A tal humor, tal honor: Idalberto Delgado, Humorista escénico y audiovisual cubano

Pepe Pelayo
Creador y estudioso de la teoría y la aplicación del humor.
Idalberto Delgado

Introducción

A Cuba llegó la televisión en octubre del año 1950. En 1952 nací yo. En 1954 llegó la televisión a mi casa y en 1956 le pedí dinero a mi madre para comprar detergente de marca FAB, porque un camión estacionado en la esquina vociferaba por altavoces que habían premios. Y compré dos cajas a 10 centavos cada una y en una de ellas venía un cartoncito con el nombre “televisor”. Es la única vez en mi vida que me he ganado algo así, sólo por mi suerte. Y el nuevo televisor Motorola desplazó al viejo Westinghouse.

Recuerdo que en todos esos años únicamente me dejaban ver los dibujos animados (muñequitos les llamábamos). Al ir creciendo me fueron dando permiso para ver otros programas. Mis preferidos eran los cómicos, no sé por qué.

Pues de pronto me vi disfrutando de uno, donde un famoso dúo era el protagonistas. El típico dúo de humor por contraste, el gracioso y la contrafigura. Eran “Pototo y Filomeno” (los grandes Leopoldo Fernández y Aníbar de Mar). Los mismos que protagonizaban por la radio “La tremenda corte”, o “Tres Patines”, como se conocía popularmente. Pues hubo un personaje del elenco de ese programa “Pototo y Filomeno” que me caía tan bien que esperaba siempre que apareciera. Era un personaje con cara de inocentón, algo torpe y que al igual que los protagónicos se notaba que disfrutaba aquello. Por lo menos se reía mucho de las salidas de libreto de Pototo.

Por supuesto que no sabía su nombre. Ni del personaje ni del actor. Imposible, allí el foco del marketing estaba puesto en los protagonistas, obvio. Claro, cuando me hice humorista profesional admiré aún más a ese comediante, sólo por haberse ganado un puesto en aquel increíble elenco, junto a aquellos dos monstruos del humor cubano.

Y después, en mi mismo Motorola, pude gozar otro programa cómico: “Cachucha y Ramón”. Pero en esta oportunidad, aquel actor con cara de inocentón, lo coprotagonizaba. Y ahí sí me aprendí el nombre del personaje “Ramón Mogollón” y del actor: Idalberto Delgado Delgado.

A partir de ese momento, cada vez que lo veía en un sketch de un programa musical, o protagonizando otro espacio humorístico, o lo escuchaba por radio, me quedaba enganchado, porque se convirtió en una atracción estelar para mí, aún cuando seguía sin saber la razón. Hasta que crecí, y en mi vida profesional pasó a ser un ídolo, comprendiendo ya el por qué.

Por todo lo anterior es un honor, un placer y un orgullo dedicarle este homenaje a uno de los más grandes cómicos cubanos de todos los tiempos.
Para lograr mi objetivo tuve la suerte de que su hijo, llamado también Idalberto Delgado (pero Jordan), aceptara responderme alrededor de treinta preguntas sobre su padre. Con ese material y el que conseguí por mi cuenta investigando, me lancé a escribir este homenaje

Y sin más introducción, comienzo.

 

Idalberto Delgado

Origen

Idalberto nació en el pueblo de Aguada de Pasajeros, Las Villas, el día 10 de Julio de 1923. Sus padres, Filomeno y Lucrecia, tenían una finquita donde criaban ganado, aunque nunca llegó a ser un negocio grande ni mucho menos. En otras palabras, su talento artístico no fue hereditario. Ninguno de sus familiares —que recordara su hijo—, fue artista.

Entonces aquel niño—adolescente se fue a vivir a La Habana con 12 años, comenzando a trabajar en un cafetín propiedad de sus dos hermanos mayores, ayudando y haciendo entregas a domicilio.

Luego, un poco mayor, pasó a ser mesero del cafetín, alternando el tiempo con sus estudios. Porque a pesar de tener sólo un cuarto o quinto grado aprobado de enseñanza primaria, era autodidacta y leía mucho. Lo que le permitió, junto a su talento, ingresar a la Academia Nacional de Bellas Artes “San Alejandro”, para estudiar pintura. Aunque ahí no estuvo mucho tiempo, ya que pasó a estudiar arte dramático con un profesor de apellido Vera, algo que sentía le apasionaba más.

Idalberto (hijo): ¿Sabes, Pepe? Esto te va a gustar: ¡su debut como actor fue en el mítico Teatro Sauto de la ciudad de Matanzas, tu ciudad natal!

PP: No sólo me gusta, me emociona. Porque eso que me acabas de contar me vincula más a tu padre. El Teatro Sauto, Idalberto y yo tuvimos una breve historia.

En 1987, nuestro grupo La Seña del Humor de Matanzas, cumplió 3 añitos y lo celebramos en el histórico Teatro Sauto, nuestra sede oficial. Presentaríamos un espectáculo mezcla de números viejos y algunos estrenos.

Para tan importante ocasión, conseguimos de la Dirección de Cultura Provincial que nos pusieran un auto para traer y llevar, con comida incluida, claro, a un invitado estelar de la Habana.

Decidimos entonces que fuera Idalberto Delgado. ¿Por qué? Debo confesar, que de las viejas estrellas del humor cubano, como él, Eloísa Álvarez Guedez, Aurora Basnuevo, Enrique Arredondo, Natalia Herrera, María de los Ángeles Santana y otros, nos apoyaron siempre en aquellos momentos, cuando comenzábamos nuestra carrera en el humor, a pesar de que la propuesta humorística que proponíamos era diferente a la ellos.

Lo digo porque hubo algunos —pocos, eso sí—, que no lo hicieron. Y era entendible, eso siempre sucede en todos los campos (no voy a dar nombres aunque nos dieron la espalda, porque son grandes de todas formas y eso para nada mancha su inmensa obra). Así que como supimos que Idalberto había hecho público su apoyo recién, lo menos que podíamos hacer era invitarlo al cumpleaños.

Aceptó enseguida para nuestro beneplácito y como a las 18:30 hrs. llegó a Matanzas y el auto lo trasladó directamente a mi casa (por ser el director general del grupo). Ahí le di el guión de un número que habíamos escrito Aramís Quintero y yo y que siempre interpretábamos Enmanuel Sabater —otro miembro del grupo— y un servidor.

El sketch se llamaba “Los borrachos”. Le dimos un par de pases leyéndolo y yo indicándole algunas intenciones para que entrara en frecuencia con mi personaje. En fin, un brevísimo trabajo de mesa.

Al terminar él fue a un restaurant a cenar y yo a dedicarme a los últimos toques del cumpleaños.

La función comenzó a las 21:00 hrs. y nunca pudimos repasar de nuevo “Los borrachos”.

A mediados del espectáculo presentamos al gran invitado sorpresa. Idalberto entró a escena y el público lo aplaudió de pie, demostrándole su admiración, cariño y respeto.

Entonces actuamos el número, yo con mucho nervio por dos razones: una, porque lo habíamos ensayado muy poco; y dos, porque iba a actuar mano a mano con uno de mis ídolos, con un fuera de serie del humor cubano. El nerviosismo me mataba, me temblaban las piernas y no es mentira.

Comenzó el sketch y enseguida me fui dando cuenta, para mi total asombro, de que Idalberto no se equivocaba, no se le olvidaba nada y hasta incluso le aportaba matices nuevos y enriquecedores al personaje. A lo más, sustituía algunas palabras por otras, pero el sentido era el mismo. Así, se borró mi temor y disfruté el resto del número.

Al final, el público de nuevo se puso de pie con una ovación de varios minutos. Recuerdo que yo estaba en las nubes. Lo único que me molesta es no haber dejado grabado el momento en una foto, ya que pensar en video era imposible en aquellos años.

Lo despedimos con todo nuestro agradecimiento y él incluso tuvo tiempo para decirnos que íbamos por buen camino, nos dio varios consejos y nos deseó mucha suerte. Lamentablemente, jamás nos vimos de nuevo. No coincidimos nunca ni en televisión, ni en ningún otro escenario. falleció dos años después.

Personalidad

Idalberto (hijo): Era muy ocurrente y se le salía el buen humor con espontaneidad. Pero era un poco tímido. Por lo tanto, no solía ser el centro de ninguna reunión de amigos o colegas, ni cumplía con eso que se espera de un humorista. Incluso tenía mal genio; es decir, era un poco cascarrabias.

Un momento. “¿No cumplía con eso que se espera de un humorista?”. ¿Cómo es posible que un humorista pueda ser tímido y más encima tener mal genio, ser un cascarrabias?

“O su hijo se equivoca en su valoración, o el padre era un ser extraño, peculiar”, pensarán algunos de nuestros lectores, ya que —repito—, “no cumplía con lo que se espera de un humorista”.

Me gustaría detenerme para una breve reflexión sobre ese punto.

Veamos. ¿Es inusual ese comportamiento siendo él un hombre del mundo de la risa? ¿Es que se supone que al tener tan desarrollado el sentido del humor, imprescindible para provocar risa profesionalmente, debería ser una persona siempre risueña, alegre, bonachona, lejos de cualquier emoción y conducta distinta?

Pues, no. No es así, necesariamente. Bueno, según mi opinión.

El humorista primero que todo es un ser humano.

Trataré de explicarme mejor. Es muy probable que los humoristas nos hayamos ganado la fama de ser “serios”, cuando no estamos creando o comunicando humor. Pero es lógico. La gente tiene altas expectativas de reír al toparse con un humorista “en la vida real”. Pero no se dan cuenta de que también son seres humanos como ellos y tienen sus responsabilidades, preocupaciones, sus deberes y derechos y sus desgracias y momentos felices como todo el mundo. Y no siempre está el humorista dispuesto a hacer reír al prójimo. Sería inhumano si así fuera siempre. No somos cascabeles, ni hazmereíres a perpetuidad, ni esclavos de la diversión, ni podemos ni queremos estar animando, o amenizando la vida todo el santo día.

Y vivir la vida real con esos momentos “blancos, negros y grises” tan naturales, más otros factores, moldean el carácter del humorista y cada uno de nosotros nos convertimos entonces en la mezcla humana que somos. De ahí que Idalberto, perfectamente, pudo existir siendo como fue, con esos rasgos de personalidad. Lo que no lo convierte ni en malo ni en bueno, ni en alguien extraño, ni peculiar. Y nadie debe “esperar” otra cosa de él.

PP: Estimado Idalberto, mi reflexión no va dirigida a ti. Me aproveché que mencionaste el punto y quise aclarárselo a algún lector que pueda pensar de esa manera. Tú, que conociste tan de cerca eso, sabes que tengo razón. Pero sigamos en cómo era tu padre para conocerlo mejor. Por ejemplo, ¿fue buen esposo, buen padre, buen amigo?

Idalberto (hijo): Te aseguro que fue un buen padre y un buen esposo. Era muy leal con sus amigos y sobre todo muy sincero.

A Idalberto Delgado le encantaba sentarse frente al televisor a disfrutar de buenas películas. ¿De cuál género? Por supuesto, de los clásicos del cine cómico. En especial le fascinaban los filmes de Charles Chaplin, Buster Keaton, El Gordo y el Flaco, Los Hermanos Marx y demás.

Y las veía, sobre todo después de comer. Comer platos típicos criollos, Porque como buen cubano, era fanático de nuestra cocina tradicional.

En cuanto a deportes, sólo veía boxeo, disciplina que practicó un poco en su juventud. Algo que le sirvió para protagonizar la siguiente anécdota: un día iba caminando él y su señora por la Rampa, (importante arteria habanera, para el que no la conozca) y ella en un instante se le adelantó un poco. Entonces, en sentido contrario venía un tipo que desde que la vio no le quitó la vista de encima y al pasar por su lado se le insinuó, pensando que venia sola. Pero cuando Idalberto se cruzó con él, con mucha tranquilidad, le dio una trompada que lo sentó de culo en la acera. Entonces tomó del brazo a su señora, con la misma calma, y continuaron su caminata.

Y para finalizar la descripción de su perfil humano, es obligado referirse a su pensamiento político, ya que le toco vivir como adulto, los grandes cambios que experimentó Cuba después de 1959.

Idalberto (hijo): Al principio de la mal llamada revolución, se dejó engañar por las falsas promesas de Fidel, las que no voy a enumerar porque fueron muchas y como tanta gente, tuvo fe en esa revolución. Pero ya a mediados de los años 60 empezó a abrir los ojos y comenzó a vivir con doble cara para sobrevivir en el medio artístico.

Radio

Su primer trabajo de importancia lo realizó en la famosa novela radial “El derecho de nacer”, de Felix B. Caignet.

Sin embargo, lo más importante que hizo en ese medio fue, sin dudas, el inolvidable programa “Alegrías de sobremesa”, escrito por Alberto Luberta, el cual protagonizó con su personaje Paco, y en el que revoloteaban a su alrededor otros grandes comediantes como Agustín Campos, Erdwin Fernández, Eloísa Álvarez Guedes, Enrique Arredondo, Carlos Moctezuma, José Antonio Rivero, Aurorita Basnuevo, Marta Jiménez Oropesa y muchas estrellas más. Un programa que duró más de 40 años y que Idalberto hizo desde su estreno en 1963 hasta su fallecimiento.

 

Idalberto Delgado

Artes visuales

PP: Amigo mío, sé que a tu padre le encantaba pintar, dibujar, hacer humor gráfico. Incluso llegó a publicar algunas viñetas, siempre recordando su paso por San Alejandro. Incluso hasta hizo una exposición con sus obras. Esa es una faceta muy poco conocida de él. ¿Siguió pintando? ¿Guardas algunas obras de él? Sería buenísimo mostrar aquí algunas.

Idalberto (hijo): Sí, cómo no, continuó pintando, aunque esporádicamente. Cuando tenía tiempo, claro. Yo recuerdo una serie de pinturas que me llamaban mucho la atención. Eran payasos donde detrás del maquillaje se notaba una tristeza en la expresión de la mirada. Lamentablemente no conservo ningún dibujo o cuadro suyo. Al salir de Cuba no pude llevarme nada de él. Es algo que siempre me ha dolido.

 

Idalberto Delgado

Teatro

El medio que más le atraía, el que más le interesaba, era el teatro. Bueno como casi todo actor, por la cercanía con la gente, por la retroalimentación instantánea.

Fue tanta su predilección por actuar y dirigir sobre un escenario, que un día tomó la decisión de abrir un espacio propio.

Bautizó esa Sala Teatro como “Idal”, apócope de su nombre. Una Sala con 218 butacas. Comenzó en el edificio Retiro Odontológico en el tercer piso, cito en L entre 23 y 21 en el Vedado. Luego de un tiempo, al principio de la Revolución, el Ministerio del Interior ocupó el edificio, e Idalberto consiguió alquilar otro espacio en el edificio Arcoíris, en la planta baja, situado en 3era. entre A y B, también en el Vedado.

La inmensa mayoría de las obras allí presentadas pertenecían al género de la comedia, como era de esperarse de su dueño, quien actuaba en todas y dirigía muchas. Allí se interpretaron comedias norteamericanas, francesas, italianas, como “El hombre, la bestia y la virtud” de Luigi Pirandello. Pero por supuesto, obras cubanas, como “El velorio de Pachencho” de Eduardo Robreño, o “Nido de Águilas, “Luna de miel radioactiva” y muchas más, como “Gane un millón”, la cual estuvo muchísimo tiempo en cartelera. Excelentes comediantes cubanos pisaron las tablas de ese escenario y exhiben con orgullo en su currículum haber actuado en la famosa Sala “Idal”.

 

Idalberto Delgado

 

Cine

Su participación en el séptimo arte se remonta a 1956, actuando en la película “No me olvides nunca”, de Juan J. Ortega, junto con otras estrellas como Manela Bustamante, Rosita Fornés, el mexicano Luis Aguilar, y otras.

En 1962 se estrena “Las doce sillas”, de Tomás Gutiérrez Alea, donde actúa junto a Reynaldo Miravalles, Enrique Santiesteban y otros.

Grabando esta película protagoniza una anécdota muy simpática.

Hay una graciosa escena donde él se estaba bañando y se le va el agua en la ducha. Se ve obligado a salir del baño enjabonado, solo con una toalla ocultando sus partes íntimas, para pedir que le repongan el agua. Entonces la puerta de la casa se le cierra y se queda en el pasillo del edificio, aún mojado y enjabonado y únicamente con aquella toalla amarrada a la cintura.

Pero lo anecdótico es que esa escena tuvieron que repetirla varias veces. Y en cada oportunidad a Idalberto se le secaba el jabón encima, algo bien incómodo, por supuesto. Demás está decir que se fue enojando en cada toma. Pero no sólo por eso. Sino porque los técnicos de sonido, de luces, camarógrafos, etcétera, comenzaron a burlarse de él a medida que se iba enojando. Para colmo, el edificio que servía de locación era real y estaba habitado, así que el pobre Idalberto también se exponía en esa situación a las miradas ajenas a la película. Y como colofón, la secuencia aquella terminaba en una persecución de la gente por las escaleras y al estar grabando su carrera, se le cae la toalla, por lo que en ese momento, por tener que continuar grabando la escena, el actor y el personaje tuvieron que unirse para salir ambos lo más digno posible de aquel entuerto.

Años después, en 1968, Roberto Fandiño lo dirige en “El bautismo”, actuando con Julito Martínez y Eloísa Álvarez Guedez, entre otros.

Por último, realiza “Vals de La Habana Vieja” en 1985, una película de Luis Felipe Bernaza, compartiendo pantalla con Ana Viñas, Reynaldo Miravalles y un excelente elenco.

 

Televisión

Primero dejo en claro que en este medio hizo unos pocos personajes serios (no humorísticos), aunque no le gustaba hacerlos. Y estaba justificado el por qué.

Por ejemplo, en una ocasión lo llamaron para hacer un programa sobre unos “bandidos” del Escambray, como nombraba el gobierno a los alzados en las lomas en su contra. Y tenían que grabar una escena de acción, una escaramuza entre milicianos y alzados. El personaje de Idalberto era de los “malos”, de los alzados, y con su subametralladora aparecía disparando. Pero poniendo sin querer unas expresiones en su rostro, unas caritas, que puso a reír a todos, técnicos y actores. Sin lugar a dudas, ya el público lo relacionaba con la comedia y por ello le era imposible interpretar un libreto dramático.

Por tal motivo lo veremos principalmente en la cuerda humorística en su trabajo en la pequeña pantalla.

Por ejemplo, en la década del 50, mientras yo disfrutaba mi Motorola de 10 centavos, Idalberto protagonizaba una serie humorística en vivo: “Cachucha y Ramón”, con la simpatiquísima Manela Bustamante.

 

Idalberto Delgado

PP: ¿Qué significó para tu padre este programa y en especial compartir actuación con tan exquisita comediante?

Idalberto (hijo): Manela era muy buena amiga y lo fue de mi padre, aparte de ser compañeros de trabajo. Tengo un grato recuerdo de ella y de su esposo Jesús, que era arquitecto y una persona muy seria. Todo lo contrario de Manela, que hablaba mucho…

PP: Entonces su personaje tenía bastante de ella, ¿no?

Idalberto (hijo): Claro. La recuerdo así cuando íbamos a visitarla en su finca de “El Chico” en Arroyo Arenas. Creo que mi padre no tenía ningún programa favorito, sin embargo me parece que el de “Cachucha y Ramón”, para él como actor, fue el que más satisfacción le dio. Uno, por ser el coprotagonista y dos, por hacerlo junto a Manela. Además, fue un programa que les dio a ambos mucha fama y dinero. ¿Cómo no amarlo?

 

Idalberto Delgado

Pero antes de hacer “Cachucha y Ramón”, hizo el programa “Pototo y Filomeno” en 1955, con los grandes Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar, como mencioné al inicio.

Incontables veces participó con sus personajes en los sketch que se incluían en los programas musicales.

También en esos años interviene en el espacio cómico “La taberna de Pedro”, junto a Norma Suárez, Jesús Alvariño, y otras importantes figuras.

Ya en la década del 60 trabaja en “Casos y cosas de casa”, junto a Marta del Río, Natalia Herrera, José Antonio Rivero, etcétera, con libretos de Enrique Núñez Rodríguez.

En los años 80 protagoniza “Tito, el taxista”, con Aurora Basnuevo y otros colegas.

En 1988 trabaja en la serie “Así era entonces”, con Enrique Arredondo, Mario Limonta y otra constelación.

También fue muchas veces invitado a “Detrás de la Fachada”.

Y no olvidar “Secundino Tracy, el detective gallego”, con los guiones de Alberto Luberta.

Hay una anécdota que me gustaría contar aquí, protagonizada por Idalberto en un programa de televisión.

Trabajaba con Carlos Moctezuma en ese capítulo. Había una escena donde Carlos le pegaba a Idalberto con un palo en la cabeza. No había por qué preocuparse, porque esos palos son trucados y se supone que no duelen los golpes. Aún así, Idalberto le pide a Carlos antes de actuar que, por favor, no lo golpeara muy fuerte, ya que recién había almorzado. Pues al llegar la escena, a Carlos se le ocurre pegarle durísimo con el pelo y —con justa razón—, Idalberto se molesta y comienza a perseguirlo por todo el set. El problema es que aquello no estaba en el libreto ¡y el programa era en vivo! Fue comiquísimo ver a Carlos corriendo delante del enojado Idalberto. El público rio sin saber que era en serio, “porque si lo coge lo mata”.

 

Idalberto Delgado

Personajes.

Ya mencioné a algunos, pero revisemos la lista de los principales:

Ramón Mogollón, de “Cachucha y Ramón”, un esposo demasiado paciente y nada relajado.

Paco, de “Alegrías de sobremesa, otro hombre serio y responsable, con mucha mala suerte porque todo sucedía alrededor suyo.

“Secundino Tracy, el detective gallego”, del programa del mismo nombre, un torpe y típico “gallego”.

“Tito el taxista”, del programa del mismo nombre, un chofer de taxi bonachón al que le suceden los más difíciles enredos.

Serapio Eficiencia, un hombre que se creía muy astuto, muy listo y en realidad era un pobre diablo.

Cuchareta, un vulgar, de sombrero, camiseta de botones, pantalones batahola, cadena de oro con medallón, y que se metía en todo.

Minguino, un boxeador “puchingdrum”, que parecía un anormal cuando hablaba.

Vistilla, un cegato con espejuelos de grueso fondo de botella.

Estos últimos personajes los presentaba en los sketchs de programas musicales, como ya señalé.

Pero, ¿en cuáles mecanismos humorísticos se basaba Idalberto, para crear sus personajes?

Él se especializó en la contrafigura. Era un profesional en ponerle en bandeja la posibilidad que se destacara en la comicidad su partner.

Pero cuando tomaba la iniciativa y asumía la figura del cómico, entonces era experto en diseñar antihéroes, en moldear personajes sufridos, gruñones, serios, responsables, con poca suerte, exageradamente “aguantones”, respetuosos y decentes, amables, nobles, bonachones, así como también distraídos y/o torpes.

Si tenía que ser un pícaro, un “jodedor” cubano, lo hacía, pero se notaba un fondo tierno. Si tenía que improvisar lo hacía con éxito, aunque yo apuesto a que no lo disfrutaba mucho. Y algo que usaba a las mil maravillas: las frases fijas, como lev motiv, para que se incorporaran al argot popular, como el “¿Me dijiste…?” de su personaje Serapio Eficiencia, la cual se inmortalizó, al incorporarla Enrique Jorrín a su cha cha chá "La Engañadora". ¡Y cómo no recordar “¡Qué gente, caballeros, qué gente!”!, de su Paco en “Alegrías de sobremesa”.

 

Final

PP: En el mundo humorístico, ¿cuáles era sus mejores amigos?

Idalberto (hijo): Sin dudas, Wilfredo Fernández y Reynaldo Miravalles.

PP: No te puedes imaginar la envidia que me da. Me hubiera gustado mucho ser también buenos amigos de ambos… Oye, déjame preguntarte: ¿tu padre ganó muchos premios en su carrera?

Idalberto (hijo): Fueron unos cuantos. No recuerdo bien, pero todos los trofeos eran por mejor actuación cómica, mejor programa de TV del año, etcétera. Lamentablemente, como te dije, no pude sacarlos cuando me fui de Cuba.

PP: Sí, una lástima. Pero espero que la persona que los tenga sepa preservarlos y sobre todo, que los fotografíe, los suba a Internet para que los interesados lo vean y así se le haga justicia al legado de tu padre. Pero para ir finalizando, dime, ¿cuál crees que fue su sueño no realizado o inconcluso en la comedia?

Idalberto (hijo): Su sueño era recuperar algún día su Sala Teatro, donde se realizaba actuando y dirigiendo lo mejor de la comedia nacional e internacional.

PP: Me imagino cómo le habrá traumatizado que el gobierno le interviniera su Sala “Idal”. Bueno, y por último, ¿cómo te gustaría que la gente recordara a tu papá?

Idalberto (hijo): Creo que a él le hubiera gustado que lo recordaran como un artista de pueblo, que hacía reír a la gente sencilla y a todos en general. Era muy humilde y nunca fue arrogante con el público. En su vida privada tuvo amigos guagüeros, camioneros, taxistas; en fin, gente de pueblo.

La única injusticia que no perdono es el que la muerte se lo llevara muy pronto, con 65 años y en plenas facultades.

Idalberto Delgado Delgado falleció en la ciudad de La Habana, el 29 de Abril de 1989, debido a un implacable cáncer en el hígado.

Gracias de todo corazón a Idalberto Delgado Jordan por dedicarme su tiempo, su atención y esfuerzo para responder mi extenso cuestionario. Ojalá sienta que cumplí mi propósito de hacerle un breve y humilde homenaje a su padre, a ese increíble comediante, a esa gran persona que fue Idalberto Delgado. Grande entre los grandes del humor cubano.

Es mi deseo que donde quiera que esté —si es que existe algún otro lado, más allá o más acá—, que siga haciendo reír y que sepa que lo admiro siempre.

A tal humor, tal honor.

Copyright © Pepe Pelayo. Publicado en Humor Sapiens con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.