Entrevistas a humoristas

Entrevista a Enrique Gallud Jardiel

PP: ¿Le gusta que le hagan entrevistas?

ENRIQUE: Me gusta mucho, pues me encanta poder dar mi opinión sobre las cosas y, por lo general, a la gente no le importa casi nada mi opinión. En una entrevista, cuando te preguntan algo es porque parece que sí les importa y eso es gratificante.

 

PP: En este año 2014, ¿cómo ve el estado del humor en el país donde vive, en televisión, radio, teatro, literatura y gráfica?

ENRIQUE: Lo veo muy mal. El humor televisivo se basa en monólogos sexistas, concatenaciones de chistes del mismo tema, sin especial ingenio. En la radio prácticamente no hay espacios humorísticos. En teatro, se hacen espectáculos titulados Cinco hombres.com o Monólogos de la vagina, que no son sino más monólogos parecidos a los de televisión. Se vende como comedia cómica lo que no son más que cuatro o cinco monólogos concatenados e inconexos. El humor gráfico es el mejor, aunque se centra principalmente en la sátira política y es de bastante mal gusto, aunque con imágenes de mucha calidad.

 

PP: En varios países de América Latina se dice: "Mi país es un pueblo de humoristas", "en mi país, tú mueves una piedra y sale un humorista", etc. ¿En el país donde vive se dice lo mismo?

ENRIQUE: En España hay mucha gente que cuenta chistes en los bares, pero pocos que hagan humor original. Los humoristas consagrados cuentan versiones modernas de los chistes del Pleistoceno.

 

PP: ¿Es verdad la acuñada frase: "Es más fácil hacer llorar que hacer reír”?

ENRIQUE: Una gran verdad. La narración de cómo un niño murió atropellado por un camión siempre conmueve al que la escucha, por muy mal que se cuente. Una historia cómica, mal escrita o mal contada, pierde toda su gracia. Hacer reír sin burlarse de los más desafortunados o sin mezclar sexo, política o religión es dificilísimo.

 

PP: ¿Cuándo decidió hacerse humorista?

ENRIQUE: Creo que eso no se decide. Uno lo es y ya está. En mi casa se hablaba con un lenguaje cómico, con camelos, frases de doble sentido, alusiones a frases humorísticas famosas, etc. Todo ello te predispone.

 

PP: ¿El humorista nace o se hace?

ENRIQUE: Nace en lo que se refiere a una forma de entender el mundo. Dijo Unamuno que la vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan. En cuanto al manejo de los instrumentos literarios del humor, hay que aprenderlos, como todo en esta vida.

 

PP: ¿Cuál ha sido el mejor y el peor momento de su carrera en el humor hasta el día de hoy?

ENRIQUE: Momentos malos, muchos; sobre todo cuando ves que, por hacer humor, la gente respeta menos tu trabajo creativo. Los mejores momentos los paso a solas, cuando, al escribir, se me ocurre algo gracioso que me divierte a mí mismo y me río yo solo.

 

PP: Como profesional del humor, ¿se ríe fácil? ¿Con qué tipo de chistes?

ENRIQUE: Me es difícil reír con cualquier cosa, porque ante un chiste, la deformación profesional me hace analizarlo para ver cuál ha sido el elemento cómico que produce el efecto deseado. Sin embargo, veo el lado divertido de muchas cosas que, para los demás no son graciosas. Personalmente, los chistes verdes, que gustan a tanta gente, no me hacen ni pizca de gracia.

 

PP: ¿Alguna anécdota relacionada con su profesión?

ENRIQUE: Me pasó algo muy divertido una vez, pero como no me acuerdo en absoluto de qué fue, pues no te lo puedo contar.

 

PP: ¿Con cuáles colegas se identifica?

ENRIQUE: En lo referente a humoristas de espectáculo creo que Les Luthiers son los que mejor han manejado últimamente el humor elegante. Me gustaba mucho Tip (y no me gustaba Coll). Gila era genial. De los más recientes (en España) no me identifico con ninguno. De los escritores recientes mencionaría a Tom Sharpe y a Eduardo Mendoza.

 

PP: ¿Qué me aconseja a mí como humorista?

ENRIQUE: Que defiendas siempre la dignidad y la ética del humor y nunca dejes que te menosprecien por dedicarte a él en vez de a otras cosas aparentemente más serias. La seriedad es la madre de todas las desgracias. Las gentes que matan a otras son porque se han tomado las cosas (una ideología política, un sentimiento patriótico, una religión) demasiado en serio. El humorista, en cambio, dedica su esfuerzo a hacer más bella y más feliz la vida de sus semejantes.