En mi juventud, en Cuba, fui fanático al suplemento humorístico Dedeté con un equipo de creadores de nivel mundial, encabezados por mis coterráneos matanceros Manuel, Carlucho y Juan Padrón, más Ajubel, Tomy y otros. Pero había una tira cómica que me fascinaba. Se titulaba “Gugulandia” y comenzaba con la frase: “Cuando la furia de los placatanes imperaba sobre la faz de la Tierra”… Su autor era (y es), Hernán Henríquez (“HH”). Se convirtió enseguida en una tira de culto para nuestras generaciones.
Recuerdo a amigos que por su forma de caminar lo apodaban “Placatán”, o si alguno se peinaba parecido “al artista”, se quedaba con ese mote, etc. Resumen, nos marcó a todos sin dudas.
Recuerdo una exposición en el Pabellón Cuba en La Habana, que se llamó "El trabajo hace al hombre", con su obra en varias gigantografías. Así de importante era el impacto de Gugulandia en el pueblo cubano.
Y pasó el tiempo y desaparece la tira con la firma "HH". Y el mito alrededor de Gugulandia y HH fue creciendo más
Y pasaron los años, amplío mi carrera del humor escénico al literario y gráfico, y como siempre mantenía el agradecimiento del disfrute que nos dispensó Hernán Henriquez… ¡y al fin logré conseguir sus “coordenadas”! Enseguida le escribí solicitándole participar en este vis a vis.
Como casi siempre sucede con los grandes de verdad, me atendió con mucha amabilidad y calidez. A pesar de que se había ido de Cuba antes de que haya surgido mi grupo La Seña del Humor de Matanzas, por lo que no me conocía de “allá”.
Así que tengo el honor de tenerlo en Humor Sapiens, para dialogar un poco. Y aún más honrado y feliz, porque esta tira cómica cumple en este 2024, 60 años de creada.
Si buscamos su biografía en Google, encontramos esto: Hernán Henríquez (La Habana, 1941), es un célebre caricaturista cubano que creó las populares tiras cómicas Gugulandia en 1964. Las tiras fueron publicadas en diversos periódicos habaneros, primero en Revolución y después en Juventud Rebelde. También trabajó como director de cine y dibujos animados en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (I.C.A.I.C.). Se radicó en los EE.UU., donde ha publicado sus tiras cómicas en diversas revistas de La Florida. También ha realizado dibujos animados para la televisión y en Hollywood como director de animación.
Pero comencemos ya este vis a vis para conocerlo mejor.
PP: ¿Puede presentarse usted mismo, Maestro? Porque quizás no fui todo lo justo que debiera en mi presentación. Por ejemplo, hábleme de su infancia, por favor.
HH: ¡Ah, Cará! Pues lo primero de todo es que soy un “Homo Sapiens”, por tanto, nací para pensar.
Desde muy temprano en mi infancia sentí una gran curiosidad: querer saber el porqué de las cosas de este mundo que me vio nacer. Diferente a la gran mayoría de todos los niños que necesitan formar grupos, demostrar capacidad física con peleas a golpes ̧no me asocié a grupos de poder ni pandillas, sino que mantuve siempre mi individualidad, buscando la actitud inteligente. Me gustaba escuchar las conversaciones de los adultos que tuvieran algo interesante que decir: lo que decían otros niños me era insípido, porque para mis intereses sólo decían tonterías, por tanto, sólo tuve tres amigos: Alberto, un negrito de mi edad, en la acera del frente a la mía, cruzando la ancha Avenida Quinta con hileras de una frondosa arboleda de álamos; vivía en lo que era el feudo de una negra llamada Isabel, a quién le decían “Isabelita”: una robusta negra ya vieja en sus 80 y tantos años, que mantenía a mano de hierro a todos sus congéneres. Isabel debió haber sido una negra rica para poder ser dueña de la mansión de dos pisos y puntales muy altos, bella arquitectura ecléctica que se desarrolló en Cuba entre las clases pudientes desde finales del siglo 19 hasta la época de las “Vacas Gordas” en los años 20s, y porque además de la imponente mansión era dueña de todos los 100 metros del terreno de esquina a esquina, más los 50 metros de fondo de la manzana. Desde mis primeros años yo cruzaba la ancha avenida para ir a ver a Alberto, y para que él se asomara a la ventana teníamos un chillido especial para que al escucharlo supiera yo estaba allí. Mi segundo amigo resultó ser Miguelito, año y medio mayor que yo, y ambos éramos hijos de padres nacidos en las Islas Canarias. Mi tercer amigo fue Aramis, de mí misma edad, que en el año 1946 llegaron de Bauta, pueblo de campo en las afueras de La Habana, y alquilaron una pequeña casita antigua de madera que Isabel tenía en su propiedad junto a una mata de mangos. Allí pusieron un negocio para vender “guarapo”: bebida refrescante que se extrae al exprimir la caña de azúcar. Aramis, de escasa escolaridad, estaba dotado de una inteligencia natural formidable. Esos tres fueron los primeros y únicos amigos de mi infancia.
PP: Hernán, antes de adentrarme en mis preguntas quiero saber: ¿le gustan que le hagan entrevistas?
HH: Empecé a trabajar en julio del año 1959, a los 18 años de edad, en la Publicitaria Siboney, la mejor de Cuba entonces; de ahí pasé, junto a otros tres asociados, Jesús, Eduardo y Pepe ̧ a crear el Departamento de Dibujos Animados del ICAIC, el primero de enero del año 1960 donde trabajé como animador y director de películas de dibujos animados durante 20 años y mientras tanto publicaba en periódicos y revistas cuentos, caricaturas e historietas, entre ellas la de más larga duración: “GUGULANDIA”. En USA trabajé publicando en periódicos y revistas, además, realicé dibujos animados para varios canales de TV, y trabajé para estudios de dibujos animados en Hollywood, California, hasta el año 2004, y de ahí pasé a jubilación. En todos esos tiempos de trabajo me hicieron innumerables entrevistas para radio, TV, revistas, periódicos y otros medios, tanto en Cuba como USA, España, Colombia e Italia, así que, sí, me parece bien que me hagan entrevistas.
PP: Perfecto. Entonces comienzo por el prinicipio, me refiero a lo profesional, ¿cuándo exactamente y cómo llegó al humorismo gráfico?
HH: A mis 17 años de edad, y estudiando el bachillerato, todavía no había trabajado ni sabía a qué me dedicaría para ganarme la vida, pero amigos con edades similares a la mía ya andaban buscando trabajo y acudían en grupo donde quiera que estuvieran ofreciendo empleo; llenaban las planillas de solicitud y a todos les decían lo mismo: “Cuando tengamos algo le avisamos”. Eso me hizo pensar que no encontraban ocupación porque buscaban empleos comunes que todos buscan, y tenían mucha competencia entre sí. Decidí que para encontrar buen empleo y rápido tendría que ser exclusivo. Mi intuición me dijo que ese era el camino correcto. ¿A qué dedicarme? Todavía no lo sabía, pero ya lo tenía en mente. Me gustaba la ciencia, la astronomía, la aviación, ser ingeniero, pero eso llevaría tiempo y mucho esfuerzo.
Un día cayó en mis manos una revista extranjera y en ella vi un pequeño anuncio de una escuela en California: “Aprenda la técnica del dibujo animado, en su casa, por correspondencia”. Y ese fue el chispazo. Encontré lo que buscaba.
Tomé el curso completo, lo estudié, practiqué con toda intensidad, y a los pocos meses, además de dominar lo básico de la realización de dibujos animados, estaba yo creando y dibujando historietas cómicas. Y desde entonces supe ese era mi camino, del cual nunca me desvié.
PP: ¡Yo debí pasar ese curso! Bueno, en otra vida será. Maestro, ¿cuándo y cómo llegó la musa a su vida con la idea de Gugulandia?
HH: Como te mencioné, a mediados del 1964, Enríque de la Osa, director del periódico “Revolución”, me hizo saber que quería sacar un suplemento de historietas en colores los lunes; se lo dije a Tulio Raggi: entonces éramos un “team work” en nuestros trabajos de dibujos animados en el ICAIC, y fuimos a ver al director del periódico. Allí acordamos buscar a otros dos historietistas más para las cuatro páginas en colores que tendría la publicación.
Pero antes te cuento lo siguiente: aunque siempre he sido dibujante humorístico y realizador de películas de dibujos animados, ocurre que mi principal interés en la vida no fue ni el dibujo ni la animación, sino el querer saber el porqué de las cosas, así que mi dedicación fue todo lo relacionado a las ciencias naturales, sociología, astronomía, antropología... eso eran mis lecturas de siempre: no me interesaba buscar información sobre el arte del dibujo ni de historietas; y fue y ha sido siempre por una característica natural en mi: detesto mirar lo que otros hacen; mi conducta en todo lo que hago en el campo del arte y la historieta ha sido: “No mirar a los otros, para yo poder ser YO en mí mismo, y lo que yo haga sólo parta de mí”, porque siento que ver lo que otros hacen crea tendencia a copiarles, y yo quiero ser genuino en lo que hago. Haber estudiado una carrera universitaria acorde a mis intereses me hubiera llevado años de estudios. Ocurrió que, a mis 18 años en el 1959 y estudiando en el Instituto de Bachillerato de Marianao, estaba yo en la clase del tercer año de matemáticas, la profesora, que ese día era una sustituta, al pasar junto a mi pupitre vio unos dibujos y caricaturas que yo tenía allí, y me preguntó: “¿Eso lo hiciste tú?”. Le dije que sí, y me volvió a preguntar: “¿Quieres trabajar?”. Yo nunca había trabajado, pero le dije que sí, entonces me respondió: “Llégate mañana a la Publicitaria Siboney, que yo, además de profesora también trabajo allá”. La fui a ver, me presentó al director de arte, vio mis dibujos, y me dieron un empleo en el estudio de dibujos animados comerciales para la televisión: en el año 1959 Cuba tenía 6 canales de TV en B/N: canal 2; 4; 6; 7; 11; más el 13 a color. Ahí me desarrollé rápido. Al ver la calidad de animación en mi trabajo me invitaron a fundar Dibujos Animados ICAIC: y yo con 19 años me vi con un salario fijo superior en paga a la de un profesional universitario. Años después me gradué de Lic. en Historia en la Universidad de la Habana; y al llegar a Miami, me matriculé en “St. THOMAS UNIVERSITY”, y allí me gradué de dos Licenciaturas más: Sociología y Sicología.
Entonces, volviendo a lo que te decía al inicio, en esa página que nos pidieron del diario “Revolución”, yo, más joven y menos experimentado en el dibujo, ¿qué hacer? Quería contar algo importante, pero siemppre he detestado copiar de lo ya hecho. Voy por lo que sale de mí mismo, lo que me dicta la intuición, y en mi primera página parto desde el principio: creación del planeta Tierra y su evolución de plantas y animales, uno se alza en dos patas y surge el hombre; su primera y única palabra es “GU”, por tanto llamo a su mundo “GUGULANDIA”. Esa página mía, comparada con la de los experimentados que sólo repiten lo copiado por ellos muchas veces, aparece como una simple y pura gota de agua; y continúo con mi creación que, como al igual en la Biblia pero sin ser yo religioso, es mi génesis, mi mundo en papel, palabra a palabra, personaje a personaje, que intuitivamente van evolucionando hasta llegar a ser no entes individuales sino símbolos de los elementos humanos que conforman la sociedad.
PP: ¿Me puede contar más sobre Gugulandia?
HH: Sí, claro. Mira, a sólo dos meses de “GUGULANDIA” estar cada lunes en la calle, recibo una llamada por teléfono: Charles Sweeney, funcionario de la Leyland –Cuba le compraba a esa compañía de Inglaterra 3,000 nuevos ómnibus-, donde me invita a un almuerzo en su casa en el Vedado. Le gusta GUGULANDIA, me quiere conocer. Entre otras cosas me dice: “Tienes que haber leído mucho”. Tenía yo la costumbre, al principio de trabajar en el ICAIC que, cada vez que cobraba mi salario quincenal, comprar un libro. Tenían una buena librería en la tienda “Ten Cents de Woolworth’s”, ahí mismo frente al ICAIC. Otra buena librería estaba en los bajos del “Habana Libre” y un día compré un libro del escritor alemán Herbert Wendt, titulado “Tras las Huellas de Adán”, Historia de la Paleontología. Libro fundamental para mi desarrollo del conocimiento científico y social que me leí dos veces. Gracias a ese libro y los otros que luego comencé a leer a partir del mismo cultivé mi intelecto y me sentí muy motivado a saber más de los orígenes del hombre, la vida y el universo. Mi capacidad mental y creativa creció gracias a la lectura.
PP: Eso explica su especialización en el ambiente “cavernícola”. ¿Sabe, Maestro?, yo siempre he afirmado que “Gugulandia” es mucho mejor que “Pedro Picapiedra”. Pues ahora me encantaría que mencionara la importancia de Gugulandia para usted y que argumente cómo la creó, para que tuviera tan buena acogida en el público.
HH: GUGULANDIA comenzó en agosto del 1964, pero desde mucho antes ya estaba en mí, ya que las dos cosas que más me interesan en la vida son el origen y existencia del universo y el origen y existencia del ser humano. De esos dos grandes intereses se derivan todos los libros e información que he buscado, explorado, vivido. Cuando tuve que idear una página de historieta no tuve que pensarla mucho para crearla porque ya estaba en mí desde siempre: “GUGULANDIA”, el origen de la vida, del hombre y su sociedad humana en este planeta. Yo soy “GUGULANDIA” y ella es mi forma de explicarme el porqué de cómo son y han sido las cosas.
Entonces partí de cero. El hombre puro y llano al que llamé “el Gugu”, por su primera palabra “gu”, y llamé a su mundo “Gugulandia”, dónde, por orden lógico, aparece lo que falta: la mujer, a quién llamé “la Guga”, y entre ellos el amor, que trajo al contrincante, a quién, por belicoso con hueso amarrado al moño, llamé “el Guerrero”. Se dio la discordia y apareció la ley, a quién llamé “el Rey”, y luego apareció quién podía explicar la naturaleza, al que llamé “el Brujo”, entonces, llega la primavera: todos menos el Brujo amaron a la Guga, y vino el recién nacido; con el pelo del Gugu, la piel del Rey, el hueso atado del Guerrero, y los dientes de la Guga, a quién, por ser muy voraz, llamé “el Piraña”, hijo de todos menos del Brujo; pero Piraña no tenía sexo ¿entonces, qué era, varón o hembra?: ni lo uno ni lo otro, Piraña era “la infancia”, y ahí descubrí que los personajes no tenían nombre propio, eran símbolos de las categorías que componen la sociedad: el Gugu era “el hombre” en sí; la Guga era “la mujer”; el Guerrero era “la Fuerza”, el Rey era “la Autoridad”; y el Brujo era “la inteligencia”, todos y cada uno de ellos como un abanico abierto manifestando todas las posibilidades que, para sobrevivir, luchan contra la adversidad de la naturaleza y las bestias del entorno, a quién llamé “los placatanes”. Hasta ahí todo bien, pero la horda se topa con otro ser: “el Artista”, como símbolo de todas las artes; y a partir de este punto en GUGULANDIA no aparecen nuevos personajes porque, con siete, completa todos los estamentos que componen la sociedad, y que, con los placatanes y las circunstancias de la naturaleza, se dan todas las infinitas posibilidades de nuestra existencia.
GUGULANDIA, como proceso de mis pensamientos y desarrollo de mi intelecto, me dio siempre la respuesta cuando, con la página en blanco frente a mí, buscaba yo la nueva idea, que no tienen fin, porque su carácter es universal: la historia del hombre en su inagotable “busca y encuentra”, aparentemente errado pero que, aunque sin saberlo, da en el blanco, dentro de esta parodia de la humanidad que catalogué como: “Cuando la Furia de los Placatanes Imperaba Sobre la Faz de la Tierra”
PP: Inolvidable frase. Hernán, tanto la línea en lo formal, como en los contenidos, ¿ha variado Gugulandia desde el inicio hasta ahora? No me refiero a la calidad que se adquiere con el oficio, la pregunta es más hacia la evolución personal como creador.
HH: Pues sí, ha variado porque todo evoluciona ̧ como he evolucionado yo desde el 1964 cuando la cree, ayer, hasta 60 años después que es la fecha de hoy: 2024, y lo increíble es que cómo cada idea es universal es tan fresca como lo fue antes a tan fresca como lo es hoy, porque cada tema en sí son principios fundamentales de la conducta humana.
PP: Para usted, ¿qué es el humor?
HH: Para mí el humor no es reír porque sólo sea una gracia; para mí el humor es “sonreír” cuando me sorprende la genialidad de aprender algo mediante la manifestación de una sorpresa.
PP: ¿Tiene límites el humor?
HH: Pues claro, cuando cae en la banalidad de ser sólo una estupidez, sin que haya algo que aprender más allá del simple chiste sin consecuencias
PP: ¿Ha sido censurado alguna vez? ¿Se autocensura mucho, poco o nada?
HH: Sólo en una ocasión ̧ cuando el director de la revista CUBA INTERNACIONAL, una de las tantas donde se publicaba GUGULANDIA en Cuba, me rechazó la página que le llevaba, y yo le di otra destinada al suplemento humorístico DeDeTé, del periódico Juventud Rebelde; y la página que él me había rechazado se la entregué al DeDeTé y allí se publicó. Cuando el director de Cuba Internacional la vió publicada en el DeDeTé entró en cólera y me dijo que más nunca publicaria mis GUGUS en su revista: así fue, el tipo se sintió humillado y actuó contra mí. Esa fue la única vez, porque el primero quién tenía que censurarme era yo mismo, porque allí todas las cosas las miraban de arriba abajo 40 veces antes de publicarlas.
PP: Se lo perdió él. A mí me sucedió algo parecido aquí en Chile. Me rechazaron un libro en una Editorial y en seguida lo publiqué en Argentina. Son personas que “no tienen luz larga”, como decía mi padre. Maestro, ¿la salida suya de Cuba tuvo algo que ver con su profesión de humorista gráfico?
HH: No realmente, si lo miro bien, mi esposa y yo éramos queridos y respetados por nuestros trabajos: ella era “Jefa de Costos” en Mambisa, la marina mercante cubana, con 90 grandes navíos en activo; y yo director de películas de dibujos animados en el ICAIC... realmente estábamos bien en lo económico: ella tenía su buena casa, y yo tenía la mía, pero... conmigo había un problema: mi padre no era cubano ̧ había nacido en España y vivido toda su vida en USA, de dónde era ciudadano. Eso me trajo problema en Cuba, porque cuando yo hablé sobre mi padre, en el año 1961, y en al ICAIC supieron de él, hubo una fuerte reacción sorda en mi contra: pasé a ser un sospechoso a quién se tenía que vigilar, y sin que me dijeran nada directamente sentí una densa presión sobre mí: un día, Eduardo Muñoz, mi compañero de trabajo, y con el que yo nunca había tenido problemas, al pasar por mi lado, me dijo con odio: “¡Tú deberías estar preso!”. Y Jesús de Armas, sin que nada viniera al caso, me dijo: “¡Te voy a ver en New York fregando platos!”. Luego que eso, nunca más tuve problemas, porque me respetaban por mi trabajo; pero ocurría que mientras otros directores del ICAIC salían del país a festivales y otras actividades relacionadas a sus trabajos ̧ a mí no me permitían: si me llegaban invitaciones de festivales dónde un film mío estaba entre los finalistas ̧ como el caso de “OSAIN”, film mío finalista en el festival de Anncy, en Francia, y me llegó una carta solicitando mi presencia allí por si ganaba, Santiago Álvarez, mi superior y director del Noticiero ICAIC, me dijo que: “No hay presupuesto para que tú viajes”, o sea; a mí no se me permitía salir de Cuba: yo era sospechoso porque mi padre no era cubano y sí ciudadano de USA. Yo siempre, desde muy niño, sentí que el país de mi padre era el mío, e ir a USA algo natural y deseado por mí. Luego de haber estado perdido tres años, por sus traumas de guerra, mi padre apareció en un hospital de New Orleans, y le pregunté a Agustín Urra, mi buen amigo del DeDeTé y miembro del partico comunista ̧ si él creía yo pudiera pedir un permiso para ir a ver a mi padre, y me dijo: “¡Ni se te ocurra! Porque si lo pides caes en desgracia y te buscas tremendo problema”. Le hablé a mi jefe superior -también miembro del partido comunista-, si pudiera haber alguna posibilidad de que yo pudiera viajar fuera del país, y me dijo: “Hernán, esta es una sociedad colectivista, aquí tú no puedes pedir nada, sólo esperar a que te ordenen lo que se necesita de ti”. A finales del 1979 el gobierno publicó sobre un acuerdo tomado: Cuba aceptaba la existencia de la comunidad cubana en el exilio, y la reunificación de familia, de acuerdo al mismo. Me leí el articulo completo: Mi padre y Madre, mis dos hermanas y un hermano, además del resto de toda mi familia, eran ciudadanos americanos viviendo en USA, y vi que yo calificaba para ese acuerdo y pedí el permiso para salida del país para mí, mi esposa y nuestros dos hijos. ¿Resultados? Nos echaron de nuestros empleos ̧ nos acusaron de escoria, y me dijeron que nunca nos dejarían salir del país. Sentimos una gran frustración, y ello nos llevó a pedir asilo en la embajada del Perú, gracias a lo cual logramos la salida hacia Estados Unidos, en medio de una hecatombe de miles de personas saliendo por el puerto del Mariel.
PP: Lo recuerdo perfectamente. Un gran amigo y colega mío entraba y salía cruzando la cerca en esa Embajada del Perú para llevarle comida a su hermano que acampaba en los jardines. Y hablando de amigos y colegas, estimado Hernán, ¿con cuáles colegas tenía más afinidad en Cuba?
HH: Pues, al año de haber nosotros tres, Jesús de Armas, diseñador y guionista de storyboard; Eduardo Muñoz, su ayudante; y yo animador, que trabajábamos en Publicitaria Siboney, haber creado el departamento de Dibujos Animados ICAIC, a partir del primero de enero del 1959, un año después entró, a trabajar con nosotros, entre otros más, Tulio Raggi. Enseguida Tulio y yo hicimos amistad, es más, vivíamos cerca el uno del otro, y eso ayudo en nuestra unión: él como diseñador director y yo como animador de películas animadas, e hicimos en conjunto un grupo de trabajo. ÉL era un dibujante de primera categoría, y yo era el mejor animador del estudio por entonces. Hicimos muchas películas juntos durante unos cinco años, y luego yo pasé a director, dirigiendo yo mis películas animadas. Para mí, Tulio, fue el mejor de los mejores.
PP: Y para cambiar un poco de giro en este vis a vis, ¿nos puede contar una anécdota simpática, ingeniosa o curiosa relacionada con su trabajo en el humor?
HH: Bueno, hay mucho para decir y eso abarcaría varías páginas. Pero ahí va una: cuando mi página de Gugulandia salía publicada los lunes en la mañana, me encantaba estar en las paradas de ómnibus y ver las reacciones de las personas que estaban viendo mi historieta. En una ocasión había dos jóvenes mirándola. Me paré junto a ellas observando sus reacciones; y una de ellas soltó una carcajada diciendo: - “¡Yo quisiera saber quién es el Hernán H. este!”, a lo que de inmediato le dije mirándole a la cara: “¡Hernán H. soy yo!”. Y y la joven me respondió indignada: “¡No sea fresco conmigo, descarado!” Y yo, sin decir nada, me alejé orgulloso en medio de mis carcajadas.
PP: Muy buena anécdota. Ojalá que algún día esa persona esté leyendo esto y se de cuenta de que perdió la posibilidad de conocer a su admirado artista. Bueno, Hernán, para ir cerrando, ¿cómo ve la salud del humor gráfico en la actualidad?
HH: Pues, antes, muchos años atrás, las historietas, caricaturas y cómics reinaban en todos los periódicos y revistas. El primer golpe en contra de ese reinado fue cuando se comenzó a hablar de que la pulpa del papel se sacaba de los árboles y los bosques se estaban acabando; se encareció el papel, se redujo páginas en muchas publicaciones y ahí comenzó el declive de las historietas, que se incrementó con el inicio de la computación y el mundo digital: cada vez la gente leía menos papel impreso, ahora todos iban a mirar pantallas; luego apareció el teléfono inteligente con pantalla digital, y ya luego por la caída del papel se aceleró su caída precipicio abajo; ya casi nadie lee periódicos ni libros. Yo antes me leía un libro nuevo cada semana, hoy en día la gente no lee ninguno: solo se mira y se interactúa mediante el móvil en la mano, no importa si estás en medio de New York, en medio del desierto del Sahara, o en el Polo Norte: todos vivimos con un móvil en la mano, el nuevo apéndice del homo sapiens. Y... “OH MY GOD!, ¡LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL!” ¡Que Dios nos coja confesa’os!
PP: Ja, ja, no recordaba esa frase. Pero para que vea, yo soy más optimista en cuanto a la Inteligencia Artificial. Confío en que será beneficiosa. Bueno, ahora dígame, ¿cuál pregunta le hubiese gustado que le hiciera y no le hice? ¿Puede responderla ahora?
HH: ¡Ninguna, Amigo! ¡Tú has sido mi motor de arranque!
PP: Muchas gracias, Maestro. Pero quiero finalizar este vis a vis pidiéndole, por favor, que le dedique unas palabras a nuestros fieles lectores de Humor Sapiens.
HH: Pues ustedes, como “Homo Sapiens” que son, siempre estarán en buenas manos con “Humor Sapiens”
PP: Ja, ja, me encantó eso. Querido Maestro, una vez más le agradezco en el alma que haya aceptado intercambiar aquí conmigo, este humilde fan de Gugulandia. Y le deseo mucha salud y que sigan llegando los éxitos y la felicidad a su vida
HH: ¡Pues a disfrutar de lo que hay ̧ antes que a Pompeya le caiga el Vesubio!
PP: ¡Claro que sí! ¡Me GUGUsta mucho ese consejo!









Hernán Henríquez
Interview with Hernán Henríquez
By Pepe Pelayo
In my youth, in Cuba, I was a fan of the humorous supplement Dedeté, which boasted a team of world-class creators led by my fellow Matanceros Manuel, Carlucho, and Juan Padrón, along with Ajubel, Tomy, and others. But there was one comic strip that fascinated me. It was titled Gugulandia and began with the phrase: “When the fury of the placatanes ruled over the face of the Earth…” Its author was (and is) Hernán Henríquez (“HH”). It quickly became a cult strip for our generation.
I remember friends who, because of the way they walked, were nicknamed “Placatán,” or if someone styled their hair similarly to "the artist," they would end up with that moniker, and so on. In short, it undoubtedly left its mark on all of us.
I recall an exhibition at Pabellón Cuba in Havana titled "El trabajo hace al hombre" (Work Makes the Man), which featured his work on several large-scale panels. That was how significant the impact of Gugulandia was on the Cuban people.
And as time passed, the strip with the signature “HH” disappeared. The myth surrounding Gugulandia and HH only grew further.
Years later, as I expanded my career from stage humor to literary and graphic humor, I always remained grateful for the joy Hernán Henríquez gave us... and I finally managed to track down his “coordinates”! I immediately wrote to him, requesting a chance to participate in this vis-à-vis.
As is often the case with truly great individuals, he treated me with great kindness and warmth. Despite having left Cuba before my group La Seña del Humor de Matanzas emerged, and thus not knowing me from “back then.”
So, I have the honor of featuring him on Humor Sapiens to have a little chat. And I’m even more honored and delighted because this comic strip will celebrate its 60th anniversary in 2024.
If we search for his biography on Google, we find this:
Hernán Henríquez (Havana, 1941) is a renowned Cuban cartoonist who created the popular comic strip Gugulandia in 1964. The strips were published in various Havana newspapers, first in Revolución and later in Juventud Rebelde. He also worked as a film director and animator at the Cuban Institute of Cinematic Art and Industry (ICAIC). He settled in the United States, where his comic strips have been published in various Florida magazines. He has also created animated films for television and worked as an animation director in Hollywood.
But let’s begin this vis-à-vis to get to know him better.
PP: Could you please introduce yourself, Maestro? Because perhaps I wasn’t as thorough as I should have been in my introduction. For instance, please tell me about your childhood.
HH: Oh, my dear! First and foremost, I’m a Homo sapiens, and thus, I was born to think.
From a very early age in my childhood, I felt a great curiosity—a desire to understand the reasons behind the things of this world that saw me born. Unlike most children who needed to form groups or prove their physical strength through fights, I never joined any power groups or gangs. Instead, I always maintained my individuality, seeking an intelligent approach. I enjoyed listening to adult conversations that had something interesting to say. What other children said felt insipid to me because, to my interests, they only spoke nonsense. Therefore, I only had three friends: Alberto, a little black boy my age who lived across the wide Fifth Avenue lined with rows of leafy poplar trees; he lived in what was the domain of a black woman named Isabel, known as "Isabelita." She was a robust, elderly black woman in her late 80s who ruled her kin with an iron hand. Isabel must have been a wealthy black woman to own the two-story mansion with high ceilings and beautiful eclectic architecture, which developed in Cuba among the affluent classes from the late 19th century to the “Fat Cow” era of the 1920s. She also owned the entire 100 meters of land from corner to corner and 50 meters deep into the block. From my earliest years, I would cross the wide avenue to visit Alberto, and for him to peek out of the window, we had a special whistle so he’d know I was there.
My second friend was Miguelito, a year and a half older than me, and both of us were sons of parents born in the Canary Islands. My third friend was Aramis, the same age as me. In 1946, they arrived from Bauta, a rural town outside Havana, and rented a small, old wooden house that Isabel owned on her property next to a mango tree. There, they set up a small business selling guarapo—a refreshing drink made by pressing sugarcane. Aramis, despite his limited schooling, had a formidable natural intelligence. These three were my first and only friends during my childhood.
PP: Hernán, before diving into my questions, I’d like to know: do you enjoy being interviewed?
HH: I began working in July 1959, at the age of 18, at Publicitaria Siboney, the best advertising agency in Cuba at the time. From there, along with three associates—Jesús, Eduardo, and Pepe—I helped create the Animation Department at ICAIC on January 1, 1960. I worked there as an animator and director of animated films for 20 years while also publishing stories, cartoons, and comic strips in newspapers and magazines, including my longest-running strip, GUGULANDIA. In the U.S., I worked publishing in newspapers and magazines, created animated cartoons for various TV channels, and worked for animation studios in Hollywood, California, until 2004, when I retired. Throughout those working years, I gave countless interviews for radio, TV, magazines, newspapers, and other media in Cuba, the U.S., Spain, Colombia, and Italy. So yes, I’m fine with interviews.
PP: Perfect. Let’s start from the beginning—professionally speaking—when and how did you get into graphic humor?
HH: At 17 years old, while still in high school, I had never worked or even figured out what I’d do to earn a living. Some of my friends, around my age, had already started job hunting, going in groups wherever jobs were advertised. They’d fill out application forms and were always told the same thing: “We’ll let you know when something comes up.” It made me realize they weren’t landing jobs because they were all competing for the same conventional positions. I decided that to find a good job quickly, I needed to stand out. My intuition told me that was the right path. But what would I do? I didn’t know yet, though the thought stayed with me. I loved science, astronomy, aviation, and engineering, but those fields required years of study and effort.
One day, I stumbled upon a foreign magazine with a small ad for a school in California: “Learn animation techniques at home, by correspondence.” That was the spark. I had found my calling.
I completed the course, studied and practiced intensively, and within a few months, I not only mastered the basics of animation but also began creating and drawing comic strips. From that point on, I knew this was my path, and I never veered from it.
PP: I should’ve taken that course! Well, maybe in another life. Master, how did the idea for Gugulandia come to you?
HH: As I mentioned, in mid-1964, Enrique de la Osa, the director of the newspaper Revolución, told me he wanted to publish a colorful comic strip supplement on Mondays. I brought it up with Tulio Raggi—we were a “team” in our animation work at ICAIC—and we went to meet with the newspaper director. We agreed to bring in two more cartoonists to complete the four-color pages of the publication.
But let me backtrack a bit: although I’ve always been a humorous illustrator and animation filmmaker, my primary interest in life wasn’t drawing or animation. My main passion was understanding why things are the way they are. My dedication has always been to natural sciences, sociology, astronomy, anthropology—those were my go-to readings. I wasn’t interested in researching drawing techniques or comic styles, and I’ve always had a natural aversion to looking at others’ work. My creative philosophy has always been: “Don’t look at what others are doing so I can remain true to myself and create purely from within.” I feel that observing others creates a tendency to copy, and I’ve always wanted to be original.
Pursuing a university degree in one of my interests would have taken years. But at 18, in 1959, while attending Marianao High School, something happened. During a third-year math class, the substitute teacher noticed some drawings and caricatures I had on my desk. She asked, “Did you do this?” I said yes, and she asked again, “Do you want a job?” Though I had never worked before, I said yes. She replied, “Go to Publicitaria Siboney tomorrow—I work there too.” I went, and she introduced me to the art director, who liked my drawings and gave me a job in their studio, creating animated commercials for television. Back then, Cuba had six black-and-white TV channels (2, 4, 6, 7, 11) and one in color (13).
I developed quickly. Seeing the quality of my animation work, I was invited to help found ICAIC Animations. At just 19, I was earning a fixed salary higher than that of a university graduate. Years later, I earned a bachelor’s degree in History from the University of Havana. When I moved to Miami, I enrolled at St. Thomas University, where I completed two additional bachelor’s degrees in Sociology and Psychology.
Now, returning to the topic of Gugulandia, at that time, when the newspaper Revolución asked us to create pages, I was the youngest and least experienced of the group. What would I do? I wanted to tell a meaningful story, but I’ve always detested imitating others. I trusted my intuition and, in my first page, started at the beginning: the creation of Earth and the evolution of plants and animals. Then, one creature stands on two legs and becomes man, uttering a single word: “GU.” I named his world Gugulandia.
Compared to the pages of more experienced artists who reused familiar formulas, mine stood out as a simple, pure drop of water. I continued developing my creation, which, like the Bible (though I’m not religious), became my Genesis—my world on paper. Every word, every character intuitively evolved until they no longer represented individual beings but symbols of human elements that form society.
PP: Could you tell me more about Gugulandia?
HH: Of course! Just two months after Gugulandia began appearing in the Monday papers, I received a phone call. It was Charles Sweeney, an executive from Leyland—the company supplying Cuba with 3,000 new buses. He invited me to lunch at his house in Vedado. He loved Gugulandia and wanted to meet me. One thing he said stuck with me: “You must have read a lot.”
At the time, I had a habit of buying a book every payday. There was a good bookstore at the Woolworth’s Ten Cents store, right across from ICAIC, and another under the Havana Libre hotel. One day, I bought a book by German writer Herbert Wendt titled In Search of Adam: The Story of Paleoanthropology. That book was pivotal in shaping my scientific and social understanding. I read it twice. It, along with other books I started reading afterward, nurtured my intellect and fueled my curiosity about the origins of humanity, life, and the universe. My creative and mental capacity grew thanks to reading.
PP: That explains your knack for “caveman” settings. Maestro, I’ve always said Gugulandia is far superior to The Flintstones. Now, could you elaborate on the importance of Gugulandia to you and what made it resonate so strongly with the public?
HH: GUGULANDIA began in August 1964, but it was within me long before that, as the two things that interest me most in life are the origin and existence of the universe and the origin and existence of humankind. From these two great interests stem all the books and information I’ve sought, explored, and lived through. When I had to come up with a comic strip, I didn’t need to think hard about it, because it had always been within me: “GUGULANDIA”, the origin of life, of humankind, and human society on this planet. I am “GUGULANDIA”, and it is my way of explaining why things are the way they are and have been.
So I started from scratch. The pure and simple man, whom I called “El Gugu” because of his first word, “gu,” and his world “Gugulandia,” where, logically, the missing piece appeared: the woman, whom I called “La Guga.” Between them came love, which brought a rival, a bellicose figure with a bone tied to his hair bun, whom I called “El Guerrero” (The Warrior). Discord arose, leading to the appearance of law, represented by “El Rey” (The King). Then came someone to explain nature, whom I called “El Brujo” (The Wizard). Then came spring: everyone except the Wizard loved La Guga, and then came the newborn, with Gugu's hair, the King's skin, the Warrior's bone, and Guga's teeth. This character, voracious and genderless, I called “El Piraña” (The Piranha), representing childhood.
This discovery—that the characters were not individuals but symbols of categories in society—changed everything. Gugu was "man"; Guga, "woman"; the Warrior, "force"; the King, "authority"; the Wizard, "intelligence." Together, they formed a fan of possibilities, struggling to survive against the adversities of nature and the beasts of their surroundings, which I called “Los Placatanes.” Later, the group encountered “El Artista” (The Artist), the symbol of all arts. With seven characters, I completed the societal framework, and with the Placatanes and natural challenges, I could depict the infinite possibilities of our existence.
“GUGULANDIA,” as a process of my thoughts and intellectual development, always provided me with ideas. It was universal: a parody of humanity, capturing the endless “search and discovery” of mankind in what I titled: “When the Fury of the Placatanes Ruled the Face of the Earth”.
PP: Unforgettable phrase. Hernán, formally and content-wise, has GUGULANDIA evolved since its beginning? I don’t mean the skill that comes with experience but your personal growth as its creator.
HH: Absolutely, it has evolved. Everything evolves. I have evolved since 1964 when I created it—yesterday—to 60 years later in 2024. What’s incredible is how universal ideas remain fresh, as vibrant now as they were then. These themes are fundamental principles of human behavior.
PP: What does humor mean to you?
HH: To me, humor isn’t just laughing at something funny. It’s “smiling” when the brilliance of learning through a surprising revelation hits you.
PP: Does humor have limits?
HH: Of course. It becomes limited when it falls into the banality of being just plain stupidity, offering nothing to learn beyond a shallow joke.
PP: Have you ever been censored? Do you self-censor much, little, or not at all?
HH: Only once. The director of the magazine CUBA INTERNACIONAL rejected one of my pages. I gave it to another publication, DeDeTe, where it was published. When the director saw it, he was furious and banned me from publishing in his magazine. Other than that, I was my own first censor because everything was reviewed dozens of times before being approved.
PP: A pity for him! Now, let me ask, did your departure from Cuba relate to your work as a cartoonist?
HH: Not directly. My wife and I were well-regarded in our professions, but my father was a U.S. citizen, which made me a suspect under constant surveillance. Although respected for my work, I faced limitations, such as being barred from traveling abroad. This ongoing tension and later the opportunity for family reunification led us to seek asylum at the Peruvian embassy, eventually emigrating to the U.S. during the Mariel boatlift.
PP: A dramatic journey! On a lighter note, any anecdotes about your work in humor?
HH: Once, I saw two young women reading Gugulandia at a bus stop. One said, “I wonder who this Hernán H. is!” I told her, “That’s me!” She responded indignantly, “Don’t be cheeky!” I walked away laughing.
PP: What a story! Finally, what is your view on the current state of graphic humor?
HH: It’s declined with the shift from print to digital media. People interact through screens, not paper. We’re in a new age, with the smartphone as humanity’s new appendage. And now, “Oh my God! Artificial Intelligence!” Let’s hope it helps us!
PP: Wise words. Any final message for our readers?
HH: As “Homo Sapiens,” you’re in good hands with Humor Sapiens!
PP: Ja, ja, I loved that. Dear Maestro, once again, I deeply thank you for agreeing to this exchange with me, a humble fan of Gugulandia. I wish you great health and continued success and happiness in your life.
HH: Let’s enjoy what we have before Pompeii gets hit by Vesuvius!
(This text has been translated into English by Chat GPT)