesús encuentra hasta tres veces dormidos a Pedro y los Zebedeo, a los que había llevado consigo para que oraran con él (las dos primeras veces manifiesta su contrariedad; la tercera, los deja por imposibles con una amabilidad irónica e indulgente: “Ahora ya podéis dormir y descansar”). O en inmediata pregunta a Judas poniendo de relieve la ironía del beso que le da (“¿Con un beso entregas al hijo del hombre?”). O cuando, camino del Calvario, exclama en un admirable ejercicio de sarcasmo dirigido a sí mismo: “Si hacen esto con el leño verde, ¿qué harán con el seco?”.

Pero es en la cruz donde Jesús alcanza el culmen de su humorismo, si se me permite tan audaz teoría, planteada no solo desde el respeto, sino también desde la fe, siempre escasa e imperfecta, en todo caso. Primero, por la paradoja de que, siendo el instrumento de su tormento, es también, y sobre todo, su trono. O dicho de otro modo: porque rechazando el mesianismo glorioso al que le incitan todos y abrazando el mesianismo sufriente ideado para él por su Padre es como se glorifica. Segundo, porque la cruz es su atalaya humorística por antonomasia, desde la que puede ver con distanciamiento la realidad y comprenderla, hasta transformar como por arte de alquimia la angustia de su primera invocación al Padre (“¡Díos mío, Díos mío! ¿Por qué me has abandonado?”) en la compasión y comprensión de la segunda (“Perdónalos, porque no saben lo que hacen”) y en la confianza de la tercera (“A tus manos confío mi espíritu”). Eso es justamente el humorismo, según el filósofo gallego Celestino Fernández: un intento por responder con sentido, sin perder la cabeza, a situaciones que aparentemente no lo tienen.

La cruz de Jesús es escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los creyentes es salvación y glorificación. Si Jesús es un loco por aceptar libremente encarnar el plan salvador del Padre que pasa por un mesianismo sufriente (padecer, morir en la cruz y resucitar al tercer día), es un loco consciente, el loco consciente del humorismo.

 

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Humor in the Gospels

By Félix Caballero

 

Christmas offers us a good pretext to address a topic as risky as it is fascinating: that of humor in the Gospels and, especially, in the person of Jesus. Ah, but is there humor in the Gospels? But did Jesus have a sense of humor? Of course, although many, from very different trenches – the most rigorous Christianity and the most militant atheism – find it difficult to believe it. Saint John Chrysostom, bishop of Constantinople and father of the Church, said in the 4th century that Jesus never laughed, because – Saint John, not the Master – associated laughter with foolishness. It is true that the Gospels do not show Jesus laughing even once, but I suppose that because laughter in him would be so normal that it seemed superfluous to highlight it. I, of course, imagine him always smiling and laughing many times. I will summarize here the main ideas of my book Jesús, humorista (2019), although I highly recommend another, Grace of Christ (2023), by the poet and professor Enrique García-Máiquez.

The life of Jesus begins for the believer with a joke. The Incarnation – God becoming man – is a divine joke because of its incongruity, the meeting of opposites: the infinite and the finite meet, the eternal and the temporal embrace each other. But, in my opinion, the cross does not lack humorous aspects either, as we will see at the end of this article. Thus a whole circle is closed, full of good human humor and – for the believer – also divine.

The sources of evangelical humor

The sources of evangelical humor are fundamentally two: the closed-mindedness and moral weakness of the disciples; and the snares and snares of the Pharisees and teachers of the law.

The closed-mindedness and moral weakness of the disciples

The closed-mindedness of the disciples, the result of their lack of education and their belief in a triumphant and immediate Messiah, who is going to free Israel from the Roman yoke and return to it the political and military splendor of the times of King David, prevents them from understanding what Jesus wants to tell them, especially that he is not that glorious Messiah, but a suffering Messiah, who has to suffer and die at the hands of his enemies, and be resurrected on the third day. This inability to understand leads them to misinterpret his actions and words, giving rise to comical situations marked by the incongruity between what Jesus tells them and what they interpret, which exasperates the Master: “Don't even you understand yet?” ; “Do you still not understand or understand?”; “Is it that your mind is dull?” Even in the face of a parable as clear as that of the sower, they still do not understand, and Jesus says to them: “Do you not understand this parable? So how are you going to understand all the others?” The Master becomes exasperated, yes, but he never becomes desperate, precisely because of the understanding and compassionate – humorous – effort he makes to understand his disciples. Jesus will need a lot of patience and humor to gradually open and shape their minds until they truly understand his message.

Let's look at some really funny examples. When the Master warns them about “the leaven” (that is, the teachings) of the Pharisees and Sadducees, they believe that he is scolding them for having forgotten to bring bread. When they insist that he eat something and he tells them that he has food that they do not know about (fulfilling the Father's redemptive plan), they comment among themselves: “Could it be that someone brought him something to eat?” When, during the Last Supper, he tells Judas that what he is going to do, he should do it as soon as possible, they think that, since he is the custodian of the common purse, he has commissioned him to buy what is necessary for the party or to give something to the poor. When, after being resurrected, he reminds them of the Father's promise that they will be baptized with the Holy Spirit, they ask him: “Lord, is it now that you are going to restore the kingdom to Israel?”, because even then they still do not understand anything; It will not be until you receive the Holy Spirit that you will understand. When, after telling them that they already know the Father, because they know him, Felipe asks him: “Show us the Father,” and he responds: “I've been with you for so long, and you still don't know me, Felipe? He who sees me sees the Father. How do you ask me to show you the Father?”

The moral weakness of the disciples also causes comic and humorous situations. Their ambition, selfishness, pride, anger and, above all, their cowardice and lack of faith give rise to episodes that sometimes make us smile openly and other times leave us with a half smile, a sad smile. The mechanism of these scenes is, more or less, similar to that generated by the closed-mindedness of the apostles. Jesus must have made a particularly humorous effort to understand them and sympathize with them instead of despairing. And for us, as readers, the comedy of some of those passages also becomes humorous as we empathize with the moral weakness that gives rise to them.

Let's go with some examples. The Zebedee mother asks Jesus, full of boasting, to order her two sons to sit on his right and left in his kingdom. The brothers themselves, after being poorly received in Samaria with the Master, asked him with as much anger as they were arrogant: “Lord, do you want us to command fire to come down from heaven and consume them?” The Master tells them that a woman cannot be repudiated and they openly confess that “there is no point in getting married.” But it is the foot washing episode, in my opinion, that is the most illustrative. After eating, Jesus begins to wash the disciples' feet, drying them with a towel. This was work typical of slaves, so Pedro's surprise and scandal should not be surprising. “Lord, will you wash my feet? “I will never allow it,” he tells her categorically. But Jesus replies that if he does not wash his feet he will not be able to be counted among his friends. And then Pedro, always so impulsive and full-hearted, gives him a really humorous response: “Lord, not just the feet; Also wash my hands and head.” We can't help but smile at his words, as we watch how the strength drains from his mouth, going in a matter of seconds from not allowing himself to be washed to asking Jesus to also wash his hands and head. The humor is accentuated even more with the Master's reply, which would make anyone blush: "He who has bathed only needs to wash his feet, because he is completely clean."

The Snares and Traps of the Pharisees and Sadducees

If the first great source of evangelical humor gives rise to a series of fundamentally comic situations, the second – the continuous traps that the Pharisees and Sadducees set for Jesus to try to surprise him in something that will serve to condemn him to death – gives rise to more good humorous situations. The Master reveals himself to be a seasoned adversary in the use of mocking humor as a form of indirect struggle.

When the Sadducees ask him whose wife will be the wife of the resurrection, the woman who successively married seven brothers, as she became the widow of each of them, shuts their mouths by explaining that when they are resurrected, no one will marry, because they will be like angels. . When the Temple tax collectors ask Peter if Jesus pays the tribute, the Master tells the disciple to pay it with the silver coin that he will find in the mouth of the first fish he catches in the lake. When they ask him if the tax must be paid to Caesar, he asks them whose effigy the coins are and concludes: “Give to Caesar what is Caesar's and to God what is God's.” It is not the only time that he answers with a question, in the tradition of the best irony, as when they want to know “with what authority” he acts and he answers them: “John's baptism, where did it come from, from God or from the men? If you answer me, I will tell you by what authority I do this”, and when they remain silent, he concludes: “Well, I will not tell you by what authority I do these things.” And on other occasions, knowing their thoughts (not good), he goes ahead to ask, like when after forgiving the sins of the paralytic who had been carried on a stretcher through the ceiling of the room - because there were so many people that they couldn't fit through the door - and knowing that they (the Pharisees) thought he was blaspheming, he blurted out to them: “Which is easier to say: your sins are forgiven or get up and walk?” And he adds, addressing the paralytic: “So that you may see that the Son of Man has power on earth to forgive sins, get up, take your mat and go home.”

Other comic scenes

In the Gospels we also find other comic situations. I will mention just a few:

–Zacchaeus climbed the fig tree to see the Master, because he was short and the crowd prevented him from seeing him. The fact that he was a hated tax collector also colors the scene with satire.

–The paralytic's stretcher hanging through a hole in the ceiling because there were so many people in the room that it was impossible to get it through the door. In reality it is a tragicomic scene, due to the risk of the patient falling and the noise and fear that the opening in the ceiling causes in those present.

–The stupor of the disciples when Jesus, in the middle of the crowd, feels that the hemorrhagic woman has touched his cloak: “You see that the people are squeezing you, and you ask who touched you?”

–The bizarre preparations for the triumphal entry into Jerusalem and the Last Supper: “Go to the village opposite. Upon entering, you will find a tied donkey, on which no one has yet ridden; untie him and bring him”; “As you enter the city, you will find a man carrying a jar of water; Follow him to the house where he enters, and say to the owner of the house: 'The Master says: Where is the room to celebrate the Passover with my disciples?'

–The young man covered only by a sheet who follows Jesus at the moment of his arrest, and when he is arrested by the envoys of the high priests, scribes and elders, he struggles and flees naked, while the sheet remains in the hands of those who intend to arrest him .

–Peter's impulsive reaction when, upon realizing that the person approaching them on the shore of the Sea of ​​Galilee is the resurrected Jesus, he puts on a dress, since he was naked, and jumps into the water.

The forms of Jesus' humor

Jesus' humor often translates into affectionate jokes directed at his friends. Other times it takes the form of paradox, irony, parody or hyperbole.

The affectionate joke

We already find the affectionate joke in the nicknames that Jesus gives to the children of Zebedee (“the children of thunder”, due to their impulsive and irascible character) and to Peter (Cephas, “stone”, due to his hard head). Also in number of passages, many of which take place in the Sea of ​​Galilee, such as the two of the miraculous fishing, before and after the resurrection (his “cast down your nets” is always infallible, more than the “abracadabra” of the Wizards). Or that of the calm storm, when Jesus falls asleep (or pretends to be asleep?). Or the one who walks on the water: first he manages to get the disciples to get into the boat without him and then he appears to them stepping on the waves, scaring them to death, because they believe he is a ghost, and then, as if It would have seemed like little joke to him, he challenges Pedro to approach him walking too, and has to pull him out of the water when Cephas begins to sink as he succumbs to fear.

But we must also describe the meeting with the disciples of Emmaus as a joke, with whom he first meets, then pretends not to know anything about what has happened to himself and finally threatens to pass by, leaving them alone. Or the jokes related to food, like the prologue of the miracle of the loaves and fishes, when, without hesitation, he tells his disciples to feed the crowd of more than five thousand men (the (which must be added the women and children) who followed him. Or when, after being resurrected, he appears among the eleven, who were locked up in the house for fear of the Jews, and, to their confusion, who believe him to be a ghost, he says to them: “Do you have anything to eat? ”. Or the episode in which Pedro jumps into the water, which ends with the Master inviting them to taste some appetizing grilled fish that appear on the beach as if by art of birlibirloque.

The jokes, as we can see, continue after the Resurrection, as if the resurrected Jesus wanted to announce to his friends that in the Kingdom everything will be joy and good humor. To those already mentioned we can add the one he does to Mary Magdalene, who, when she sees him, thinks he is the gardener. Or when he appears to the ten (Thomas was not there; except for Judas, who had committed suicide after betraying him) and, in the face of their disbelief, he tells them: “See my hands and my feet; It's me in person. Touch me and convince yourselves that a ghost does not have flesh and bones, as you see that I have.” Joke that will be given a twist another day that Tomás is there: “Put your finger closer and check my hands; Bring your hand closer and put it in my side. And do not be a disbeliever, but a believer.”

The paradox

Paradox is part of the DNA of Christianity. The person and life of Jesus are full of paradoxes. He is God, but he is man. He is the Son of God, but he refers to himself as “the Son of Man.” He is the Messiah, but he doesn't want people to know it. He is all-powerful, but he is born the most helpless of children and dies the most helpless of men. He is the utmost goodness, but they execute him on the cross as the worst of evildoers.

It is not surprising, therefore, that he is a master in the use of paradox, which on his lips is often clothed in humor, helping to reveal aspects of reality that remained hidden. He uses it in parables, in the beatitudes – blessed are the poor, those who cry, those who are hungry, the persecuted – and, above all, in his sentences, always confusing some stunned disciples who do not quite understand what he means. : “In a little while you will stop seeing me, but in a little while you will see me again”; “He who exalts himself will be humbled, and he who humbles himself will be exalted”; “Whoever tries to save his life will lose it; but whoever loses it will regain it”; “To him who has, to him will be given, and to him who does not have, even what he has will be taken away.” The heads of his limited disciples must have been smoking. No wonder they repeatedly asked each other “what did he mean?” and sometimes they did not even dare, out of fear, to ask their Master.

Sometimes, paradox is mixed with hyperbole, as in the famous sentences “It is easier for a camel to pass through the eye of a needle than for a rich man to enter the kingdom of heaven”; “Why do you look at the speck that is in your brother's eye, and do not notice the log that is in your own eye?”; or “Blind guides, who strain the mosquito and swallow the camel!”

Other times it is part of the substratum of a truism, a truth so obvious that it is superfluous to state it, but which Jesus uses to capture the attention of his audience: “Can a blind man guide another blind man? Wont both fall into the hole?"; “Figs are not gathered from the thorns, nor are bunches harvested from the brambles”; “You are the salt of the earth, but if the salt becomes corrupted, what will it be salted with?” They are truisms based, precisely, on the denial of a paradox. Some also participate in pleonasm, by including redundant elements with the same persuasive purpose, but the most famous pleonasm in the Gospels is “Whoever has ears to hear, let him hear!”

The irony

After paradox, irony is probably the humorous device most used by Jesus. In the Master it is usually covered with a subtle mockery. We see it in his defense of the traps and snares that the Pharisees and Sadducees set for him, especially when they ask him if tribute must be paid to Caesar or when he counterattacks with a question. There is also mocking irony when he calls the Pharisees “healthy” and “righteous” (“The healthy do not need a doctor, but the sick. I have not come to call the righteous, but sinners”). Or in the episode of the adulterous woman caught red-handed, when she tells them that “he who is free from sin, let him cast the first stone.” Or in the parable of the Pharisee and the publican who go up to the temple to pray: “The Pharisee, standing upright, said this prayer internally: My God, I thank you that I am not like the rest of men: thieves, unjust, adulterers.” Or even when he asks Nicodemus: “Are you a teacher of Israel and are you ignorant of these things?”

This mocking irony is tinged with humor in two famous dialogues with two women. In the one he engages with the Samaritan woman whom he asks to give him water from a well, the humor arises from the woman's misunderstandings and misunderstandings and from Jesus' comment about her husband: “True, you don't have a husband. “You have had five and the one you live with now is not your husband.” In the other episode, the humor is provided by the Canaanite woman who asks him to have mercy on her daughter, mistreated by a demon, with the rebuke she makes in response to Jesus' apparent severity: “It is not right to take the bread of the children to throw it to the little dogs," the Master tells her, and she replies: "True, Lord, but the little dogs also eat the crumbs that fall from their masters' table."

The parody

The subtle irony of Jesus in his responses to the schemes and traps of the Pharisees and teachers of the law increases even a notch when he parodies their hypocrisy (“When you give alms, do not blow the trumpet before you”; “When you pray, do not lose in words"; "When you fast, do not go around sad-faced"). The Master sometimes mocks his adversaries, although always with subtlety. But when he has to harshly criticize them he does not mince words: he calls Herod Antipas a “fox”; and to the Pharisees and teachers of the law, “whitewashed tombs” and a “breed of vipers.”

In Passion there is also humor

Passion itself is also a source of painful and sarcastic humor. There is painful humor in the Garden of Gethsemane, when Jesus finds Peter and the Zebedee sleeping three times, whom he had taken with him to pray with him (the first two times he expresses his displeasure; the third, he leaves them as impossible with an ironic and indulgent kindness: “Now you can sleep and rest.”) Or in an immediate question to Judas, highlighting the irony of the kiss he gives him (“With a kiss do you hand over the son of man?”). Or when, on the way to Calvary, he exclaims in an admirable exercise of sarcasm directed at himself: “If they do this with the green log, what will they do with the dry one?”

But it is on the cross where Jesus reaches the culmination of his humor, if I may allow such a bold theory, raised not only from respect, but also from faith, always scarce and imperfect, in any case. First, because of the paradox that, being the instrument of his torment, it is also, and above all, his throne. Or put another way: because rejecting the glorious messianism to which everyone incites him and embracing the suffering messianism designed for him by his Father is how he glorifies himself. Second, because the cross is his quintessential humorous watchtower, from which he can view reality with distance and understand it, to the point of transforming, as if by the art of alchemy, the anguish of his first invocation to the Father ("My God, my God! Why?" What have you abandoned me?”) in the compassion and understanding of the second (“Forgive them, for they do not know what they do”) and in the trust of the third (“I entrust my spirit to your hands”). That is precisely humor, according to the Galician philosopher Celestino Fernández: an attempt to respond with meaning, without losing one's mind, to situations that apparently do not have one.

The cross of Jesus is a scandal for Jews and madness for Gentiles, but for believers it is salvation and glorification. If Jesus is a madman for freely accepting to embody the Father's saving plan that involves a suffering messianism (suffering, dying on the cross and resurrecting on the third day), he is a conscious madman, the conscious madman of humor.

 

(This text has been translated into English by Google Translate)

Copyright © Félix Caballero Wangüemert. Publicado en Humor Sapiens con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.