Antes de reflexionar sobre el rídículo, un concepto fundamental en la labor de cualquier educador de niños, voy a compartir una recopilación de argumentos sobre la importancia del humor, que es necesario que todos conozcamos.
¿Se ha preguntado por qué, en todas las culturas y países, los fotógrafos dicen “sonrían”, antes de captar el instante en su cámara? Obvio que el ser humano desea trascender con una sonrisa en la boca. Parece que intuimos que es importante. Todos actúan diciendo: “Si vamos a guardar un recuerdo, que sea alegre y feliz, ¿no?”.
El humor, la diversión, la alegría son fundamentales e influyentes para el ser humano. Lo han demostrado muchos experimentos científicos en el campo de la neurología.
El humor y la creación artística se ubican en el hemisferio cerebral derecho. En el hemisferio izquierdo, se sitúa el razonamiento lógico y mecánico. Pero recientemente se ha descubierto que en la experiencia del humor interviene la totalidad del cerebro.
El humor carece de propósito biológico, pero sí tiene uno psicológico: el placer y el alivio de tensiones que causa la respuesta física ante algo cómico o humorístico. Eso lo estudió Freud, basándose en las teorías de Herbert Spencer, el filósofo inglés.
El humor tiene otros efectos psicológicos al parecer secundarios, pero importantes: la risa nos ayuda a pensar creativamente. El Dr. William Fry asegura que la creatividad y el humor son semejantes, porque se relacionan con la unión de dos elementos sin evidente conexión, y con la creación de un vínculo.
El humor también mejora nuestro ánimo mediante la sociabilidad con los demás. Compartir risas y chistes sobre un problema común, une, nos da sentido de pertenencia y cohesión social. El compartir humor y risas crea un vínculo entre las personas; es como decir: “los dos vemos, entendemos y disfrutamos esto”. Cuando le sonreímos a un desconocido, se acepta como una muestra de buena voluntad.
El humor nos ayuda a luchar con lo impensable: nuestra calidad de mortales. Según Osho: “Cuando olvidas la risa, siempre olvidas canciones, olvidas la danza. Olvidas la risa y olvidarás el amor. La gente toma todo tan seriamente que están agobiados. Para mí la risa es tan sagrada como la oración.”
El humor es una actitud, una manera de mirar la vida que abarca todo: lo serio y lo cómico.
El humor invita a la moderación, a la madurez emocional y atenúa el pensamiento obsesivo, la rigidez y los extremismos.
Dentro del amplio campo del humor encontramos lo ridículo. Es imprescindible detenerse aquí:
Lo ridículo provoca mucha controversia. Aristóteles, en el libro V de su Poética, dice: “Lo ridículo supone siempre cierto defecto, deformidad o desproporción que nada tiene de funesto”. Por ejemplo, una máscara con respecto al rostro humano, un hombre de poca estatura que se agacha al pasar por una portada alta; o alguien que se hace el gracioso y no lo es. Incluso puede ser de índole moral, por ejemplo, cuando vemos a alguien que se hace el valiente y es un cobarde. Siempre que produzca risa, obvio.
El colega y amigo Aramís Quintero y yo, en "Bienaventurados los que ríen" (Editorial Humor Sapiens, pág. 161), definimos así lo ridículo: “… es una cualidad que provoca risa y que aparece marcada por una incongruencia o desproporción que implica una presunción o vanidad. La risa que causa está teñida en alguna medida de un ánimo de crítica, desprecio y burla”.
Este concepto es muy importante (ver "Lo ridículo" en "Teoría del humor" (Sapiens), en el "menú" de esta misma página), porque la gente lo confunde con otros significados de la palabra, pero en el caso que nos ocupa sucede algo especial y a tenerlo muy en cuenta los que trabajamos con niños. La risa fruto de lo ridículo es una risa de castigo, distinta a la que se produce como respuesta a lo cómico o humorístico, por lo tanto tiene una consecuencia mayor: corrige la desproporción que mencionamos, e influye en la imagen del que ha hecho el ridículo y lo hace ver como realmente es. Lo anterior provoca que esa persona se vea ahora por los suelos ante los ojos de los receptores que rieron. Incluso, se puede llegar a “declarar” no respetable. Lo que no debe sucederle a los que crían y/o educan a los niños. Los pequeñines son especialistas en reconocer el ridículo. Y lo último es ver a un niño no respetando a un adulto.
La risa de castigo brota al ver rebajada la autoridad, las conductas rígidas, las poses intimidatorias de solemnidad, de “dignidad”, de afectación, o cuando se descubre y degrada la vanidad, el orgullo, el exitismo, la autosuficiencia, la hipocresía, la excesiva formalidad, la arrogancia, la pomposidad, los diferentes miedos y otras malas yerbas.
¿Por qué ríen los niños entonces al ver lo ridículo, si se supone que no tienen asimilado aun nada de lo anterior? ¿Será que se hereda genéticamente de sus progenitores? El asunto es que el niño se libera de todo eso mediante el juego y al liberarse ríe.
¿Cuál es el antídoto para evitar hacer el ridículo? La humildad, ser uno mismo. ¿Y la mejor defensa? Reírse de uno mismo antes de que pueda llegar esa risa de castigo.
Y por supuesto, con un sentido del humor muy estimulado y desarrollado es difícil caer en lo ridículo.